Barcelona se presenta en la temporada; con una etiqueta de favorito probablemente más acentuada que en pasados cursos con un tercer titulo como campeones.
Barcelona un empate y ocho derrotas; las últimas siete consecutivas, alumbran los números del Betis en el Camp Nou, donde no gana en partido de Liga desde mayo de 1998; cuando dos goles de Finidi dieron la victoria al equipo que entonces dirigía el malogrado Luis Aragonés.
El Barça de Van Gaal conquistó aquella Liga que éste de Luis Enrique empieza a defender este sábado; con la inequívoca etiqueta de favorito y la presentación de Gustavo Poyet en el Camp Nou como entrenador; una circunstancia especial que Luis Enrique puso en el plano advirtiendo que el entrenador uruguayo “ya ha demostrado sus capacidades en el futbol inglés”.
Sin Neymar ni Iniesta, sin Mathieu ni Mascherano; el Barcelona no tiene demasiadas alternativas a la hora de presentar su primer once liguero; en el que Umtiti debería acompañar a Piqué en el centro de la defensa; Denis ocupar la plaza del capitán en el interior derecho y Arda, redescubierto de improviso por la hinchada; sustituir a Neymar como ya hizo en la Supercopa.
A la vista de estos nombres; y añadiendo a Lucas Digne y André Gomes, quienes también aspiran a tener protagonismo en este estreno liguero, se entiende la exigencia que ha ganado Luis Enrique en la plantilla azulgrana. Apenas comenzado el curso, este Barça alumbra como el más poderoso colectivamente de los últimos años.
La conquista de un tercer campeonato de Liga consecutivo; que igualaría los trofeos logrados bajo el mando de Guardiola; se presenta como el gran reto del entrenador asturiano, quien en colaboración con Robert Fernández y a falta de solucionar el futuro de Claudio Bravo, (“no hablo de suposiciones”, cortó al referirse al meta chileno); ha impuesto como no ocurrió en el pasado sus tesis en la composición de su plantilla.
El Barça abre la Liga este sábado una Liga que el domingo; vivirá la presentación del Madrid de Zidane en Anoeta y del Atlético de Simeone en el Calderón; enfrentándose al ascendido Alavés; adivinándose, de entrada, una lucha a tres en que la regularidad en las victorias se presentará capital para decidir el campeón.
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