En América Latina y el Caribe uno de cada cinco trabajadores viven en el campo y protagonizan un mercado laboral rural caracterizado por más empleo vulnerable, menos empleo asalariado, y una incidencia de pobreza que es el doble de la existente en áreas urbanas, destacó la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
El nuevo informe de la OIT sobre "Trabajar en el campo en el siglo XXI" en América Latina y el Caribe, presentado en Bogotá, Colombia, la agencia de la ONU afirmó que es necesario redoblar esfuerzos para mejorar las condiciones de trabajo en el campo.
El informe destaca que si bien ha habido aumento de la productividad en el campo, aún persisten grandes diferencias entre la situación del empleo rural y urbano. Una de las principales, es que hay mucho más empleo vulnerable en las áreas rurales, un 56% comparado con un 27% en las áreas urbanas.
"El campo hoy día no es lo que era 20 o 30 años atrás. Vemos grandes transformaciones: urbanización acelerada, menos jóvenes y más adultos mayores, una reducción del empleo agrícola y un aumento de las ocupaciones no agrícolas", dijo el Director de OIT para América Latina y el Caribe, José Manuel Salazar.
"Hay 52 millones de trabajadores rurales, de los cuales al menos 27 millones, están en situación de empleo vulnerable", agregó.
"A pesar de los avances, persisten grandes brechas. El sector rural concentra el núcleo duro de la pobreza, la exclusión y la informalidad en la región", comentó Salazar, y para evitar mayores rezagos "las políticas públicas deben redoblar esfuerzos para la inclusión productiva y laboral de quienes trabajan o tienen emprendimientos en el campo".
Zonas rurales
El informe señala que el desempleo en el campo es bajo. La tasa promedio regional de desocupación de 3,1% es menor a la urbana, de 6,9%. Pero aclara que esta situación está en parte explicada por la necesidad de trabajar ante las altas tasas de pobreza y el menor acceso a la educación.
"Dado que en la región la mayor parte de los ingresos laborales provienen del trabajo, es evidente que en gran medida el desarrollo y el bienestar de las áreas rurales dependen de lo que ocurra en los mercados laborales, de los ingresos y las condiciones del empleo", expuso Salazar.
Destacó que las zonas rurales reciben una menor proporción de inversiones públicas y privadas, y ese es uno de los motivos por los cuales "existen numerosas brechas de infraestructura productiva y social entre zonas rurales y zonas urbanas, lo cual a su vez se traduce en importantes brechas de productividad".
El informe de la OIT documenta una serie de mejoras en las condiciones de trabajo de las zonas rurales entre el 2005 y el 2014.
Por ejemplo en el caso de la seguridad social hubo un incremento en la cobertura de los seguros de salud, pero todavía solo un 37% tiene seguro en comparación con 62% en la zona urbana; un incremento en la cobertura de los sistemas de pensiones, pero todavía solo un 26% está cubierto en comparación con 56% en las zonas urbanas.
En cuanto a ingresos laborales, el reporte señala que a pesar de haber crecido más rápido que en las áreas urbanas, en 2014 los ingresos promedio en zonas rurales eran equivalentes a un 68% de los ingresos laborales promedio en zonas urbanas.
Y la tasa de pobreza rural de 46,2% que afecta a 60 millones de personas, es muy superior a la tasa de pobreza urbana, de 23,8%.
El tema de la estacionalidad en la demanda de mano de obra en muchos cultivos agrícolas y sus consecuencias también es abordado por el informe. La estacionalidad provoca que muchos trabajadores tengan más de un empleo, estimula migraciones dentro y entre países, y genera barreras para la cobertura de seguridad social.
Otro tema cubierto es el de las distancias geográficas que establecen barreras para tener acceso a empleos rurales no agrícolas, así como para acceder a la educación y a la formación para el trabajo y a otros servicios del Estado, dice el informe. Las distancias también generan una menor densidad empresarial, negocios de menor tamaño y mayor predominio de cuenta propia y microempresarios.
La cantidad de personas que declaran tener un negocio en las zonas rurales es de 46%, frente a 29% en el área urbana. Casi la totalidad son trabajadores por cuenta propia o microempresarios, lo cual suele estar asociado a situaciones de precariedad y afecta en forma notable el comportamiento de los mercados laborales.
Por otro lado, en el caso de trabajadores asalariados, que con más frecuencia tienen una relación laboral formal, la proporción se invierte y es de casi 70% en el ámbito urbano, y de apenas 40% en el sector rural.
El predominio del cuentapropismo y de trabajadores familiares auxiliares sin remuneración "determina que las condiciones de trabajo en zonas rurales sean muchas veces precarias e informales". El informe dice que "la asociación entre informalidad y pobreza es directa y clara en el ámbito rural".
En el caso de la educación, aunque ha habido avances "la proporción de trabajadores con educación terciaria en las zonas urbanas era 5 veces mayor que en zonas rurales".
Las mujeres
El informe además se refiere a las mujeres rurales, que tienen una tasa de participación laboral menor a la de las áreas urbanas, y solo un 35% de las mujeres que trabajan son asalariadas, en comparación con 70% en las zonas urbanas. Por lo tanto la brecha de género es mayor en el campo.
En el caso de los jóvenes su participación en el mercado laboral es ligeramente mayor en las áreas rurales, lo cual está asociado con un abandono temprano del sistema educativo. Mientras los adultos mayores aumentan, el número de jóvenes en áreas rurales se redujo en 1,7 millones entre 2005 y 2014. "Muchos jóvenes migran a las áreas urbanas".
Esta situación de pobreza rural y de brechas con el ámbito urbano genera "un reto multidimensional que abarca una diversidad de temas", concluye este informe.
La OIT presenta en este documento una serie de recomendaciones de política. En primer lugar, políticas de desarrollo productivo y de inversión en educación y formación profesional. Aquí se destacan el mejoramiento de la tenencia de la tierra, la inversión en infraestructura física, la diversificación y el desarrollo productivo con enfoque territorial, y acciones para conectar a pequeños productores rurales con cadenas mundiales de suministro.
La formación para el trabajo rural, incluyendo acreditación de habilidades, certificación de competencias, y formación de emprendedores es otra de las recomendaciones.
Un segundo grupo de políticas son de orden laboral y de protección social: el aumento de la cobertura de la seguridad social, el cumplimiento del salario mínimo, la formalización de los contratos de trabajo por escrito, el fortalecimiento de la inspección laboral y la promoción de las organizaciones de trabajadores y de empleadores.
En el caso de las políticas públicas de empleo, el llamado de la OIT es a reducir el sesgo urbano.
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