FORTALEZA, Brasil (Rafael Ramos Villagrana, enviado) — Finalmente. La Frontera Prohibida sigue cerrada para México. La Tierra Prometida, sigue siendo una utopía para el Tri. Se quedó a cuatro minutos de lo probable. Ganaba 1-0, sucumbe 1-2.
El Tri se queda parado ante la puerta abierta de cambiar su historia. El muro sigue ahí: intransitable, inaccesible. Cuatro minutos. Suficientes para ir de la comedia al drama, de la euforia a la tragedia. Y ahí terminó México: en la reincidencia del ya merito.
En esos cuatro minutos, Sneijder y Huntelar revolcaron la historia. Un error de marca y un penalti, silenciaron la euforia de la tribuna, que palpitaba angustiada, desde que a los 48′ Giovani habían lanzado la alerta para dar una nación el derecho a soñar. No alcanzó. Y los sueños rotos duelen más.
En el saldo de daños, la lesión de Héctor Moreno al final del primer tiempo condicionaría, sin duda, el desenlace de la segunda mitad.
DOMINANTE…
Cuesta arriba. Por el clima. Por la peligrosidad emboscada del rival. Porque la proclamada Holanda opacaba su propio linaje. Porque proponía el partido, porque se atrevía a jugar a la ruleta rusa. Sí, un primer tiempo cuesta arriba, en el que México supo ser mejor sin tener la potestad absoluta de la pelota.
El saldo del 0-0 tiene un rictus de engaño. Porque llegó en condiciones de gol. Dos claras, dos de esas que terminan en tragedia o en proeza. Una fue de Herrera, armándola con un amague, y el zapatazo, del hombre que carga bazuka, es un buscapiés de pólvora mojada, que se escapa a un lado del poste derecho de Cillessen.
La otra, un obsequio para Giovani, con las ventajas, con el perfil correcto, con la boca abierta y hambrienta del arco detrás del portero holandés. Pero Gio, el de los artificios, el de los arco iris al segundo poste, termina estrellando el balón en el guardameta.
Hasta podría agregarse un disparo de Carlos Salcido, pero que merecía más atrevimiento del mexicano, porque lo trabajó tanto, lo amagó tanto, se perfiló tanto, que el portero hasta le puso ornamento a la atajada.
En el dominio del juego, forzando a Holanda, Héctor Herrera es de nuevo el pivote, sin encontrar en Gio, aunque sí en Oribe, esa complicidad urgente para rebasar a una Holanda que por momentos defendía con ocho.
Salpica el juego el portugués Pedro Proença. Yerra contra ambos, pero queda una seria duda en una falta sobre Robben en el área mexicana.
Al tenor holandés lo castiga la furia mexicana. Lo azuza con la tanda de oles, y le reclama con el coro de “respeto, respeto, respeto”. Claro, la armada naranja es inmune a todo eso.
Ya en la agonía, Héctor Moreno, en el choque con Robben, sale lastimado. Para el segundo tiempo, cambio obligado: Diego Reyes a la cancha.
A SUFRIR&
Holanda seguía en la modorra de la espera. Cediendo espacio. Cediendo tiempo. México no tenía plazos ni treguas. Tenía prisa.
Y mientras Holanda seguía idolatrando la vigencia del 0-0, aparece Gio. Al 48′, con la arenga fresca de Miguel Herrera en el vestidor. Y la maniobra es espectacular. Porque controla, porque elude, porque perfila, porque lee el horizonte y porque el zapatazo de izquierda es una línea impecable que bota ante el lance del portero holandés, y la pelota se mete al refugio de la gloria junto al poste izquierdo. 1-0.
Y lo que vino fue impresionante. Silencio. Esa pausa de la incredulidad. Ese momento catatónico de vivir lo imposible. Esa inmovilidad del que no sabe cómo se sobrevive a lo que nunca se ha vivido. Y enseguida, la catarsis.
Holanda reacciona. México aguarda. Las urgencias han cambiado de bandera. La desesperación de había mudado a la casa vecina.
Y De Vrij es el primer en sacar provecho. Al 57′ remata de volea, a boca de jarro, con potencia. Guillermo Ochoa reacciona y mete doble puñetazo y encima, en gracia con su poste izquierdo, la pelota es rebotada.
La ausencia de Moreno ya tiene un saldo. La anticipación y la marca ceden. Diego Reyes tarda en encontrar su zona, mientras que Carlos Salcido, más metido en el fondo, no llega a donde debe servir de dique.
Y mientras Ochoa se convierte ya en referente del juego, atajando por abajo el disparo de Robben, Miguel Herrera responde a su estilo: envía al 75′ a Javier Hernández con el turbo y el hambre plenas para ganar en cobertura, velocidad y respuesta. La apuesta parece al doble o nada, al todo o nada, mientras Holanda incluye a Huntelar por Van Persie.
México resiste como puede, con lo que puede. El agobio es incesante, mientras que la respuesta al frente de México es atrabancada, sin poder profundizar, sin poder encontrar ya fórmula colectiva de acoso, sino esfuerzos individuales y pretensiones de una pareja que se conoce poco como Chicharito y Aquino.
Y al 88′ llegaría un zapatazo de Sneijder en descontrol de la zaga mexicana, que entra a la derecha de Ochoa para el 1-1, y a los 92, Proença decreta penalti en un pisotón de Rafa Márquez sobre Robben. Huntelar no perdona. 2-1.
En cuatro minutos, Holanda abortó el parto y el pacto de resistencia del Tri.
Y la historia concluye, donde han concluida otras. En Octavos de Final.