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agosto 01, 2016

2018: La ruptura externa

2018: La ruptura externa

Ruptura

Estrictamente Personal por Raymundo Riva Palacio

Si hay necesidad de que varios priistas de renombre funden una asociación social para que sirva de observatorio para la políticas públicas del gobierno, ¿significa que dentro del partido ven subordinación y están agotados los instrumentos para mantener la autonomía? Si lo que plantea como premisa básica su cabeza Manlio Fabio Beltrones, “refrendar unidad y lealtad que tanto se necesita hoy”, ¿quiere decir que ve que no hay lealtad ni honestidad dentro del partido del poder o con el Presidente por parte de sus colaboradores? La asociación social que se creó dentro del PRI el viernes pasado, es la semilla anidada para la ruptura.

Sus miembros buscarán minimizar la existencia de esa ruta y presentar la nueva corriente como un grupo al que pueden pertenecer priistas y personas externas que coincidan con sus ideas y propósitos, para acompañar el proceso reformador del presidente Enrique Peña Nieto. Difícil pensar que sea el único fin. La raíz de su fundación se encuentra en el discurso de renuncia de Beltrones al PRI, cuando al  hablar de los resultados electorales el 5 de junio, dijo: “Hay que decirlo fuerte y claro. En muchos de los casos los electores dieron un mensaje a políticas públicas equivocadas o a políticos que incurrieron en excesos, que no tuvieron conductas responsables… Es oportuno parafrasear a Luis Donaldo Colosio: ‘Lo que los gobiernos hacen, sus partidos lo resienten’”.

Lo que dijo Beltrones, se lo señaló en la cara al Presidente en una comida días antes. En ella enumeró los enfrentamientos con los grupos de poder, que habían asumido, como consecuencia, actitudes beligerantes: la Iglesia, los maestros, los empresarios, los medios, los priistas, particularmente los gobernadores, que se sentían muy maltratados por el secretario de Hacienda. También le habló sobre la falta de correspondencia y retroalimentación en las agendas de gobierno y partido. Un alto número de iniciativas del gobierno, como los matrimonios igualitarios, el alza en las gasolinas o la captura de los líderes disidentes del magisterio, por citar tres casos, nunca le fueron informados con anterioridad, quien se enteró de esas acciones, dijeron cercanos a Beltrones, por la televisión.

Beltrones le presentó tres veces su renuncia a Peña Nieto, quien no se la quería aceptar porque pensaba era injusta. Pero Beltrones, en la reconstrucción que se ha hecho de esa comida, le dijo que el electorado debía recibir el mensaje que el gobierno sí había escuchado su molestia, y que su salida del PRI debía ser el principio de una cadena de cambios y ajustes. El Presidente no dijo nada al respecto, pero tampoco hizo nada, salvo enviar como líder del PRI a uno de los símbolos de las reformas cuestionadas: el director de la Comisión Federal de Electricidad, Enrique Ochoa. La inacción desató las presiones dentro del PRI sobre Beltrones para que tomara una nueva iniciativa de contraste y lucha interna.

Finalmente, tras una pausa de 40 días, regresó a la política activa, con una asociación social que ha sido equiparada con la Corriente Democrática, fundada a mediados de los 80’s por varios priistas prominentes, a partir de la propuesta del entonces embajador de México en España, Rodolfo González Guevara, quien a su vez se había inspirado en Izquierda Socialista, una corriente democrática surgida dentro del PSOE, en ese entonces en el poder, encabezada por Pablo Castellano. Los dos movimientos son distintos.

La Corriente Democrática nació como oposición al modelo autoritario de selección de candidatos presidenciales en el PRI, y con la demanda al presidente Miguel de la Madrid para abrir el proceso. Al fracasar, decenas de priistas salieron del partido y construyeron un movimiento que nominó a Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia en 1988. En España, Castellano fundó Izquierda Socialista como respuesta a la desideologización del PSOE y el culto a la personalidad del presidente del Gobierno Felipe González. En una entrevista el año pasado, la preguntaron a Castellano sobre esa ruptura, y las imputaciones de que el choque se había dado porque se oponía a las reformas planteadas por González. No fue así, respondió, “era el engaño a la gente (lo que) me producía indignación”.

La asociación fundada por Beltrones y decenas de priistas la semana pasada, parece inscribirse más en la racional de Castellano –aunque ideológicamente son distintos- que en la de Cárdenas, González Guevara y Porfirio Muñoz Ledo. Sin embargo, hay una diferencia de fondo. Castellano iba directamente contra la cabeza del PSOE, su partido, que era González. Beltrones no va contra el Presidente. El énfasis de la iniciativa fue inopinadamente aclarada por uno de sus fundadores, el líder de la CTM, Carlos Aceves, quien declaró cuando le preguntaron si era el principio de la candidatura presidencial del ex líder del PRI: “Lo que tenemos que hacer ahora es demostrar unidad en el PRI, con Beltrones y con el Presidente de la República”.

Los campos de batalla dentro del PRI para 2018, están tomando cuerpo. La ruptura o no del PRI dependerá de cómo se resuelve el proceso de confrontación que se vive en el partido, del PRI contra el gobierno, y dentro del gobierno mismo. La asociación le da a Beltrones una plataforma pública, donde puede ser crítico. No rompió con el Presidente, pero sí con mucho de lo que se encuentra a su alrededor. El Presidente no ha roto con su grupo compacto, ni se le ven intenciones. Ya se verá qué tanto músculo le queda, cuando el próximo año intente arrebatarle la sucesión presidencial.

Contacto:

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

julio 28, 2016

Los Duarte de Guerrero

Los Duarte de Guerrero

Duarte

Estrictamente Personal por: Raymundo Riva Palacio

›La muerte de Soto Duarte quedó asociada a la narcopolítica, aunque en realidad, hace años que la familia se maneja en la zona gris entre el bien y el mal.

1er. TIEMPO: Los malos pasos de la familia. La madrugada del domingo, horas después de conocerse el asesinato del alcalde de Pungarabato, Ambrosio Soto Duarte, comenzó a circular de manera restringida una tarjeta informativa de la Secretaría General de Gobierno de Guerrero, con las probables razones del crimen. Se trataba de pagarés por protección no pagados a Los Caballeros Templarios, cuyo jefe, José Pineda González, apodado “El JP”, decidió cobrarlas de otra manera: una emboscada en donde lo rociaron con 200 balas de fusiles de asalto. La muerte de Soto Duarte quedó asociada a la narcopolítica, aunque en realidad, hace años que la familia se maneja en la zona gris entre el bien y el mal. La persona a la que hay que observar como el paraguas oscuro de los Duarte de Guerrero, es su primo,Catalino Duarte Ortuño, que apenas el año pasado dejó de ser diputado federal y que en 2008 terminó como alcalde de Zirándaro. El pasado de Duarte Ortuño es turbulento y conecta directamente a la familia con Guerreros Unidos, la banda criminal que realizó el crimen contra los normalistas de Ayotzinapa. Catalino, como Ambrosio, tiene rasgos indígenas, con zurcos en la frente y un bigote tupido pero recortado. Pero a diferencia deAmbrosio, su pasado ha estado asociado con el crimen. Él ha dicho, cada vez que lo acusan de relación con el narcotráfico, que es falso. Los hechos no le ayudan. Dos momentos lo han marcado en los últimos tiempos. El 29 de octubre del año pasado, en una reunión en Cuernavaca, fue detenidos el alcalde de Cocula, Eric Ulises Ramírez, cuando se reunía conAdán Zenén Casarrubias, apodado “El Tomate”, y señalado por las autoridades como el jefe de Guerreros Unidos. Ramírez siempre negó conocer a su acompañante de mesa, y dijo que un colaborador suyo le había programado la cita porque según él, invertiría en el municipio. Nunca dijo quién era el que lo había acercado a Casarrubias, pero junto con él detuvieron aEloy Flores Cantú, quien se identificó como asesor del grupo parlamentario del PRD en San Lázaro. El PRD negó que estuviera en su nómina o que, incluso, hubiera trabajado en la Cámara de Diputados. La credencial con la que se identificó llevaba una firma, la de Duarte Ortuño, quien nunca pagó, sin embargo, por esa acción. Ramírez y Cantú están en la cárcel, pero Duarte Ortuño, pese al tufo de su relación con Guerreros Unidos, está libre.

2º. TIEMPO: En el origen de dinastía, figuran criminales. La captura de Eloy Flores Cantú en Cuernavaca el año pasado, volvió a abrir la puerta para que se revisaran los antecedentes deCatalino Duarte Ortuño, primo hermano de María Leonor Villa Ortuño, quien alcanzó la fama en octubre de 2014, cuando se difundió un video donde, mientras aparecía secuestrada por una célula que identificaron las autoridades como parte de la organización de Joaquín El Chapo Guzmán, acusó al entonces gobernador Ángel Heladio Aguirre, de recibir dinero de Guerreros Unidos. Algo sabría ella, al ser madre de María de los Ángeles Pineda Villa, esposa de José Luis Abarca, el presidente municipal de Iguala cuando se dio la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, y hermana de Mario Pineda Villa, apodado “El MP”, y Alberto Pineda Villa, “El Borrado”, que fueron operadores financieros del cártel de los hermanosArturo y Héctor Beltrán Leyva, y fueron los fundadores de Guerreros Unidos. A la muerte de ellos, la organización criminal pasó a ser controlada por los hermanos Sidronio y Mario Casarrubias, quienes al ser capturados en relación con el crimen de los normalistas de Ayotzinapa, su hermano Adán Zenén, asumió el mando. Con él estaban Flores Cantú y el ex alcalde de Cocula, Eric Ulises Ramírez, cuando los detuvieron los federales el año pasado. Demasiados personajes en torno a Duarte Ortuño que fueron cayendo, asesinados o en la cárcel, como su sobrina, la ex primera dama de Iguala, pero él se mantuvo a salvo. Muchas relaciones políticas –los Duarte están asociados con la corriente Nueva Izquierda dentro del PRD, la que se conoce como Los Chuchos-, o mucha suerte, como, en los años previos, donde salvó la vida mientras que en su familia sumaban muertos.

3er. TIEMPO: El único Duarte con las vidas de un gato. El alcalde de Pungarabato, Ambrosio Duarte Soto, es el último de la familia en morir asesinado por bandas criminales. Tres semanas antes fue asesinado su otro primo, Sebastián Soto Rodríguez, chofer y jefe de escoltas de Soto Duarte, quien de acuerdo con la información confidencial del gobierno de Guerrero, había sido la última advertencia para el alcalde de que o pagaba, o lo asesinarían.Soto Rodríguez fue secuestrado y su cuerpo tirado en un basurero en Cutzamala de Pinzón, donde la alcalde Karime Benítez Flores, es esposa de otro primo de los sacrificados, Isidro Duarte Cabrera, diputado local del PRD. Los primos no tuvieron la suerte que Catalino Duarte Ortuño, que ha caminado al filo de la muerte y que, en una ocasión, hasta le ganó la partida. Fue en 2005, cuando hacía campaña para ser alcalde de Zirándaro, cuando un comando lo atacó y le roció balas de un cuerno de chivo, el fusil de asalto Kaláshnikov fabricado en 1947. La camioneta en la que viajaba se fue hacia un potrero para escapar y él corrió de sus atacantes, quienes le dispararon por la espalda y lo creyeron muerto. Sobrevivió para sentarse en la alcaldía, y durante sus tres años de gestión, se registraron más de 200 muertes relacionadas con el crimen organizado. Él quedó protegido por Los Chuchos, que lo hicieron diputado federal, desde donde impulsó a su primo Ambrosio, con la ayuda deBeatriz Mojica, actual secretaria general del PRD, para ser alcalde de Pungarabato. Duarte Ortuño vivió para ver cómo secuestraron a su hermano Claudio, quien de manera aún misteriosa recuperó su libertad, y el asesinato de sus tíos, otros Duarte que quedaron en el camino, como Ambrosio, que quedó atrapado en un conflicto aún extraño donde las únicas cabezas criminales que se asoman, por ahora, son Guerreros Unidos, tan vinculados a su familia, y Los Caballeros Templarios, que quieren extender sus dominios del crimen en toda la Tierra Caliente de Guerrero.

julio 27, 2016

Muerte en Tierra Caliente

Muerte en Tierra Caliente

Tierra Caliente
Estrictamente Personal por: Raymundo Riva Palacio

El asesinato del alcalde de Pungarabato, Ambrosio Soto Duarte, era cuestión de tiempo. El Gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, sabía que su vida corría peligro porque el propio alcalde le habló de las amenazas de muerte. El comisionado Nacional de Seguridad, Renato Sales, también, y le prometió cuadruplicar la protección. Ningún alcalde en Guerrero estaba más protegido que él, y sin embargo, no hubo forma que evitaran que el sábado pasado, de regreso de Huetamo, en un viaje tan inesperado como sorpresivo a Michoacán, lo mataran en un paraje conocido como “Las Curvas de El Cajón”, a 20 minutos de su casa en Ciudad Altamirano.
El atentado cimbró el tejido político, que olvida que la violencia es parte del paisaje nacional. Según el fiscal de Guerrero, Xavier Olea, dispararon sobre su camioneta alrededor de 200 proyectiles de diferente calibre, un tipo de asesinato cuyo modus operandi responde a la tipología de la delincuencia organizada para demostrar que con ellos no se juega. Es decir, fue un crimen de escarmiento para aquellos en posibles condiciones similares a las de Soto Duarte: si no cumplen con sus exigencias, pagan con su vida. ¿Es esto lo que sucedió? 

 

Toda la información pública hasta este momento, combinado con documentos del Gobierno de Guerrero, así lo demuestran. Astudillo admitió en una conversación que el alcalde le había dicho que una organización criminal –que no reveló-, le había pedido dinero. Tampoco aclaró el Gobernador si se lo había pagado o no. Sin embargo, la tarjeta informativa del Gobierno de Guerrero revela que en agosto del año pasado, Soto Duarte convocó a varios de los alcaldes de Tierra Caliente en Guerrero, para llevarlos con Johnny Hurtado Olascoaga, apodado “El Pez”, para formalizar compromisos de pagos mensuales de tres millones de pesos a cambio de protección.

 

“El Pez”, que hasta hace poco tiempo era parte de la organización criminal La Familia Michoacana, lleva más de tres años como jefe de una banda autónoma que opera desde esa zona de Tierra Caliente, y que tiene su base en Arcelia, Guerrero. De ahí salían grupos de secuestradores a otras entidades, y sus cómplices fueron responsables, por ejemplo, de la ola de secuestros en Valle de Bravo en el verano de 2014. La tarjeta confidencial del Gobierno estatal no aclara cuál era la relación de Soto Duarte con Hurtado Olascuaga, ni cómo o cuándo lo había conocido. Tampoco disipa cuáles fueron los motivos por los que convocó a esa reunión, ni si fue mediante una coerción.

 

La coerción es uno de los métodos mediante los cuales las organizaciones criminales fuerzan a los alcaldes a pagarles dinero por protección, o les imponen a sus cómplices en las áreas de seguridad. ¿Ese pudo ser el origen de la relación de Soto Aburto con los criminales? No se sabe. En la tarjeta del Gobierno de Guerrero se señala que además del vínculo con “El Pez” y con su hermano, José Alfredo Hurtado Olascoaga, a quien apodan “El Fresa”, Soto Duarte mantenía una relación –no se aclara tampoco el tipo de relación- con José Pineda González o Rodolfo Maldonado Bustos, apodado “El JP” o “Don José”, quien es el jefe regional de Los Caballeros Templarios. 

 

Este criminal, buscado por el Ejército desde 2012, vive en Huetamo, Michoacán, y controla células criminales en Ciudad Altamirano, Coyuca de Catalán, Cutzamala de Pinzón y Zacapuato en Guerrero, y en San Lucas –en donde se encuentran “Las Curvas de El Cajón”- y Riva Palacio en Michoacán. Existe un video fechado el 14 de diciembre del año pasado, que ha sido visto por el fiscal Olea, donde el jefe regional de Los Caballeros Templarios le reclamó el compromiso adquirido para pagarle tres millones de pesos, que había incumplido. Los avisos de la molestia con el alcalde se dieron inmediatamente.

 

De acuerdo con la información en la tarjeta informativa, el 29 enero de 2016 el grupo de Pineda secuestró a Gustavo Borja, un ferretero de abolengo que fue presidente de la Cámara Nacional de Comercio local, esposo de Rosalba Rendón, síndica en el Ayuntamiento que encabezaba Soto Duarte. El empresario fue liberado 34 días después. Según la información del Gobierno, se pagó un rescate de dos millones de pesos, y sus secuestradores le dijeron que el problema no era con él o su familia, sino con el alcalde. El 5 de julio, según el Gobierno, vino la segunda llamada de atención: el asesinato de su primo y jefe de escoltas, Sebastián Soto Rodríguez, a quien tiraron en un basurero en Cutzamala.

 

¿Estaba involucrado el alcalde con criminales? El informe del Gobierno lo contesta: “Antes de la ejecución… se tenía conocimiento de que el grupo delictivo con quien estaba distanciado estaba molesto porque el alcalde había convocado a los ganaderos a armar un grupo de autodefensa para acabar con las extorsiones, lo que molestó al ‘JP’.” Si esta es la razón del crimen, su muerte obedece a que se reveló contra los criminales y decidió no pagarle los seis millones de pesos que le exigían mensualmente, pero lo dejaron solo. El mensaje es ominoso. 

 

Los alcaldes tendrán que escoger entre pactar con criminales o morir, o hacerle caso al Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien afirma que no debe permitirse que los criminales coopten a los alcaldes y morir, porque no pasa de las palabras. La respuesta cae por su propio peso.


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julio 26, 2016

2018: ¿Beltrones?

2018: ¿Beltrones?

¿Beltrones?

Estrictamente por: Raymundo Riva Palacio

Manlio Fabio Beltrones debió haber visto que no podía seguir al frente del PRI alrededor de las tres de la mañana de la madrugada del 6 de junio en los Pinos, cuando junto con el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, le dijeron al Presidente Enrique Peña Nieto que la victoria en al menos nueve estados que le habían dicho tendrían ocho horas antes, eran todo lo contrario. Peña Nieto, dijeron personas que conocen de esa junta, perdió la compostura en un regaño airado que continuó al día siguiente, cuando ante el gabinete gritó: “¿¡Qué no tienen claro que soy priista!?”. La pregunta era retórica. Priiista, sí, en el más puro estilo del priismo institucional, pero como Beltrones confió días después a sus cercanos, tras insistir a Peña Nieto que aceptara la renuncia como líder del partido, “él puede mandar, pero no mandarnos”.

La salida de Beltrones tuvo costos para el político pero muchos menos de los que suponían sus enemigos en el equipo compacto de Peña Nieto que tendría. Incluso, cuando en las primeras horas de la renuncia el trato que tuvo en los medios fue como víctima de las imposiciones de candidatos desde Los Pinos, y el desgaste principal de las derrotas no se estaba cayendo sobre él, varios emisarios peñistas le sugirieron bajar el perfil mediático porque de los nervios estaban convirtiéndose al enojo dentro el círculo interno del Presidente. Beltrones se fue del partido casi en forma inmediata y salió del país unos días.
 Cuando se ungió a Enrique Ochoa como su sucesor, lo presionaron para que estuviera en el acto, pero mandó decir que no sería posible al encontrarse a muchos kilómetros de la Ciudad de México. Peña Nieto necesitaba que le diera apoyo a Ochoa, y cuando regresó a México, le pidieron que se retratara con él, algo que hizo durante un café que se tomaron, y cuya fotografía colocó en su cuenta de Twitter. ¿Por qué el aval? Por la forma como se fue Beltrones del PRI. Cuando le presentó su renuncia, le dijo al Presidente que su sacrificio debía ser el inicio de acciones y cambios para mostrar que las derrotas tenían consecuencias. Lejos de hacerlo, impuso a Ochoa como dirigente del partido, en una operación apresurada que motivó que senadores y diputados de varias legislaturas priistas preparan documentos de censura al método de selección y de deslinde del nuevo líder que pensaban hacer públicas.

 

Funcionarios peñistas lograron sofocar las denuncias de los priistas renegados, pero las semillas quedaron sembradas. La molestia contra el Presidente dentro del PRI es creciente, y la forma como impuso a Ochoa, profundizó su molestia. Es tanta la inconformidad que hay, que varias de las figuras más representativas del PRI están pensando deslindarse de la dirigencia del partido, y por tanto de Peña Nieto. Paralelamente, un número creciente de priistas con diferentes orígenes y fuentes de apoyo, están presionando a Beltrones para que impulse la creación de una corriente crítica dentro del PRI e inicie su campaña por la candidatura presidencial del partido.

 

Beltrones tiene programado reunirse el próximo viernes con la bancada del PRI de la actual legislatura, de la que fue su coordinador, pero si bien se espera que de un posicionamiento sobre lo que sucedió el 5 de junio, en particular sobre las razones que llevaron a las derrotas, no está claro si habrá un deslinde del Presidente o si está listo para tomar una decisión tan extrema como aquella a la que quieren llevarlo varios priistas. Está listo para retar al Presidente? ¿Está listo para un salto tan grande? Beltrones se entrenó en el priismo de las instituciones y ha entendido a lo largo de su vida pública dónde están los límites y cuándo replegarse. Lo demostró cuando contendió por la candidatura con Peña Nieto, que cuando al ver que había una cargada priista contra él –encabezada, paradójicamente por algunos de los gobernadores acusados hoy de corrupción-, no provocó una ruptura. Se retiró de la contienda y trabajo por el éxito de, candidato.

 

Las condiciones hoy en día son diferentes. No porque Beltrones se haya transformado, sino porque Peña Nieto cambió. Priistas que lo conocieron desde sus tiempos de gobernador en el Estado de México y lucharon juntos muchas batallas, admiten no reconocer al inquilino de Los Pinos. No sólo abandonó a sus viejos camaradas, alegan, sino al priismo en general. En las elecciones federales del año pasado y las del 5 de junio, los priistas tuvieron que esconder el nombre de Peña Nieto de las campañas porque les daban negativos. Beltrones dijo en su discurso de renuncia, que el gobierno tenía que estar cerca del partido, que fue una crítica al Presidente de que realizó acciones de gobierno sin jamás consultar al partido, o anticiparle decisiones que podrían tener impacto en el electorado.

 

La imposición de Ochoa fue la ratificación de que no escuchó Peña Nieto a los priistas, ni tampoco a Beltrones. Ahora quieren desafiarlo y enfrentarlo. A quien pretenda Peña Nieto llevar a la candidatura presidencial, lo van a combatir. Frente al candidato de Los Pinos, los priistas quieren a Beltrones. La fractura en el PRI, de concretarse, sería la más seria desde 1987, cuando surgió la Corriente Crítica, pero la más grave porque esta no sólo puede representar el quiebre del PRI, sino que en las condiciones actuales, el principio de su fin. 


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julio 25, 2016

Ya votó Peña por Hillary

Ya votó Peña por Hillary

Hillary

Estrictamente Personal por Raymundo Riva Palacio

Desde Washington, el presidente Enrique Peña Nieto envió un mensaje directo, sin mencionarlo, a Donald Trump. No importa quien resulte ganador en la elección presidencial de noviembre, trabajará constructivamente, con diálogo abierto y  franco, con quien ocupe la Casa Blanca. La oferta fue para que la escuchara el candidato republicano, a quien ha comparado con Adolfo Hitler y Benito Mussolini, pues en realidad, lo que hizo fue votar por Hillary Clinton, quien el jueves será nominada candidata demócrata a la Presidencia de Estados Unidos. Peña Nieto apostó por los demócratas como el presidente Carlos Salinas lo hizo por los republicanos en 1992. En aquél entonces, el costo que ganaran los demócratas fue muy elevado para el gobierno; hoy, a seis meses de la elección, el resultado es impredecible.

Peña Nieto se ha alineado con los demócratas de manera clara. El viernes pasado se reunió con el presidente Barack Obama en la Oficina Oval durante 25 minutos, tiempo insuficiente para tocar cosas a fondo. Pero el encuentro, en sí mismo, es lo que habla del fondo, al darse en circunstancias muy particulares. En la víspera, Trump había aceptado la nominación para la Presidencia, al final de la Convención Republicana donde México, su migración y comercio, fue tema recurrente.
La xenofobia antimexicana fue una constante del circo republicano, pero consistente con el discurso que desde hace 13 meses, cuando anunció su candidatura, ha mantenido Trump. En las elecciones primarias lo vincularon ideológicamente con el demócrata Bernie Sanders, que con la misma retórica aislacionista, obligaron a Hillary Clinton a correrse a su extremo de la geometría política, en la que se está ubicando el electorado estadounidense.


El contexto no sólo es importante. En este caso puede ser todo lo que defina la relación bilateral con Estados Unidos, de cuya economía México es dependiente. El presidente Peña Nieto y su equipo no dejan de decir en público que la relación con Obama y Washington está en su mejor nivel. En realidad está muy dañada. La decisión de Peña Nieto de modificar la forma como el presidente Felipe Calderón la manejó, lo llevó al extremo de ir de la colaboración plena con las agencias de inteligencia estadounidenses, a la alianza, inopinadamente o no, con los enemigos en el sexenio anterior: los cárteles de la droga. El cerrojazo que se le dio a las agencias con la llamada “ventanilla única” instaurada por el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, contribuyó a la desconfianza y a la irritación.


El cambio en la forma como se llevaría la relación tuvo un costo, hasta ahora secreto, pero doloroso. Cuando en enero pasado fue una delegación mexicana del más alto nivel a Washington y se programó un encuentro de la comitiva de Peña Nieto con Obama en la Oficina Oval, la condición fue que el secretario de Gobernación no estuviera presente. Peña Nieto accedió. Osorio Chong, se informó, estaba en una reunión en el Departamento de Seguridad Territorial, con lo que se ocultó el desaire. Pero no hay que equivocarse. Si el secretario propuso la “ventanilla única” y el cambio en la relación con Estados Unidos, fue el Presidente quien lo autorizó.


Secuelas de la ríspida relación, que se hizo explícita cuando el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, literalmente regañó a Peña Nieto durante su visita en febrero, se aprecian en los últimos párrafos de la hoja de datos que difundió el viernes la Casa Blanca, donde se aprecian dos de las concesiones que tuvo que hacer: la aceptación de capacitación de agentes migratorios para identificar y entrevistar a “poblaciones vulnerables” –eufemismo de terroristas-, con lo que trasladan a México el primer control de seguridad para esa nación; y un nuevo plan que involucra a Estados Unidos, para la erradicación de cultivos de opio y el  combate a la producción de heroína en territorio mexicano, supervisado por un nuevo grupo bilateral que coordine la lucha contra las drogas, el tiro de gracia de la “ventanilla única”.


Peña Nieto no ha terminado de entender la relación con Estados Unidos. Ir a Washington en el momento de su coronación republicana, no va a ser ignorado por Trump. En contextos similares, este tipo de reuniones han sido dañinos. Trump, en el momento actual, no parece estar en condiciones reales de poder ganarle a Clinton en la elección de noviembre, como sucedía en 1992, cuando Bill Clinton, involucrado en escándalos sobre sus relaciones extramaritales, no parecía estar en condiciones de competencia frente al exitoso presidente George H.W. Bush, que buscaba la reelección.


Salinas aceptó una invitación de Bush en febrero de ese año a San Antonio para donde anunció la entrega equipo para el combate al narcotráfico. Esa visita de un día le costó a su gobierno 18 meses de cabildeo con el gobierno de Bill Clinton para que pudieran encarrilar nuevamente las relaciones, y aceptar enmiendas al Tratado de Libre Comercio para que lo ayudara a conseguir su aprobación en el Capitolio. Peña Nieto optó ahora por el partido contrario y enfrentarse en los hechos a Trump. Hoy no ganaría el republicano la elección, pero si para el 8 de noviembre las cosas cambiaron y triunfa, Peña Nieto pagará ante él todos estos agravios cometidos y aceptar lo que le pida. Así le sucedió con Obama, y existe la posibilidad, remota actualmente, de que lo repita con Trump.


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julio 21, 2016

La colina de Peña Nieto

La colina de Peña Nieto

La colina

Estrictamente Personal por: Raymundo Riva Palacio

Las redes sociales se inundaron este miércoles de felicitaciones para el Presidente Enrique Peña Nieto por sus 50 años de vida. En la víspera le regalaron un pastel y en su día exacto fue felicitado por tantos como se cruzaron con él. Que lo disfrute porque le quedan dos cumpleaños más a lo máximo, donde esta apoteosis dejará de ser sincera. Los políticos no saben cuántos amigos artificiales tienen hasta que dejan de ser poderosos. Los presidentes viven situaciones más crueles, porque el final de su existencia pública, los excesos y los privilegios, caducan cada seis años sin posibilidades de reinvención. Por eso, en el otoño de los presidentes, como con la edad, hay que saber envejecer.
Peña Nieto debe asumir seriamente esta realidad, porque a diferencia de sus antecesores a estas alturas del sexenio, la desaprobación a su gestión sigue creciendo. A las resistencias a sus reformas, los yerros en el mensaje para venderlas y su encapsulamiento en Los Pinos, se le conectan dos variables tóxicas: la corrupción y la percepción de que como no se había visto en décadas, es rampante y descarada. La corrupción es el elefante en la sala que el Presidente no ha querido ver, que magnificó el conflicto de interés en el que cayó en la llamada “casa blanca”, que apenas reconoció como un error. Peña Nieto, se escribió aquí ayer, cumplió tarde una cita con la historia y la sociedad, pero finalmente llegó. No bastará. 

 

A lo largo de este Gobierno la prensa ha documentado casos de corrupción que siguen sin castigo. En agosto de 2013 esta columna reflejó la molestia de los empresarios por la corrupción que estaban encontrando en diversas áreas del Gobierno Federal, particularmente en Pemex y el sector de Comunicaciones, por cobros de comisiones más allá de las tolerables de antaño, donde les exigían de 25 a 40% por contrato. Hace casi tres años, con un Presidente bastante fresco en Los Pinos, las denuncias de corrupción no era algo que admitieran, ni siquiera con reservas o matices, dentro del gobierno. 

 

Quien esto escribe le preguntó directamente a dos de los más importantes Secretarios de Estado sobre la corrupción. Uno de ellos, tajante, afirmó: “No hay”. El otro, igualmente firme, admitió: “No he oído nada”. Entre la negación y el aislamiento, la corrupción continuó. Los escándalos de varios gobernadores a los que se señala de corruptos dominaron las elecciones del 5 de junio, como las del año pasado en Guerrero, Nuevo León y Sonora. La corrupción en el sistema penitenciario federal es una de las hipótesis para explicar la segunda fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, pero no necesariamente porque haya comprado a funcionarios o jueces, sino por el misterio de cuánto dinero destinado al fortalecimiento de los sistemas tecnológicos y procedimientos, encontró el camino hacia los bolsillos de unos cuantos que debilitaron las cárceles de máxima seguridad. Actos ilegales hubo con empresarios, religiosos y periodistas. 

 

La corrupción no es patrimonio de los gobiernos, y ha sido acompañante permanente en discursos y atacada furiosamente, pero con retórica, no con la ley. La “casa blanca” le costó mucho a Peña Nieto porque en una sociedad donde lo ilegal es igual que lo ilegítimo, no haber atajado frontalmente el conflicto de interés en el que incurrió, llevó a que el jurado popular convirtiera un error de juicio en una sentencia condenatoria. No es justo para el Presidente, pero es la realidad política. No cambió a tiempo la percepción y ahora paga el costo de su omisión. La imagen perdurará, pero si no atiende frontalmente la corrupción en lo que queda del sexenio, dentro y fuera de su gobierno, peores cosas vendrán cuando entregue el poder.

 

Peña Nieto no puede echar en saco roto la experiencia del Presidente José López Portillo, quien durante su administración aceptó el regalo de su amigo y colaborador, el mexiquense Carlos Hank González, de una propiedad en el poniente de la ciudad de México, de 65 mil metros cuadrados, donde construyó una casa que los vecinos llamaron “la colina del perro”, cuyo nombre surgió de su ubicación, con el peyorativo a López Portillo, quien en un discurso poco antes de la terrible devaluación de 1982, aseguró que “defendería el peso como un perro”. López Portillo construyó una bonita casa, con una maravillosa biblioteca de 25 mil libros, que está lejos de compararse, en majestuosidad, con lo que es la “casa blanca”.

 

López Portillo, como Peña Nieto, lastimó a todos. Peña Nieto con sus reformas y con su mal manejo político y de seguridad, golpeó a las élites empresariales, a las clases medias y a la población en general; López Portillo, con la nacionalización de la banca, le pegó a las élites empresariales, y con la debacle económica, al resto del país. López Portillo, metido en problemas maritales al final de su vida, murió de forma precaria pero con una pésima fama que nunca se le borró. Quienes tenían recursos y acceso a medios, le construyeron la imagen de un político frívolo empapado en corruptelas. Peña Nieto comparte los mismos enemigos que López Portillo, pero como se dijo líneas atrás, en condiciones mucho menos favorables que su antecesor. Pero para eso es la historia, para analizar lo que se hizo y las consecuencias por dejar de hacer lo correcto. Peña Nieto tiene aún tiempo para corregir. Sólo requiere la decisión de hacerlo.


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julio 20, 2016

Peña Nieto busca su salvación

Peña Nieto busca su salvación

Peña Nieto

Estrictamente Personal por Raymundo Riva Palacio

El Presidente Enrique Peña Nieto cumplió tarde una cita con la historia y la sociedad, pero finalmente llegó. En la promulgación del Sistema Nacional Anticorrupción admitió lo que durante casi dos años negó: que haber comprado su esposa una casa a través de un constructor amigo de él, era un conflicto de interés. “Reconozco que cometí un error”, dijo. “No obstante que me conduje conforme a la ley este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. En carne propia sentí la irritación de los mexicanos; la entiendo perfectamente. Por eso, con toda humildad les pido perdón, y les reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio y la indignación que les causé”.

El episodio se le conoce genéricamente como la “casa blanca”, por el color de la ampliación que realizó su esposa Angélica Rivera a su casa original en las Lomas de Chapultepec, el elegante barrio de la Ciudad de México. La “casa blanca” fue un tema de interés público derivado de una investigación periodística del reportero Rafael Cabrera, difundida en el viejo programa de radio de Carmen Aristegui, que tuvo como antecedentes la indolencia del Presidente, la soberbia de su equipo, y el pésimo manejo de crisis en Los Pinos, que sólo ayudó a que se hundiera más la deteriorada imagen de Peña Nieto, que venía en picada desde noviembre de 2013 como consecuencia de la reforma fiscal.

La “casa blanca” pudo haber sido un problema de menor alcance de habérsele dado un trato serio, frío y responsable en la toma de decisiones. La propiedad, que iba a ser un anexo a la que tenía la señora Rivera, fue adquirida mediante la operación inmobiliaria del Grupo Higa, propiedad de su amigo, el constructor Juan Armando Hinojosa, quien cuando Peña Nieto se lo planteó, él mismo dijo que era un error hacerlo de esa manera. El entonces Gobernador del Estado de México no le hizo caso, y con la frivolidad en la que a veces incurre, rechazó cualquier observación que llamara a la prudencia. El segundo problema, tiempo después, vino por la soberbia en Los Pinos

Tras abrir la señora Rivera en mayo de 2013 a la revista española del corazón ¡Hola! su nueva propiedad, Cabrera comenzó a indagar sobre la casa. Dos meses antes de que se difundiera, habló a la oficina de prensa de Los Pinos para pedir su opinión, pero nunca le hicieron caso. Luego de darse a conocer su existencia, la decisión en Los Pinos fue de avestruz. El Presidente escondió la cabeza, por sugerencia de sus colaboradores, y por medio de una recomendación del vicepresidente de Televisa, Bernardo Gómez, al entonces jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño, decidió que la única persona que daría la cara sería la señora.

Se le instruyó que explicara en un video colocado en YouTube cómo se había hecho de ella, y cómo la había pagado. Sola, con una escenografía austera y oscura, la dejaron hundirse y le provocaron heridas que aún no se le curan. Peor aún, la estrategia era equivocada. ¿A quién se le ocurrió que una actriz podría defenderse mediante un video? No consideraron que ese modelo de manejo de crisis nunca se puede aplicar con quien ha hecho su vida de la interpretación y el melodrama. El resultado, por si alguien no recuerda, fue desastroso. Casi ocho de cada 10 mexicanos no le creyeron, muchos se sintieron regañados por ella, y la aprobación del Presidente se hundió. Tuvo una pérdida de alrededor de 10 puntos porcentuales; es decir, cinco millones de mexicanos aproximadamente, se añadieron a quienes desaprobaban su gestión.

Peña Nieto perdió un valioso activo como era ella y tuvo que salir a dar la cara más adelante, con la insistencia de que no había violado ninguna ley. En ningún momento aceptó lo que la prensa subrayaba, que el conflicto de interés era claro y que como en muchos de estos casos, no era un asunto de ilegalidad sino de ilegitimidad. Entender la diferencia entre legal y legítimo, entre realidad y percepción, y aceptar que lo que se nutre de imágenes y símbolos en el imaginario colectivo puede convertirse en realidad y afectar acciones y decisiones, le llevó largo tiempo entenderlo. El lunes dijo que, en efecto, la “casa blanca” había afectado a la investidura presidencial, y su gestión de gobierno.

El Presidente pudo haber hecho muchas cosas en todo este tiempo, pero no lo hizo. El tiempo se le fue en vano y no supo corregir antes de que entrara en la espiral del descrédito. Su honestidad e integridad fue cuestionada y permitió que el tiempo, su inacción y su pasividad, profundizara las heridas en la sociedad, que reaccionó con irritación irreversible. Pedir perdón es un buen inicio, pero en las condiciones de su deterioro como Presidente, insuficiente. El perdón le recupera parte de la legitimidad perdida, pero tiene que actuar en contra de la corrupción, la de sus amigos, colaboradores, gobernadores o aquellos a los que protegió en estos años. Este es el siguiente paso en la escalera para recuperar su Presidencia, reinventarse como político y buscar que, cuando termine su gestión, no sea despreciado por los mexicanos y perseguido por los fiscales. Es decir, le faltan todavía varios pasos más para reivindicarse y redimirse.

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julio 19, 2016

Caen las máscaras en el INEGI

Caen las máscaras en el INEGI

Caen las máscaras

Estrictamente Personal. Por: Raymundo Riva Palacio

Lejos de los reflectores públicos, el reloj caminaba aceleradamente para la sucesión en la Presidencia del INEGI al terminar 2015. En noviembre pasado se mencionaron en este espacio las maniobras que se venían dando para que el Gobierno recuperara el control del INEGI, la gran fábrica de información sobre la cual se diseñan políticas públicas en México que por su autonomía, se había ganado el respeto como contrapeso a las estadísticas y mediciones del Gobierno. Su independencia de criterio y libertad de expresión no era algo con lo que la administración del Presidente Enrique Peña Nieto estuviera cómoda. Todo lo contrario. El INEGI era un órgano fundamental, y por eso la imposición de Julio Alfonso Santaella, parte del equipo del Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que está tomando el poder del Gobierno, para que hiciera el trabajo de maquillaje que requiere la administración.
 

Dos mediciones causaban un roce permanente con el INEGI, las mediciones del Producto Interno Bruto, y las de la pobreza. En octubre, el Director del Servicio de Administración Tributaria (SAT), Aristóteles Núñez, esbozó lo que venía en camino. Núñez cuestionó al INEGI al asegurar que era “necesario evaluar si la forma en que actualmente se (medía) el Producto Interno Bruto de México (era) correcta, porque el crecimiento económico del país no parece empatar con algunos indicadores de recaudación, consumo y empleo”. Reiteradamente, por su parte, el Secretario de Desarrollo Social, José Antonio Meade, ha cuestionado la metodología de todos los órganos que miden la pobreza en México porque sólo se enfocan en el ingreso y no “diversas carencias sociales”.

 

Todavía no hay cambio en la medición del PIB, pero la modificación de la metodología para medir la pobreza, realizada unilateralmente por el INEGI, está causando un escándalo. No es para menos. Según el reporte trimestral sobre ingreso en los hogares, los más pobres tuvieron un incremento real de 33.6% en un solo año. La nueva metodología recortó en tercio lo que en 40 años no se había podido lograr. Nada mal para el manejo de número. Según el INEGI, el ingreso real de los hogares a nivel nacional se elevó 11.9%, aunque en algunas entidades ese aumento fue de 30% entre 2014 y 2015.

 

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social, conocido por sus siglas CONEVAL, que mide la pobreza en México, protestó airadamente. El cambio de metodología se hizo a espaldas de ellos, pese a existir un convenio con el INEGI. “Dichos cambios carecen de documentos públicos de carácter técnico que los justifiquen, y no fueron debatidos técnicamente con CONEVAL, ni anunciados de manera oportuna, por lo que el proceso de captación del ingreso que elaboró el INEGI no fue transparente”, indicó el órgano este domingo en un comunicado. Su secretario ejecutivo, Gonzalo Hernández Licona, añadió: “Estamos muy molestos de que el INEGI no nos hubiera dicho que harían esos cambios. Sin transparencia. Sin planeación. No habrá forma de conocer la evolución de la situación de los hogares en México respecto de años previos”.

 

El trabajo sucio comenzó. En el texto publicado en este espacio en noviembre pasado, se citaba un artículo de Jonathan Heath, un respetado economista, maestro y conferencista, quien escribió en octubre sobre lo dicho por Núñez: “Llaman la atención las declaraciones del titular del SAT, de que el INEGI calcula mal el PIB del país. Según la posición (del SAT), el crecimiento económico no empata con los indicadores de recaudación, consumo y empleo. Lo que dice la dependencia de la SHCP es que dado que las cifras que produce el INEGI no reflejan lo que el gobierno quiere, habría que cambiar la metodología de las cuentas nacionales… Básicamente, lo que sugiere ahora (Hacienda) es que hagamos en México lo que hicieron en Argentina: manipular las cifras económicas para reflejar los deseos de los funcionarios”.

 

Heath alertó en su momento lo que pretendía hacer Hacienda al imponer a un presidente en el INEGI cortado a su medida. “Esta posición es exageradamente peligrosa… ¿A qué se debe esta falta de respeto a la autonomía del INEGI?”. Ese mismo octubre, Gabriel Casillas, economista en jefe de Banorte, apuntó en El Financiero: “Si los analistas podemos ser críticos, ¿por qué no puede serlo un funcionario del Gobierno Federal, si la opinión se trata de un organismo autónomo a quien ya no puede dirigir, ni ‘torcer las tuercas’, como se dice vulgarmente?”.

 

Casillas dijo en aquél momento que esta dinámica se daba porque la libertad de expresión es mucho más amplia que antaño y que el INEGI era autónomo. Es cierto que hoy en día hay mayores márgenes de libertad de expresión, pero también lo es que hay tendencias autoritarias regresivas. La autonomía tampoco es diáfana. En un país de libertades acotadas como México, no puede medirse bajo la definición clásica de autonomía. En este espacio se afirmó en noviembre que la autonomía operaría como reloj hasta que se enojara el Gobierno. Entonces empezarían los problemas. Casillas pensaba en ese momento que no podían “dirigir o manipular” al INEGI desde afuera, por lo que necesitaban a un cómplice metodológico que actuara como le dictaran desde Hacienda, no a un presidente que defendiera la autonomía del INEGI por encima de sus métricas. Las visiones catastrofistas se cumplieron. En su primera prueba, Santaella demostró para que fue nombrado.


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julio 18, 2016

2018: López Obrador

2018: López Obrador

2018

Estrictamente Personal. Escrito por: Raymundo Riva Palacio

Andrés Manuel López Obrador ya vio más allá del horizonte. La silla presidencial está al alcance de sus manos siempre y cuando haga los movimientos correctos. La línea estratégica tiene un principio, finales de junio, cuando en un multitudinario mitin en la Ciudad de México urgió al presidente Enrique Peña Nieto que iniciara un gobierno de transición. El segundo momento fue la semana pasada, cuando en una entrevista de radio se separó de sus aliados electorales, los maestros disidentes, y dijo que no sólo no era posible derogar la Reforma Educativa, sino que de hacerlo, el Presidente estaría claudicando. En los medios se interpretó esto último como una moderación en el tono de López Obrador, y fue analizado en términos generales como algo positivo. Es eso y más.

En el arranque de la sucesión presidencial de 2006 respondía a las preguntas de si quería ser candidato, que “lo dieran por muerto”. Como la humedad quería penetrar. En la de 2012 arrancó con una estrategia de concordia observando cómo se caía la candidata del PAN, antes de atacar. Pero para 2018, ya no parece percibirse como candidato, sino como Presidente que tiene que cumplir el trámite de las urnas. Los momentos del 26 de junio y el 15 de julio no son aislados, ni son ocurrencias del momento. Están perfectamente conectados y responden a la lógica de un López Obrador que tiene, objetivamente hablando, la mejor oportunidad de su vida por alcanzar la Presidencia.
El 26 de julio planteó que Peña Nieto iniciara un gobierno de transición para entregar el mando en 2018 en un ambiente de tranquilidad y paz social. Con ellos, agregó, se podría abrir una nueva etapa en la vida del país, con un gabinete distinto, bajo la premisa del diálogo y la reconciliación, con respeto absoluto a garantías individuales y derechos ciudadanos. López Obrador estaba viendo la tormenta en la que se encuentra el gobierno y la desaprobación de tendencia negativa que parece imparable de Peña Nieto. Si con el paso de los meses el consenso para que gobierne el Presidente se va erosionando y la conflictividad social en el país se fortalece, ¿cómo podría navegar durante los dos años y medios que faltan para la transmisión del mando?


López Obrador está leyendo el comportamiento del electorado. La última encuesta de preferencias electorales hacia el 2018 de Buendía&Laredo, lo tiene en una contienda pareja con la panista Margarita Zavala, Margarita Zavala, relegando al tercer lugar al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Pero al ver la intención de voto por partido, el PAN aventaja con 24%, seguido por el PRI con 20%, y Morena con 17%. Visto objetivamente, no le alcanzaría a López Obrador, pese a sus positivos que él tiene y la buena opinión que hay de Morena.


La combinación PAN-Zavala es fuerte, porque ese partido ha ido solo en las últimas elecciones. El PRI ha ido con el Partido Verde, que tiene 5% de intención de voto, y en las últimas elecciones con el PT (1%), y Encuentro Social (1%). Si se mantuvieras esa alianzas, el PRI como partido superaría al PAN. El PRD, que en las dos anteriores elecciones presidenciales jugó con López Obrador, tiene 6% de intención de voto, mientras que Movimiento Ciudadano, que también lo apoyó, 4%. López Obrador requeriría ese 10% para estar en posibilidades reales de competir. Sin alianzas, difícilmente se convertirá en adversario de peligro.

Estos cálculos son los que llevaron a López Obrador a cambiar su rechazo a las alianzas. “Si el PRD se deslinda claramente del PAN, el gobierno y lo que representa el Pacto por México, podríamos sentarnos a platicar”, dijo. El PRD no tiene opción. O va con el PAN en 2018, o va con él. Dejó de ser un partido competitivo y se convirtió en una bisagra. Es el caso de Nueva Alianza y de Movimiento Ciudadano, donde dependerá de quienes son los candidatos de 2018 para determinar con quién negocian mejor sus apoyos.


López Obrador está pensando en el 1 de diciembre de 2018 desde la silla presidencial. De ahí su cambio de postura sobre la Reforma Educativa. “No se puede derogar”, afirmó. “Sería la claudicación del gobierno”. Su frase va más allá de la educación. Claudicar es el caos. “Tiene que haber autoridad, y tenemos que llegar a 2018 con estabilidad, con paz social, para que la entrega de estafeta se dé en un ambiente de normalidad política”, agregó. “Si se vence por completo a Peña Nieto, no va a haber estabilidad; no va a haber gobierno”.


Lo está viendo claro. Las condiciones socioeconómicas, de mantenerse, lo ayudan a él más que a nadie en 2018. Las condiciones políticas, también. Si ya tuvieron su oportunidad el PAN, y el PRI con su regreso, ¿por qué no darle la suya a López Obrador? Lo que el necesita ahora es que la gobernabilidad, por frágil que sea, se mantenga. “No queremos construir el nuevo México a partir de escombros”, dijo. Que termine en paz Peña Nieto y que la izquierda se una en torno a él, son sus dos objetivos estratégicos. López Obrador dice no querer arrancar un gobierno en ruinas, para no perder el tiempo en construir el tipo de país que quiere. ¿Ese gobierno sería bueno? ¿malo? Esa reflexión será para un texto futuro.


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julio 15, 2016

Las malas costumbres

Las malas costumbres

Las malas costumbres

Estrictamente Personal. Por: Raymundo Riva Palacio

Tres años después de haber iniciado su gobierno, el presidente Enrique Peña Nieto hizo una importante rectificación: no se tolerará ningún abuso por parte de la Policía Federal, ni violación alguna a los derechos humanos. La advertencia es fundamental porque lo que reconoce es que lo hecho hasta ahora está mal y se tiene que corregir lo que empezó el 1 de diciembre de 2012, mientras asumía la Presidencia en San Lázaro. Afuera, en la génesis de lo que ahora promete cambiar, los responsables de la seguridad comenzaban el regreso al pasado represor.

Ese día, la resistencia civil opositora a Peña Nieto organizó oleadas de ataques contra la Policía Federal en el perímetro de seguridad con el que se había blindado el Palacio Legislativo. El primer responsable de la seguridad pública, Manuel Mondragón, sacó del baúl de la ignominia a los halcones y les ordenó enfrentar a los provocadores. Desde las barreras de metal de la Policía Federal salieron agentes vestidos de civil con palos, cadenas y armas para encararlos, y después de golpear, regresaban a sus trincheras. Nadie le dijo a Mondragón que los recursos que utilizaba, propios de un régimen represor, no eran aceptados. Al contrario, lo estimularon.
 Halcones se utilizaron en diferentes momentos. El último fue en Nochixtlán el 19 de junio pasado, cuando desde las instalaciones de la Policía Federal en esa comunidad oaxaqueña, agentes vestidos de civil fueron vistos con armas largas para enfrentar a la población. No hay evidencia de ninguna bala de la Federal matara a una de las ocho personas que cayeron ese día, pero la Comisión Nacional de Derechos Humanos tiene pruebas que en otros enfrentamientos previos los policías no han utilizado armas de cargo para esconder sus prácticas ilegales. En este sentido, quiénes dispararon en Nochixtlán, sigue siendo un misterio. La suspicacia sobre los federales se debe a que las malas costumbres que regresó Mondragón al gobierno federal, superaron a los dos hombres íntegros que lo sucedieron, Monte Alejandro Rubido y Renato Sales.


El Presidente se refirió en términos generales a los abusos y las ilegalidades de los policías federales, sin entrar en detalles. Nochixtlán, como último botón de muestra, desnuda además la falta de trabajo de inteligencia en la Policía Federal. El comisionado Enrique Galindo ha admitido públicamente que los emboscaron, pero el antecedente es que en los cuatro días previos al enfrentamiento, los federales que llegaron a esa comunidad, no recopilaron la información de inteligencia que les habría permitido a sus jefes ajustar su estrategia y evitar el choque. Como resultado, los provocadores, que desplegaron tácticas defensivas, se aprovecharon de la desorganización y desarticulación de la Policía Federal, que tuvo que recurrir al uso de la fuerza sin acatar sus protocolos.


La falta de trabajo de inteligencia ha sido una constante en este gobierno. Por decisiones de Mondragón dejaron de recopilar información en los penales de máxima seguridad, por lo que Joaquín El Chapo Guzmán, vio en esas deficiencias la oportunidad para su segunda fuga. La inteligencia aparece en lo alto de los protocolos de uso de fuerza de la Policía Federal, y el déficit o ineficiencia en este gobierno ha sido germen de tragedias, al producir en cascada el incumplimiento de los protocolos de procedimientos y uso de la fuerza.


Un notable ejemplo es la noche de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa en septiembre de 2014, cuando los federales en la región de Iguala fueron omisos en sus responsabilidades, cuando menos, al dejar que policías municipales y criminales actuaran contra los estudiantes. Fueron testigos del ataque contra el equipo de futbol de Los Avispones de Chilpancingo en Mezcala esa misma noche, sin que actuaran para evitar el ataque, ni para preservar la escena del crimen para la recopilación de evidencias, que es otra violación a los protocolos de la Policía Federal. Tampoco hicieron nada por evitar el secuestro de un camión de normalistas, que desaparecieron, en la salida de Iguala rumbo a Huitzuco.


Es cierto que en México hay un problema estructural con las policías –algunas de sus causas son el mal reclutamiento, capacitación, controles de confianza, salarios, equipamiento-, pero en el gobierno de Peña Nieto se ha añadido una constante de errores que, por su volumen,  no se sabe si son fallas o si se está dando, en las cañerías del sistema de seguridad, una restauración del estado represor. Tanhuato, es otro caso de estudio. En esa comunidad michoacana hubo un enfrentamiento entre la Policía Federal y miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación en mayo del año pasado. Pero el saldo no fue resultado de un enfrentamiento sino de una matanza.


La Policía Federal utilizó una fuerza letal que violó los estándares de Derechos Internacional y la llevó a una ejecución extrajudicial. De acuerdo con los protocolos de la Policía Federal, el índice de letalidad establece que un radio de un policía muerto por 1.4 agresores; en Tanhuato hubo un policía muerto por 42 agresores abatidos. Adicionalmente, los federales alteraron la escena del crimen y colocaron armas en donde no había, para probar la violencia de sus actos. Aún si no fuera una violación a los protocolos, ni aún así, se justificaría el abuso de fuerza.


El desempeño de la Policía Federal ha sido desconcertante. La liga, a decir por las palabras del Presidente, se rompió. Tendrán que venir acciones y consecuencias contra sus mandos superiores, porque de palabras no se construye un estado de Derecho.


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julio 14, 2016

Ochoa contra la nomenklatura

Ochoa contra la nomenklatura

Ochoa

Estrictamente Personal. Por: Raymundo Riva Palacio

1er. TIEMPO: El viejo PRI, lleno de ratas. Era un momento de gran felicidad. El equipo de campaña de Enrique Peña Nieto celebraba con la élite del PRI la victoria sobre Andrés Manuel López Obrador. Ya entrada la noche, pasado de copas, a uno de los más cercanos colaboradores del candidato ganador se soltó la lengua. “Con todas estas ratas”, le dijo a un priista mientras señalaba con los ojos a los gobernadores, “antes nos alcanzó para ganar”. En el equipo compacto de Peña Nieto nunca había habido respeto hacia ellos. Todo lo que oliera a priista, decían, era un lastre que tenía que ser arrojado por la borda. Eran funcionales en coyunturas, como para los financiamientos opacos de la campaña presidencial, entregando recursos que levantaran quejas en las ventanillas de la Secretaría de Organización del PRI y de la coordinación de la campaña. A Peña Nieto, que tenía un código priista, lo iban a cercar y paulatinamente lo alejarían de sus raíces. En Los Pinos, en los primeros meses de su gobierno, Peña Nieto recibió al Comité Ejecutivo Nacional en el Salón “Adolfo López Mateos” y les dijo que con él, habría una “cercana distancia”, parafraseando en positivo la frase que acuñó Liébano Sáenz para su jefe, el Presidente Ernesto Zedillo, con respecto al PRI. La “sana distancia” zedillista no regresaría, confirmó Peña Nieto a los priistas, que salieron reconfortados y alegres con su Presidente. No tardó mucho en venir la decepción. Era tan negativa su imagen ante el electorado y tan grande su pérdida de consenso –el encapsulamiento ya estaba materializado-, que en las elecciones federales de 2015 lo borraron de las campañas. Siguió su caída en las elecciones de gobernadores en junio, pero ya no bastó que lo eliminaran de la propaganda: sus negativos y su política económica, fueron plomo en el mar electoral. No lo ven así en su entorno. Es la corrupción de los priistas, a quienes habría que eliminar para sobrevivir, comenzando por los gobernadores tricolores. La primera bala fue disparada la semana pasada. Se llama Enrique Ochoa, quien buscará ser el sepultador de la nomenklatura.

2º. TIEMPO: El fruto de un charolazo con Stiglitz. En la década de los 90’s el ITAM se convirtió en la fábrica de la nueva clase gobernante. De ahí salieron dos jóvenes que coincidieron en la Universidad de Columbia y compartieron departamento en Nueva York. Eran Alejandro Murat, de una de las familias políticas del PRI, y Enrique Ochoa, un priista sin padrinos. Habilidosos y con la idea fija de hacer carrera política, aprovecharon sus viejas relaciones en el ITAM y a través de ese networking –léase Luis Videgaray, que era secretario de Finanzas en el gobierno estatal- llevaron a su profesor, Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía en 2001, a un seminario internacional en el spa El Santuario, en Valle de Bravo. Lo habían organizado para el entonces gobernador Arturo Montiel, que quería ser Presidente, pero quien se quedó impresionado por ellos fue un joven de carrera ascendente, Enrique Peña Nieto. Cuando comenzó su gobierno en el estado de México, Peña Nieto no dudó en contratar a esos jóvenes. Murat, sería director del Instituto de la Función Registral, y Ochoa asesor. Videgaray era el gozne que vinculaba a el hambre -de Peña Nieto, intelectualmente limitado- y las ganas de comer -jóvenes con los conocimientos y capacidades técnicas de las que carecía-. La relación con Ochoa se fue fortaleciendo sin que nadie lo viera. En marzo, cuando ya trabajaba en el Instituto Federal Electoral, estuvo en una cena que ofreció en su casa María del Carmen Alanís, la entonces presidenta del Tribunal Electoral al gobernador Peña Nieto y a su secretario de Finanzas, Videgaray, para discutir la preparación de la resolución que lo exoneraría de penas por la difusión de propaganda de su quinto informe de gobierno en estados donde habría elecciones locales. Ochoa, abogado y economista, era una pieza de la estrategia. Tiene una mente entrenada y sofisticada, moldeada por su asesor de tesis de doctorado en Ciencia Política, Alfred Stepan, reconocido internacionalmente por su trabajo sobre los peligros que viven las democracias en transición y consolidación. Uno de los problemas que Stepan ha buscado resolver es cómo pueden ser erosionados los regímenes antidemocráticos para construir una verdadera democracia. La síntesis de sus variables es acabar con los viejos regímenes, modelo teórico que hoy, Ochoa podrá probar en campo.

3er. TIEMPO: La paradoja de Enrique Ochoa. No deja de ser un capricho del surrealismo político mexicano que para acuerpar a Enrique Ochoa en su llegada al PRI, los mismos grupos de interés que tendrían que ser sacrificados para alcanzar sus objetivos de transformar el partido para que responda las demandas de los ciudadanos, hayan sido los que le dieron el primer impulso, la CTM, la CNC y el Sector Popular. También es una paradoja que quien lo ungió como líder del PRI, el presidente Enrique Peña Nieto, tendría que morir –metafóricamente hablando- para que su objetivo de cambiar el partido y mantener la Presidencia en 2018 pueda cumplirse. Pero esto es lo que pasa cuando se hace caso a recomendaciones sin comprender el alcance de lo que puedan tener esas decisiones. Si Ochoa cumple lo que dice es su propósito, tendría que apuntalar la consolidación de la democracia mexicana, para lo cual, de acuerdo con lo que se le metió en la cabeza de sus tiempos de estudios en la Universidad de Columbia, tendría que luchar porque el Estado sea funcional, que opere plenamente el Estado de Derecho, que la sociedad en su totalidad participe de la economía y no sólo los que más tienen, que la sociedad política sea autónoma y la civil viva y activa. Es decir, mucho de lo que ha fortalecido Peña Nieto y su gobierno, tendría que ser desmontado. Es un contrasentido, por supuesto. Carlos Salinas, como Presidente, no pudo con la nomenklatura del partido pese a que quiso aniquilarla. Peña Nieto no permitirá el fin de la nomenklatura porque él es parte de ella misma. ¿Qué pretende entonces con Ochoa? Conservar la Presidencia para los suyos bajo las líneas de Guiseppe Tomasi di Lampedusa en Gatopardo: cambiar para no cambiar. De esta forma, el nuevo dirigente del PRI le será a Peña Nieto y su equipo, meramente funcional. Es decir, la nueva nomenklatura al remplazo de la vieja nomenklatura.

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2018: El Presidente ya dio color

2018: El Presidente ya dio color

2018

Estrictamente Personal. Escrito por: Raymundo Riva Palacio

La semiótica es una arma poderosa en la política del presidente Enrique Peña Nieto. Con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, a casi tres mil 500 kilómetros de distancia hablando sobre niños en la ONU, el jefe de Los Pinos habló en el auditorio “Plutarco Elías Calles” del PRI a través de imágenes. Este 12 de julio no será una fecha para olvidar, porque Peña Nieto, se puede argumentar, hizo la primera definición para la sucesión presidencial en 2018. El Presidente se decantó por su alter ego, Luis Videgaray, secretario de Hacienda, quien hace más de una década lo introdujo al mundo de las ideas y lo volvió adicto a su inteligencia. Peña Nieto utilizó la unción de Enrique Ochoa como líder nacional del PRI, para dejar claro a sus militantes el camino a seguir en el año y medio que falta por oficializar la candidatura presidencial.

El Presidente ratificó que los priistas gritan mucho y se doblan pronto. Protestaron contra la imposición de Ochoa, pero a diferencia de la ruptura de la Corriente Crítica en 1987, ya no tienen los arreos para enfrentarse a su Tlatoani. Aceptaron a Ochoa, fríos como dicen las crónicas periodísticas, pero sin oposición. El Presidente, no obstante, los aplastó. No importan lo que digan. Las cosas son a su manera. Puso a que escoltaran la marcha triunfal de Ochoa al secretario de Educación, Aurelio Nuño, y al de Desarrollo Social, José Antonio Meade. Mandó refuerzos con los secretarios de Economía, Ildefonso Guajardo, de Turismo, Enrique de la Madrid, y de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu. Todos de la primera línea de batalla de Videgaray.


A Nuño, sin ser este su mentor –al diputado Enrique Jackson, también en el auditorio priista, le corresponde la autoría-, le abrió las puertas del paraíso peñista, en la campaña presidencial y en Los Pinos. Meade, su único par en el gabinete, es más que su alma gemela; son un binomio simbiótico desde hace más de dos décadas. De la Madrid, educado en las mismas universidades de la élite financiera peñista, es producto de la gracia del secretario de Hacienda. Y Ruiz Massieu se ganó su confianza desde que coincidieron como diputados hace tres legislaturas, que le sirvió de plataforma para trabajar con la actual administración.


Peña Nieto, para enviar un mensaje adicional de respaldo, envió a su director de Comunicación Social, Eduardo Sánchez, quien entró al auditorio en el grupo de poder de Los Pinos acompañado de Dionisio Meade, padre del secretario de Desarrollo Social, quien fue colocado –sin tener porqué haber sido-, en una posición de honor en la zona del presídium. Al arropamiento presidencial y hacendario, Peña Nieto añadió figuras mexiquenses. En la primera línea, el mejor amigo de Videgaray entre los gobernadores, el mexiquense Eruviel Ávila, y su gran amortiguador, el secretario de Comunicaciones, Gerardo Ruiz Esparza. Tras, a su primo, el diputado Alfredo del Mazo. Ochoa estaba bien custodiado en su unción, que pareció más el pretexto para una definición del Presidente sobre lo que trae en mente para 2018.


Videgaray ha dicho en privado que no le alcanzaría el músculo –no son estas sus palabras, por supuesto- para alcanzar la candidatura presidencial, porque la revelación de que su casa de descanso en Malinalco fue producto de una operación inmobiliaria realizada por la constructora Higa, de Juan Armando Hinojosa, su amigo e íntimo del Presidente, generó una percepción de conflicto de interés que no podrá ser borrada y que tampoco está resuelta en la opinión pública. Sin embargo, las señales que mandó Peña Nieto muestran indiferencia a ese déficit. Lacargada por Ochoa es en realidad una cargada adelantada por Videgaray. Del secretario de Gobernación no se apuren; lo envió lejos de la ciudad de México.


Ochoa es producto del Presidente, pero construido por Videgaray, quien lo guió en sus tiempos de estudiante en el ITAM y le dio su primer trabajo en el estado de México. Su dependencia jerárquica era reconocida dentro de la Comisión Federal de Electricidad. No podía respirar tranquilo pensando que en cualquier momento lo llamaría Videgaray para alguna cosa. Incluso mantenía una guardia hasta las tres de la mañana, ante la sola posibilidad que el secretario de Hacienda lo llamara. Vivía para él; vibraba de nervios por él.


La cargada hacendaria que marchó junto a él por los pasillos del “Plutarco Elías Calles”, define hasta este momento la sucesión presidencial dentro del PRI. Peña Nieto no tiene que decirle nada a Osorio Chong, porque los signos políticos se encargaron de subrayarle que él no está en el corazón del Presidente para 2018. La política, debe pensar Peña Nieto, no es lo que el país necesitara. Lo que urge, para él y su legado, es la consolidación de sus reformas y que la historia lo juzgue por esos méritos. Se recrea el escenario de Miguel de la Madrid en la sucesión de 1987: no era la política, sino la transformación de la economía lo que necesitaba el país. Por tanto, no sería su candidato Manuel Bartlett, secretario de Gobernación, sino Carlos Salinas, secretario de Programación, quien ideológicamente estaba comprometido con su proyecto de nación.


En el caso de Peña Nieto, no es Videgaray quien está comprometido con el proyecto reformador, sino Peña Nieto quien se subió a ese diseño de país. La cargada hacendaria con Ochoa, hasta ahora, apoya este argumento.


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julio 13, 2016

Ochoa, ¿lo dejará Peña?

Ochoa, ¿lo dejará Peña?

Ochoa

Estrictamente Personal. Por: Raymundo Riva Palacio

Enrique Ochoa llegó a la dirigencia del PRI como producto de dos variables: la introspección, y la improvisación del presidente Enrique Peña Nieto. La primera, como resultado de un proceso íntimo donde rechazó las influencias externas sobre nombres que podrían encabezar el partido, y de las reticencias del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, a un cambio en la dirección de la Comisión Federal de Electricidad. La segunda, la improvisación, porque fue hasta el martes por la tarde cuando lo citó en Los Pinos para notificarle su decisión unipersonal, sin que fuera acompañada de estrategia alguna.

El presidente Peña Nieto dejó al delfín a merced de los leones. Su dedazo enfrentó resistencias públicas y beligerantes como no se habían visto en años. No se preparó un proceso inverso, como placearlo ante la militancia en el país antes de hacerlo líder del PRI, para generar consensos, ni hubo una estrategia de arropamiento mediático. Cuando los leones saltaron y la República de las Opiniones lo crucificó, no hubo voces –salvo la del coordinador del PRI en el Senado, Emilio Gamboa-, que salieran en su apoyo. Los dos pilares en el Olimpo peñista, los secretarios Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong de Gobernación, no desplegaron sus oficios para respaldar la decisión presidencial. Tampoco hizo nada la oficina de prensa de Los Pinos.
 Dejaron que Ochoa resolviera las cosas como pudiera, y descubrió las mezquindades de sus camaradas. Al cuestionar su militancia –detonada por un video donde niega ser militante y puesto en YouTube por el gobernador panista Francisco Domínguez-, le regatearon apoyos. La indiferencia y la oposición que encontró en los días previos a asumir el liderazgo del partido no fue contrarrestada por la señal inequívoca que era un hombre del Presidente. Los priistas, expertos en semiótica, deben haber visto que los alfiles de Peña Nieto no movieron un músculo ni lanzaron una mirada que confirmara el deseo de Los Pinos. Actuaron, por tanto, en consecuencia.


Ochoa tendrá que traducirle al PRI y a la sociedad que vota, qué es lo que piensa Peña Nieto del país, de su gobierno, sus políticas, y el porqué optó de manera unipersonal por él. El nuevo líder del partido tiene características que pueden servirle, como sus conocimiento profundo de las reformas peñistas y su habilidad como polemista, que juntas son buena combinación para el debate; su capacidad de organización en momentos de crisis, como lo demostró durante el huracán “Odile” que devastó Baja California Sur en septiembre de 2014; y la forma como, aunque en el bajo perfil durante las reuniones de gabinete, hablaba sin temores cuando requerían de su palabra. Pero nadie le ha regateado capacidades técnicas y articulación. El cuestionamiento es que dirigirá un partido que no conoce.


El nuevo líder del PRI ha adelantado que hará una presidencia donde debatirá en la arena pública y mostrará los contrastes. Ha definido los términos de la batalla. Tan corruptos son algunos gobernadores priistas, como panistas y perredistas. Tan opacos y maniqueos son algunos de quienes visten la casaca tricolor, como quienes usan las morenas de Andrés Manuel López Obrador. Mediocres han sido los rendimientos en la economía, como pobre fue la gestión del ex presidente Felipe Calderón. Deficientes los gobiernos panistas y perredistas, como los priistas, y con oscuras relaciones unos como otros con el narcotráfico. Es decir, Ochoa llega a un lodazal donde no hay buenos, sino menos malos que otros.

No es una arena pública novedosa. Si no la agitó el presidente Peña Nieto es porque sus asesores le aconsejaron no gobernar con el retrovisor ni cobrar las facturas para los panistas que se llenaron los bolsillos de dinero mal habido. El mejor ejemplo lo dio la gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich, que denunció a la PGR por congelar la averiguación contra su antecesor, el panista Guillermo Padrés, puesta en el limbo por instrucciones de Los Pinos. También dejó tranquilo al ex gobernador de Guerrero, Ángel Heladio Aguirre, pese a meter en la cárcel a varios de sus colaboradores más cercanos –y a su hermano también-, por actos de corrupción en su gobierno. El Presidente cuidó también a sus aliados perredistas en el Pacto por México para que sirvieran de contrapeso a López Obrador. Vistos los resultados, esa política de avestruz hacia la oposición aliada le dio pocos frutos a Peña Nieto, pero no hay señales de cambio real.


La tolerancia con la corrupción ha sido una huella que cada vez se impregna más en el legado peñista. El lunes se sacudió un poco el lastre, pero como lo había anticipado Monroy, elrecargónfue contra priistas: Javier Duarte, gobernador de Veracruz; Roberto Borge de Quintana Roo, y César Duarte de Chihuahua. Una vez más, Peña Nieto contra los suyos. Pero ya es un avance, porque hasta el lunes, la impunidad era generalizada. La pregunta es si Ochoa quiere combatir en  todos los frentes, ¿lo dejará Peña Nieto? El líder del PRI está en una encrucijada, porque al aceptar dirigirlo apostó su futuro. Si fracasa, mucho por lo que trabajó durante su vida profesional, será tirado a la basura. Entendiendo todo lo que tiene que perder, habrá que darle, al nuevo líder del PRI, el beneficio de la duda, aunque él como todos saben que el camino al éxito no dependerá sólo de él, sino de quien lo puso en ese lugar.


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julio 12, 2016

2018: ¿la entrega del poder?

2018: ¿la entrega del poder?

Poder

Estrictamente Personal. Escrito por: Raymundo Riva Palacio

Si el país grita, que vocifere en las urnas. Si el Presidente Enrique Peña Nieto no los quiso oír durante tres años y medio, menos ahora, que se ha pintado de guerra para ir por todo contra todos. El líder de la nación que a dos años y medio de dejar el poder enfrenta retos y rebeliones más propias de fin de sexenio que de la mitad de su gestión, desafió a todos dentro y fuera de su partido al imponer a Enrique Ochoa, uno de los suyos, que representa todo por lo cual la mayoría de los ciudadanos crecientemente lo rechazan en las urnas, como líder del PRI. Quizás no se vea claramente ahora, pero conforme se acerque la campaña presidencial, este ajuste le permitirá saber a Peña Nieto si su candidato tiene posibilidades reales de ganar la elección en 2018, o mejor negocia la entrega del poder.

Es imposible ver en este momento a Peña Nieto en una introspección o en conversación con quienes sí tienen acceso, planear que Ochoa conduzca la retirada del PRI de Los Pinos. Pero no es difícil imaginar que Peña Nieto carezca de la capacidad analítica para estudiar objetivamente lo que ha sucedido con el PRI y su gobierno. Como partido, el PRI empezó su declive –tendencia que no ha cambiado- entre 2010 y 2011, y desde las elecciones federales de 2015, los electores lo abandonaron por millones en las urnas. El famoso voto duro del PRI se colapsó en las elecciones para gobernador en junio pasado porque claramente en algunos estados, el acarreo priista el día de la elección sirvió para abultar la votación de otros. Sólo en Veracruz, 400 mil de los 600 mil priistas movilizados, votaron por candidatos de otros partidos, según estudios internos en el PRI.
La decisión de llevar a Ochoa a dirigir el partido sugiere que los análisis de Peña Nieto, si bien parten de la misma numeralia, son distintos en valoración. Por lo tanto, la consideración estratégica que tendría que formular a nivel escenario, la entrega del poder a un partido de oposición, debe estar fuera de su radar. “Es algo que debiera hacer”, dijo un priista que ha colaborado con los mejores de su clase. “Tendría que hacer un análisis frío ante una probable derrota en 2018”. Los datos ahí están: desde octubre de 2013 su aprobación cae y oscila entre lo más alto donde sólo cuatro de cada 10 respaldan su conducción, a lo más bajo que ha registrado, menos de dos de cada 10 lo apoyan. Peña Nieto perdió el consenso nacional para gobernar y no hay fórmula en el horizonte que le permita revertir la tendencia de forma permanente.


Es decir, si está mal, en la medida que se acerque la conclusión de su gobierno y con lo del desgaste y debilitamiento en el cargo, las cosas se pondrán peor. Pero podría ser, otorgándole el beneficio de la duda, que sí observe sus rendimientos y llegue incluso a admitir en su interior que un componente importante a la derrota de junio obedece a su mala imagen como gobernante y a sus muy poco populares reformas. En este hipotético caso, la estrategia que siguen es dispersar el voto de la oposición, aunque este método probó su vulnerabilidad en las elecciones para gobernador en Veracruz y Chihuahua –donde perdió el PRI-, o en Oaxaca –donde apenas ganó-. “La reflexión sobre la entrega negociada del poder, tendría que ser considerada”, insistió el priista.


¿Por qué negociar la entrega del poder? La reflexión no es sobre el mecanismo institucional ya probado de la alternancia. En términos procedimentales, las dos alternancias en la Presidencia (Ernesto Zedillo a Vicente Fox, y Felipe Calderón a Peña Nieto) han sido tersas e institucionales. La negociación es para salvaguardar el futuro de Peña Nieto. Dos aspectos son centrales para esta reflexión: la rampante corrupción registrada en términos de percepción, métricas y denuncias todavía a nivel privado, y las pruebas documentales de haber utilizado bandas criminales para eliminarcriminales –claramente en Michoacán-, entre cuyas consecuencias se encuentra la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, por lo que podrían perseguirlo con acusaciones de genocidio en cortes internacionales. 


Peña Nieto no es insensible a esto. La discusión sobre su futuro jurídico después de la Presidencia, ha sido un tema en Los Pinos, así como la consideración de contratar un abogado que empiece a preparar su vida al dejar el gobierno. Pero su tranquilidad no será suficiente si no maneja dentro de sus escenarios para 2018 una entrega negociada del poder, que significa la utilización de los recursos de su Presidencia para respaldar al candidato o candidata de oposición con quien arregle su post Presidencia. Su candidato o candidata no sería priista, sino quien le garantice que su fama pública no terminará como la de José López Portillo, que no se volverá un paria como Carlos Salinas, y que cuando sea necesario, lo respaldarán como a Zedillo.


Esta sería una decisión muy difícil para Peña Nieto, sobretodo, si como apunta la designación de Ochoa, está convencido que puede lograr una victoria en 2018 con su candidato y consolidar su proyecto de nación. Pero llegará el momento en que quiera o no, el escenario de la negociación pactada para la entrega del poder, sea algo que deba poner a discusión, a menos que crea en el milagro del resurgimiento del PRI a través de un acto de fe.


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