En su semanario Desde la Fe, la Iglesia afirmó que “México padece un pecado social que engulle una nación”, ya que sus organismos fiscalizadores cayeron en la corrupción.
Milenio.com- EUGENIA JIMÉNEZ
22/06/2014 04:02 PM
Ciudad de México
La Arquidiócesis de México afirmó que ” la corrupción del poderoso alcanza niveles muy críticos, pudriendo estructuras enteras de gobierno”, por lo que los organismos fiscalizadores terminaron siendo “proyectos electoreros que taparon programas ineficaces, cuyos propósitos moralinos sucumbieron ante la corrupción”.
Aun cuando la “erradicación de la corrupción” fue una promesa, la creación del órgano autónomo anticorrupción en este sexenio está paralizado y se “solapa la actividad de la Secretaría de la Función Pública como agencia de contrataciones, consumiendo recursos elevados y manteniéndola en la incertidumbre y limbo jurídicos. Este incumplimiento ya entraña la corrupción que traiciona la confianza y daña la actividad pública honesta, transparente y eficaz”.
En el editorial “Corrupción” del semanario Desde la Fe se menciona que el oscuro poder de la corrupción engendra males sociales y también particulares al pervertir a las personas y desconfiar del futuro. México padece un pecado social que engulle una nación, cuyas leyes deberían moderar la opulencia y la indigencia.
“Cuando un ciudadano o un político llevan el pan sucio para alimentar a sus hijos, fruto de sus actos corruptos, cometió un pecado que clama al cielo porque genera violencia, rompe la paz y socava la armonía. ¿Hay solución? Si el traidor no quiere perderse –mencionó el Papa– debe pedir perdón y reparar el daño. Así la República corrupta tendría redención para volver a ser el país considerado, alguna vez, como el cuerno de la abundancia del cual pocos se han servido y muchos no han gozado”
El destacó las palabras del Papa Francisco “¡Son traidores los corruptos, mucho más!” al señalar las consecuencias del execrable fenómeno de la corrupción, de su arraigo en el gobierno, entre empresarios e instituciones, como mal oculto bajo la apariencia de bien que quita la vida y perjudica a los pobres. Advirtió sobre la naturaleza del corrupto como explotador que ramifica su maldad, subyugando todos los niveles de la vida pública, incluso de la Iglesia misma.
Al mismo tiempo, los medios de comunicación dieron cuenta de nuestra terrible situación. La Encuesta de Calidad e Impacto Gubernamental del INEGI reveló cuáles son los sectores más corruptos, según la percepción ciudadana. Ahí están los cuerpos policiales, partidos políticos y autoridades ministeriales; por otro lado, el Informe País sobre Calidad Ciudadana del Instituto Nacional Electoral reveló que siete de cada diez mexicanos desconfían de leyes, instituciones y autoridades, además de los altos índices de corrupción en trámites gubernamentales. A esto se suman las pérdidas económicas: en 2012 se calculó que los actos corruptos costaron casi 1.5 billones de pesos.
“Nuestra idiosincrasia parece no entenderse sin la transa y el chanchullo. Mientras el ciudadano está indignado por la corrupción de la clase política, ve con buenos ojos los negocios turbios evasores de la legalidad para alcanzar beneficios bajo la creencia falsa de ser más astuto gracias al ingenio de la mordida, arreglos, regalos y componendas como deporte nacional para conseguir, por la vía corta, lo imposible” agrega el semanario.
Además, señala que “la corrupción del poderoso alcanza niveles muy críticos, pudriendo estructuras enteras de gobierno. La renovación moral y la creación de organismos fiscalizadores fueron, al final, proyectos electoreros que taparon programas ineficaces, cuyos propósitos moralinos sucumbieron ante la corrupción. El hermano incómodo beneficiado por el nepotismo, el desvío de recursos agenciado por el tráfico de influencias o el fraude millonario por la asignación de contratos sin licitaciones, demostraron el lujo de la impunidad, amparado en el inmoral abuso del poder afianzado en la malversación del dinero público”.