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julio 06, 2014

¿Por qué se queman los libros?

Médula. Por: Por Jesús Lépez Ochoa


La historia nos enseña que quemar libros es un intento por acallar las ideas contrarias a la concepción que del mundo tienen determinadas personas, generalmente fanáticos profesantes de alguna religión o gobernantes totalitarios.


En el siglo III A.C  el califa Umar ibn al-Jatabb ordenó la destrucción de millares de manuscritos que habían sobrevivido al incendio de la biblioteca de la ciudad egipcia de Alejandría siniestrada por las tropas de Julio César, considerando que no podía haber en ésta más que lo que estaba escrito en el Corán.


En el siglo XV el religioso dominico Girolamo María Francesco Matteo Savonarola, organizó las llamadas “hogueras de vanidad” en las que se quemaban libros que consideraba licenciosos, entre éstos, los de Giovanni Bocaccio.


El 10 de mayo de 1933 en la plaza Bebelplatz de Berlín, los nazis de Adolfo Hitler quemaron innumerables libros de autores judíos. La quema de libros siempre ha sido una herramienta de los intentos autoritarios por acallar las ideas contrarias a su ambición de dominación.


Es en este contexto en el que debe considerarse una aberración que se festeje la conclusión de una carrera universitaria quemando libros.


La palabra universidad proviene del latín universitas compuesta por unus (uno) y verto (girado o convertido), lo que significa “convertido en uno” o “girado hacia uno”, expresando una multitud de cosas diferentes en sentido de unidad.


En una universidad el estudiante recibe enseñanzas basadas en un mundo de ideas contrarias que lo ayudan a formar su propia concepción del mundo, es decir, a construir su ideología a través de los libros en los que sus padres invierten una parte del gasto familiar, privándose en ocasiones de algunos gastos personales.


Quemarlos simboliza la destrucción del conocimiento y la rebeldía contra el intento de sus progenitores por hacer de ellos personas cultas y preparadas para enfrentarse a una vida adulta que requiere esfuerzo, dedicación, disciplina y una educación sólida.


Es además símbolo de limitación académica, ya que el estudiante quema sus libros dando a entender que son algo que ya no le servirá, lo cual puede interpretarse como el conformismo de haber terminado su licenciatura y quedarse ahí, sin pensar en una maestría o un doctorado. ¿Para qué más libros?


Los libros como los conocemos, están evolucionando en la era digital. Cada vez es más frecuente la lectura en dispositivos electrónicos, por lo que la destrucción de impresos es atentar contra la historia y contra la posibilidad de que estudiantes menos afortunados puedan recibir en donación esa fuente de riqueza mental que otros desprecian al grado de echarla a la hoguera cual savonarolas o nazis del siglo XXI, lo cual es totalmente contradictorio con una universidad que como la de Guerrero, tiene una gran tradición de lucha y defensa de las ideas contrarias a los regímenes autoritarios.


El rector Javier Saldaña Almazán ha dispuesto la suspensión de los festejos conocidos como quema de libros debido a los lamentables actos violentos que se han registrado en algunas de estas celebraciones mezcaleras.


Independientemente de este factor coyuntural la suspensión debe ser permanente y aprovechar para acabar con esa mala costumbre de quemar las ideas.


¿Por qué no mejor un intercambio de libros? De esa manera los jóvenes comprenderían que éstos deben acompañar toda la vida a un profesionista que estará permanentemente obligado por el mercado laboral a mantenerse actualizado en el inagotable campo del conocimiento.


jesuslepez@hotmail.com


 

julio 02, 2014

 UIA, una nueva etapa

El Cristalazo. Por: Rafael Cardona


La semana comenzó para la Universidad Iberoamericana de manera muy notable y prometedora. El relevo en la rectoría (termina el periodo de José Morales y comienza el de David Fernández Dávalos), sugiere una plena reorientación de los esfuerzos educativos y sociales de la institución, orientada especialmente hacia un valor: el compromiso por la justicia.


El discurso inaugural del jesuita Fernández Dávalos es una pieza en la cual alguien hallará el imprescindible germen de la rebeldía crítica, mientras otro podrá encontrar residuos de teologías liberadoras.


Revisemos estas líneas a la luz del compromiso ético y político:


“…la universidad no puede constituirse sin más en custodia de lo viejo y endosar aquello novedoso que puede descubrir a los mecanismos automáticos del sistema. Al entregaren la universidad a las generaciones futuras del mundo tal cual pensamos que es, les hemos de entregar también sus múltiples posibilidades: abarcar, aunque sea por contraste su reverso y sus alternativas…”


El fomento a la Insatisfacción creadora, parece ser un valor asociado con esta otra expresión de la oferta (¿compromiso?) de la nueva rectoría de la Ibero:


“Esta universidad quiere contribuir, en un ambiente de participación, apertura, libertad, respeto y crítica propositiva, al desarrollo y difusión del conocimiento, y a la formación de profesionales e investigadores con calidad humana y académica, que se comprometan al servicio de los demás para el logro de una sociedad más justa y humanamente solidaria…


Para nosotros no tiene sentido producir” profesionales exitosos en sociedades fracasadas”… pretendemos no ser únicamente una universidad profesionalizante que se mueve en el feroz mercado de los títulos y de las certificaciones. No queremos dedicarnos a la reproducción de lo existente…”•


Y más¨


“De esta manera, el punto de partida para la investigación y la docencia con el que los jesuitas hemos querido soñar no es otro que el de la realidad misma, nuestra concreta realidad periférica y subdesarrollada. Más profundamente la perspectiva en la cual la realidad se manifiesta con mayor hondura, con mayor radicalidad, honestidad y transparencia: el punto de vista de loe excluidos. Ellos y ellas, los pobres y los excluidos, son las victimas de la realidad real. La verdad de la realidad se encuentra en ellos. Desvelarla, aprehenderla, transformarla es el reto mayor que quiero proponer para nuestra universidad… la universidad aspira a ser objetiva, pero no imparcial, porque para ser objetiva tiene que tomar partido. La cuestión educativa no trata de cómo permanecer neutrales frente a los distintos partidos o caminos sino acerca de qué partido hemos de tomar para alcanzar esa verdad que nos libera…”


Estas frases le podrán parecer extrañas a quien se haya quedado en la vieja idea de la condición elitista de la Universidad iberoamericana tan fácil para el gracejo o la broma (una cafetería con servicio escolar, decían en cierto tiempo).


Las expresiones de compromiso con los pobres y los excluidos, no son ciertamente nuevas, pero escucharlas así, en los tiempos del alborozo neoliberal contemporáneo, resulta altamente llamativo y hasta promisorio.