Por: Juan Villoro
En su atribulada historia, Alemania ha aprendido que lo importante no es ganar la guerra, sino la posguerra. La Final contra Argentina fue un equilibrio de la tensión hasta que en el tiempo complementario Götze bajó el balón con el pecho y remató de volea para marcar uno de los mejores goles del Mundial.
El cronista Nelson Rodrigues pedía al Brasil de Pelé que no exagerara con golizas en los partidos previos al Mundial. Ostentar la fuerza indigna a los dioses del futbol. Después de arrollar 7-1 a Brasil, Alemania despertó las sospechas de quienes saben que no conviene mandar toda la carne a la parrilla antes del banquete decisivo.
A lo largo del campeonato, la Mannschaft fue un equipo satisfactoriamente bipolar. Avasalló a Portugal y Brasil, presuntos grandes equipos, como si participara en una exhibición de futbol de playa; en cambio, sudó la gota gorda para vencer a naciones sin pedigrí, como Ghana, Estados Unidos y Argelia.
Por primera vez una selección europea se corona en América. El hecho de que Argentina no levantara la copa alivia un poco la pesadilla brasileña y evita las especulaciones teológicas sobre la comunicación directa del Papa con Dios. Aunque Ratzinger se encuentra en el banquillo, Bergoglio no hizo valer su titularidad.
La fortuna, el árbitro y los ángeles no participaron en un partido ganado desde el esfuerzo. Alemania controló la pelota sin apelar a la inventiva. No les hubiera molestado ser campeones del mundo con un tiro de esquina.
Por su parte, Argentina mostró un espléndido cuadro bajo y esperó que Messi hiciera un milagro de la media cancha en adelante. Con Di María lesionado, la “Pulga” debía actuar de enganche y falso extremo. En cada intervención, demostró que nadie más tiene ese control de la pelota, esa capacidad para cambiar de ritmo, ese sentido del dribling, esa puntería para ajustar los disparos cerca del poste. Estas inmensas virtudes carecieron de acompañamiento y no alcanzaron a inventar un prodigio.
En Sudáfrica, España dominó gracias a los jugadores del Barcelona. En Brasil, Alemania fue una versión reforzada del Bayern München. No es ocioso reparar en que el entrenador del Barça en 2010 y el entrenador del Bayern en 2014 son la misma persona: Pep Guardiola.
Alemania ha tenido en toda su historia la misma cantidad de entrenadores que México en los últimos diez años. Esa continuidad, y el trabajo reciente del Bayern München, llevaron a la conquista de su cuarto Mundial.
Brasil 2014 fue una fiesta de la variedad al alcance de la FIFA, lo cual significa que no hubo negros en las tribunas y que al final ganó Alemania.
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