Médula. Por: Por Jesús Lépez Ochoa
La historia nos enseña que quemar libros es un intento por acallar las ideas contrarias a la concepción que del mundo tienen determinadas personas, generalmente fanáticos profesantes de alguna religión o gobernantes totalitarios.
En el siglo III A.C el califa Umar ibn al-Jatabb ordenó la destrucción de millares de manuscritos que habían sobrevivido al incendio de la biblioteca de la ciudad egipcia de Alejandría siniestrada por las tropas de Julio César, considerando que no podía haber en ésta más que lo que estaba escrito en el Corán.
En el siglo XV el religioso dominico Girolamo María Francesco Matteo Savonarola, organizó las llamadas “hogueras de vanidad” en las que se quemaban libros que consideraba licenciosos, entre éstos, los de Giovanni Bocaccio.
El 10 de mayo de 1933 en la plaza Bebelplatz de Berlín, los nazis de Adolfo Hitler quemaron innumerables libros de autores judíos. La quema de libros siempre ha sido una herramienta de los intentos autoritarios por acallar las ideas contrarias a su ambición de dominación.
Es en este contexto en el que debe considerarse una aberración que se festeje la conclusión de una carrera universitaria quemando libros.
La palabra universidad proviene del latín universitas compuesta por unus (uno) y verto (girado o convertido), lo que significa “convertido en uno” o “girado hacia uno”, expresando una multitud de cosas diferentes en sentido de unidad.
En una universidad el estudiante recibe enseñanzas basadas en un mundo de ideas contrarias que lo ayudan a formar su propia concepción del mundo, es decir, a construir su ideología a través de los libros en los que sus padres invierten una parte del gasto familiar, privándose en ocasiones de algunos gastos personales.
Quemarlos simboliza la destrucción del conocimiento y la rebeldía contra el intento de sus progenitores por hacer de ellos personas cultas y preparadas para enfrentarse a una vida adulta que requiere esfuerzo, dedicación, disciplina y una educación sólida.
Es además símbolo de limitación académica, ya que el estudiante quema sus libros dando a entender que son algo que ya no le servirá, lo cual puede interpretarse como el conformismo de haber terminado su licenciatura y quedarse ahí, sin pensar en una maestría o un doctorado. ¿Para qué más libros?
Los libros como los conocemos, están evolucionando en la era digital. Cada vez es más frecuente la lectura en dispositivos electrónicos, por lo que la destrucción de impresos es atentar contra la historia y contra la posibilidad de que estudiantes menos afortunados puedan recibir en donación esa fuente de riqueza mental que otros desprecian al grado de echarla a la hoguera cual savonarolas o nazis del siglo XXI, lo cual es totalmente contradictorio con una universidad que como la de Guerrero, tiene una gran tradición de lucha y defensa de las ideas contrarias a los regímenes autoritarios.
El rector Javier Saldaña Almazán ha dispuesto la suspensión de los festejos conocidos como quema de libros debido a los lamentables actos violentos que se han registrado en algunas de estas celebraciones mezcaleras.
Independientemente de este factor coyuntural la suspensión debe ser permanente y aprovechar para acabar con esa mala costumbre de quemar las ideas.
¿Por qué no mejor un intercambio de libros? De esa manera los jóvenes comprenderían que éstos deben acompañar toda la vida a un profesionista que estará permanentemente obligado por el mercado laboral a mantenerse actualizado en el inagotable campo del conocimiento.
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