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julio 24, 2015

Anarquía urbana

Horizonte ciudadano. Por: Rosa Esther Beltrán.


Anarquía urbana


La ciudad en la que habitamos es siempre una razón de orgullo y de vergüenza.


Algún colega ha dado más de 100 motivos por los que odia a Saltillo; otros, en cambio, proclaman que no quieren irse al cielo porque viven en Saltillo. Lo cierto es que odios y orgullos conviven, ¿pero a quién le importan las identidades?


La mayoría de los coahuilenses vivimos, trabajamos y luchamos para alcanzar un futuro mejor, lo demás son convencionalismos, y en muy pocos ciudadanos se percibe, al menos, la aspiración de alcanzar una administración pública, eficiente, eficaz, trasparente, con rendición de cuentas.


Efectivamente ética, que tenga un sentido de la urgencia en el que el bienestar de la población sea su mayor instrumento de egitimación, y en el que la superación de la pobreza y el atraso dejen de ser sólo buenos deseos, esa es una tarea histórica incumplida.


Al finalizar 2014, Saltillo se encontraba en el séptimo lugar entre las 10 mejores ciudades de México.


Sin embargo, la anarquía impera aquí y allá, lejos de un urbanismo democrático porque los ediles municipales improvisan y los ayuntamientos están compuestos por cabildos desinformados e incultos.


No tienen la menor idea de cuál es el proyecto urbano sustentable que esta ciudad requiere al menos para las próximas dos décadas.


Un caso. La gente necesita divertirse, es un derecho realizar actividades recreativas para pasar el tiempo libre.


En Saltillo la vida nocturna se ha reanimado, es común ver restaurantes y bares colmados de gente toda la semana, sobre todo en la zona norte de la ciudad, lo malo es que este fenómeno parece crecer sin una debida vigilancia por parte de las autoridades municipales.


En efecto, los bares y cantinas proliferan encima de las colonias y parques públicos, por ello los vecinos de las colonias Los Pinos, Valle Real y otras aledañas, con justas razones se quejan de este tipo de negocios que impunemente violan los reglamentos municipales, el de alcoholes por ejemplo; el ruido ( al que algunos llaman música) se prolonga en algunos casos hasta las 02:00 horas, a pesar de que tenemos una ley para combatir el ruido, la cual nadie aplica.


Este mes aumentaron las tarifas del trasporte público sin que las autoridades hayan presentado un plan viable para mejorar ese servicio del que depende la movilidad de cientos de miles de saltillenses.


Denunciar el incumplimiento de los concesionarios es más que inútil; ni las autoridades priístas ni las panistas han podido modernizarlo, parecía que el proyecto del “Saltibús” sería un avance. Llegó Isidro López y lo echó abajo.


Los 14 compromisos que contrajeron los concesionarios son una vacilada: uniformar y dar prestaciones laborales a los operadores, realizar un estudio para constituir un sistema integral de transporte, etcétera.


Es un catecismo más antiguo que el Ripalda, nos lo sabemos de memoria y los usuarios seguirán padeciendo el mal servicio que es un vicio incorregible.


El programa de las “fotomultas” ha resultado un verdadero conflicto para la administración municipal saltillense; los automovilistas locales estaban acostumbrados a conducir sin normas.


Y en parte las autoridades del pasado son responsables porque no ha existido vigilancia ni normas eficaces; ahora con las “fotomultas”, el Ayuntamiento ha cometido varios errores que han provocado el disgusto de la ciudadanía. Esto va para largo, veremos en qué para. Le doy dos años de vida.


Esta es una enumeración mínima. Los problemas de planeación urbana son muchos y las soluciones a largo plazo no se avizoran.


Es urgente que la planeación urbana promueva valores sociales, culturales y económicos para el bienestar de los ciudadanos, pero al parecer los funcionarios públicos tienen otra visión.



Anarquía urbana