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mayo 27, 2015

Los candidatos fantasmas

En privado. Por: Joaquín López-Dóriga.


Los candidatos fantasmas


La nostalgia es más de recuerdos, que de hechos. Florestán


A lo largo de los años he visto muchísimas campañas electorales. Desde los años 70 en el priato, cuando no había spots en la televisión ni en la radio, hasta las actuales, donde lo que sobran son 130 millones de spots que los partidos derrochan impunemente porque les salen gratis.


Ya en la campaña presidencial de 2000, el spot fue decisivo por el impacto, la efectividad del contenido y la oportunidad de subirlo al aire.


Cada partido traía su estrategia, sus spots y sus recursos.


A uno de Vicente Fox, PAN, respondía otro de Francisco Labastida, PRI. Cuauhtémoc Cárdenas se mantuvo al margen con su estrategia de tierra, lo que no frenó al PRD.


Memorable y para el estudio, fue el manejo de crisis que hizo el equipo Fox de aquella aciaga tarde cuando al discutir con Cárdenas la realización de un debate aquella misma noche, el panista se empecinó con aquel “Hoy, hoy, hoy”. Parecía que ahí había perdido la Presidencia, pero con el uso de spots convirtieron la necedad en memorable y efectivo grito de campaña.


En 2006, fue notable, por momentos decisiva, la guerra del spot entre Andrés López Obrador y Felipe Calderón, donde fue borrado el priista Roberto Madrazo, que nunca tuvo nada que hacer.


Tras la reforma de 2007, le contaba ayer, para terminar con la espotización de la política, se prohibió la compra de anuncios y los partidos se repartieron 30 millones de spots gratuitos. Es decir, no acabó la espotización, se acabó el pago a su presupuesto.


Así hoy, somos víctimas pasivas de ese bombardeo, impune, de spots que además retrata la escasez de cuadros nuevos y el monopolio del spot, donde se da la paradoja de que quienes más salen, López Obrador y Marcelo Ebrard, no son candidatos en estas elecciones.


Este es un caso para el diván del siquiatra y para los analistas de la política: que quienes no compiten son los únicos que se promueven en los spots, lo que retrata la pobreza de cuadros y de estrategias y exceso de ambiciones.


RETALES


MIENTE. Jaime Rodríguez, alias El Bronco, el candidato independiente al gobierno de Nuevo León, vuelve a mentir, ahora en el video que editó y en el que demuestra que graba conversaciones telefónicas privadas y documenta que jamás me pidió, y menos formalmente, como dice la ley, derecho de réplica;


ELECCIONES. A diez días de las elecciones, solo hay dos estados definidos: Baja California Sur, PAN, y Campeche, PRI. En Nuevo León, de seis encuestas publicadas cinco dan ventaja al PRI de Ivonne Álvarez. La de El Norte, obvio, pone a Rodríguez arriba, pero solo por un punto; y


OTROS. En los otros seis estados, Colima, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora, al día de hoy, cualquiera de los dos punteros, PRI-PAN, puede ganar. En Guerrero PRI-PRD y en Michoacán PRD-PAN-PRI. Esa incertidumbre es la democracia.


Nos vemos mañana, pero en privado


lopezdoriga@milenio.com


Twitter: @lopezdoriga


Web: lopezdoriga.com


www.lopezdoriga.com



Los candidatos fantasmas

mayo 08, 2015

El primitivismo en las campañas políticas

Diario de un Nihilista. Por: Alfredo García.


El primitivismo en las campañas políticas


Las campañas de varillas y bultos de cemento son constructivas, en el sentido literal de la palabra; decentes, vamos, positivas y propositivas. Comparadas con las campañas verbales de partidos que no tienen ideas ni militantes.


Que piensan que las palabras son ideas, aunque se trate solamente de sintagmas de odio. Un bulto de cemento y una varilla, además de objetos, son ideas, asociadas a otras ideas de gran trascendencia social, como lo son las de familia, porvenir, bienestar.


Las palabras “fraude” y “corrupción”, más que ideas son piedras, que nadie debería atreverse a lanzar so pena de descalabrarse a sí mismo.


Así ocurre en Sonora: ¿cómo atacar a Claudia Pavlovich sin morderse la lengua al pronunciar el nombre de Guillermo Padrés? Los casos son innumerables cuando se trata de personas: los individuos no son ideas sino hechos particulares, azarosos, difícilmente clasificables.


Las campañas ad hominem son falaces, tramposas, de escasa ética. Fácilmente derivan en campañas de odio, de envidia, de insulto, de miedo. Dichas campañas negras se han vuelto la especialidad del PAN, desde que en 2006 las usaron para quitarle de las manos la Presidencia de la República a Andrés López Obrador.


Le arrebataron algo más que la primera magistratura: lo despojaron de su principal mercancía política. Me explico: si hay alguien en México que encarne el odio y el resentimiento social es precisamente López Obrador.


No se ha convertido todavía en un ícono de la derrota y del irredentismo, pues todavía aspira a ganar las elecciones presidenciales de 2018, bajo el lema de la tercera es la vencida.


Pero es él quien mejor que nadie ha sabido representar, explotar y manipular el resentimiento y el odio de millones de miles de mexicanos lastimados o casi destruidos por la transformación económica del último cuarto de siglo.


Me refiero a los mexicanos que no se han sumado a la economía del narco, puesto que ésta apenas tiene oportunidades para unos cuantos cientos de miles; ni a la economía del trabajo migrante, estrechamente ligada con la primera, pues las leyes migratorias estadunidenses apenas ofrecen opciones a otros cuantos cientos de miles.


El error de López Obrador es que no ha sabido amplificar ese odio y ese resentimiento mediante las bocinas mediáticas. Antes bien los oculta, los disimula, los disfraza, por ejemplo con aquella monserga de que AMLO era amor.


De manera que el PAN pudo arrebatarle con toda facilidad esas mercancías morales y psicológicas, como se quita un dulce a un niño enfurruñado, y convertirlas en un exitosísimo producto de la mercadotecnia política.


Ahora bien, trasladados desde los barrios bajos al campo mediático, el odio y el resentimiento se desinflan, se desvirtúan, se convierten en un mero desahogo, en materia combustible que sólo es útil para campañas de corto plazo.


López Obrador intentó incendiar con esa gasolina social la avenida Reforma, el Zócalo capitalino e inclusive el edificio de San Lázaro, en un fallido intento de golpe de Estado contra Felipe Calderón.


Pero esas dos sustancias, el resentimiento y el odio, con las que los cárteles amasan millones de dólares, con las que literalmente toman por las armas ciudades medianas y grandes del norte del País, así sea por unos días o por unas horas, curiosamente no funcionaron entre sus manos.


Alfredo García



El primitivismo en las campañas políticas