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Agustín, el guerrero
La historia en breve. Por: Ciro Gómez Leyva.
Me sorprendió gratamente escuchar a un político mexicano que aún vive la política con pasión. Más si el personaje es uno que no se distinguía por su vehemencia o enardecimiento.
En un audio deslizado para complicarle la
Ver nota completa: http://notimundo.com.mx/agustin-el-guerrero/
XD
enero 06, 2016
Agustín, el guerrero
julio 03, 2015
Jacobo, Agustín: el farolito…
En privado. Por: Joaquín López-Dóriga.
Jacobo, Agustín: el farolito…
¡Y quién puede presumir de haber tenido solo luces…! Florestán
La tarde del domingo 8 de noviembre de 1970 murió Agustín Lara en el Hospital Inglés de Observatorio, al que mes y medio antes Jacobo me había mandado porque iban a ingresarlo. Y allí estaba yo esperando desde las cinco de la mañana hasta que a las seis vi a una enérgica mujer, perfectamente arreglada, Amalita Gómez Zepeda, secretaria de todas las confianzas de don Emilio Azcárraga Vidaurreta, acompañando a un hombre muy delgado envuelto en un gran abrigo.
Le reporté a Jacobo y me dijo que escribiera la nota para el noticiario de la noche, 24 horas, que acababa de iniciar dos meses antes, en septiembre, y al que yo me había agregado dos semanas después, desde Copenhague, donde cubría la asamblea conjunta del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
Pasé semanas en la sala de visitas del hospital, con un grupo de reporteros, pero Lara se resistía. Antes, murió el general Lázaro Cárdenas, el 19 de octubre.
Al atardecer de aquel domingo 8 de noviembre, llamé a Jacobo a su casa y le dije que Lara había muerto. Nos encontramos en el hospital y seguimos la ambulancia mortuoria que trasladó sus restos a la agencia de Félix Cuevas.
Ingresamos juntos a un sótano y con la frialdad de lo cotidiano, dos operadores bajaron un costal negro con los restos del compositor más famoso de México y allí lo dejaron en una camilla, entre solo y abandonado.
El lunes por la noche tenía lista mi crónica, que Jacobo no quiso ver, como siempre revisaba. Camino al estudio, me dijo: Vas a ver que mañana no va a faltar el cursi que escriba:“ya se apagó el farolito”.
Lo alcanzo enseguida, le dije, se me olvidó una parte del texto.
Y en el pasillo taché la primera línea de mi crónica: “ayer se apagó el farolito”.
Esa era la intuición periodística de Jacobo que podía corregir la nota de un reportero tantas veces, hasta que quedara como debía quedar.
Era la generosidad de la enseñanza de este oficio, y de la vida, pero también el rigor.
Cuando Jacobo inició, por un proyecto de Emilio Azcárraga Milmo, el Noticiero 24 horas, no había reporteros en la televisión porque en la televisión no se hacía periodismo. Él nos abrió la puerta a todos, aun a quienes lo quieran negar, y tenemos que reconocer, y yo agradecer, que hubiera derribado ese muro.
Ayer por la mañana, cuando me enteré de su muerte, me sentí triste, consternado; tristeza y consternación que no me dejaron en todo el día, ni quise que me dejaran.
Tristeza y consternación al abrazar a Sarita, a Abraham, a Diana, a Jorge frente al ataúd de madera de pino de Jacobo, cubierto con un lienzo negro y una estrella de David; tristeza y consternación al recordarlo en la radio; tristeza y consternación en el noticiario que él hizo durante casi 28 años: tristeza y consternación al recordarlo y escribir estas líneas.
Adiós, amigo.
Gracias.
Por vacaciones nos vemos el próximo martes 28
lopezdoriga@milenio.com
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Jacobo, Agustín: el farolito…
junio 14, 2014
Al Abordaje de Morena
Por: Juan López
En una mañana clara, cuando las efemérides que en Tixtla se acostumbran festejar, en el escenario de su plaza pública principal, se reúnen personajes de la política, el gobierno y la administración: el nacimiento de Vicente Guerrero, consumador con Agustín de Iturbide de la Independencia, es un momento solemne para el discurso oficial. Algunos oradores enaltecen los hechos históricos y colman de halagos al héroe suriano. Otros ocupan su retórica en agradecer los favores del presupuesto y reverencian al Señor Gobernador, sin importar su signo ideológico ni el partido que lo postuló, menos sus antecedentes morales o inmorales.
En el año 2006, Zeferino el patológico, instruyó a su Secretario de Finanzas para que, a nombre de su régimen, dijera párrafos lindos y hermosas frases diletantes del triunfo electoral de Felipe Calderón y, aprovechando la ocasión, también con voz de trueno descalificara las protestas de los “resentidos, alocados, bastardos y lisiados mentales” que desconocían el resultado de la democracia y le apostaban a la anarquía, la bravata y la amenaza.
México es, dijo el representante de los logreros que gobernaban en esos ayeres, una Nación legítima que no debe rendir cuentas a vencidos y perdedores. El candidato derrotado debe acatar las resoluciones de los tribunales y someterse al dictado de las leyes. Las mayorías han refrendado en las urnas el poder al Partido Acción Nacional, nadie tiene el derecho a impugnar una legítima elección en la que hemos escogido a nuestro gobernante. Ese ser aludido era Andrés Manuel López Obrador.
Jamás imaginaron estos vociferantes que habrían de tragarse sus panegíricos sin substancia. Desde el poder, los mediocres y los safios sufren el sucio vértigo del miedo. De aquellos idus temen perder la batuta, la silla, el cargo, la remuneración y buscan como el cachorro con hambre, una teta, a través de Sinenergía Social que les reintegre una regiduría plurinominal. Desde entonces estas lacras empezaron a perder el horizonte de sus ambiciones.
Ese ex Secretario de Finanzas hoy es un oscuro funcionario municipal (Secretario de Planeación y Desarrollo Económico). Quien en el laberinto de su orfandad, construido en su periplo como burócrata, hoy trata de treparse a los andamios con que se construye el Movimiento de Reconstrucción Nacional: MoReNa, creatura política de Andrés Manuel López Obrador, aquel “Iluso perdedor” al que denostó con supremo ahínco en su discurso en Tixtla, cuando Felipe Calderón lo había pisoteado en el IFE.
La amnesia es una enfermedad que afecta a los desleales. Y creen los descarriados que a toda la ciudadanía se nos olvidan sus fechorías. El Comité Directivo de Morena debe escuchar, buscar rastrear en la hemeroteca las travesuras de Carlos Álvarez.
López Obrador ya dijo: Morena no es un trampolín para acceder a una diputación ni a un contrato que favorezca el enriquecimiento personal y el olvido del compromiso con los ciudadanos. Morena es la plataforma política para transformar México. Si el proyecto nacional es de esta naturaleza: patriota, honesto, lícito, probo, qué tienen que hacer en él los sonámbulos como Carlitos Álvarez que van tras la impunidad, el billete, los negocios caseros, las trampas y la hipocresía con todos.
El Grupo de Zeferino es una rémora adherida a la purulencia de la función pública. Desmerecidos últimamente por su propio deterioro moral, no cejan en acomodarse en nuevas oportunidades que se les presenten, como si fueran indispensables y aportaran algo a la sociedad que los juzga de mentecatos.
PD: “Lo tienes todo Carlos, sólo te falta Dios”: Rubén Darío.
Al Abordaje de Morena