La gran depresión. Por: Enrique Campos.
El dólar tiene un problema
Sí, el que tiene el problema es el dólar de Estados Unidos, lo que hay que cuidar es que esa fortaleza no sea un pretexto para provocarle dificultades personales a la moneda mexicana, alentando una ola especulativa.
Es muy válido, incluso muy útil, atender el comportamiento del dólar frente a una canasta de divisas para ubicar en su justa dimensión lo que ocurre.
No es un consuelo de tontos ver que el dólar canadiense o el peso colombiano han tenido peor suerte que nuestra moneda en su relación frente al billete verde, porque en la búsqueda de culpables hay que apuntarlos fuera de nuestras fronteras.
Si queremos responsables, despachaban en la Reserva Federal. Y hablo en pasado porque la semilla de lo que hoy vemos se sembró desde que iniciaron los planes de hiperliquidez y tasas en cero que se diseñaron para impulsar el crecimiento de la economía estadounidense.
Cuando la máquina de fabricar dólares trabajaba tiempo extra, nadie se quejaba, porque con esos billetes se financiaban los mercados a precios muy bajos. Pero todos tenían claro que la fiesta se acabaría y todos sabían que los excesos no dejan nada bueno.
Desde la pequeña perspectiva de un turista mexicano, lo que le pasa al peso es una desgracia, porque arruina el shopping en San Antonio; para los exportadores es un sueño hecho realidad y para la mayoría de la población es algo inocuo desde el momento en que no ha afectado la inflación… todavía.
Lo que hay que cuidar es que el peso no se convierta en un objeto del deseo de los especuladores, desafortunadamente hay algunas evidencias de ello.
En el mercado de futuros de Chicago se han incrementado a niveles máximos históricos las posiciones cortas sobre el peso, anticipando una mayor depreciación. Eso se llama especulación dirigida.
Es ahí donde la Comisión de Cambios, integrada por la Secretaría de Hacienda y el Banco de México, debe dejarse ver claramente.
No para defender a toda costa el peso, pero sí con la fortaleza suficiente como para que los especuladores vuelen como moscas a otras monedas más débiles.
Si alguien le quiere encontrar culpables dentro del país, será producto de otras motivaciones seguramente políticas. Los que adelantan devaluaciones apocalípticas seguramente tienen dolaritos guardados bajo su colchón y los que se cuelgan del tema para profetizar desde sus tribunas o los medios seguro no tienen nada mejor que decir.
Por lo demás no hay nada que hacer en la relación peso-dólar. La moneda mexicana es un pasajero más en este proceso de reordenamiento de la política monetaria de Estados Unidos.
En todo caso, tiene que ser aquel país el que se preocupe por la fortaleza de su dólar, porque eso inundará de turistas estadounidenses el mundo, pero le pegará a su mercado interno sin lugar a dudas.
Porque si algo está claro es que al menos esta devaluación no es problema del peso, como lo han sido las de los 70, 80 y 90 del siglo pasado. Ésta es importada y focalizada en la relación con la divisa externa más importante con la que comerciamos.
Es, al final del día, un problema del dólar de Estados Unidos.
El dólar tiene un problema
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