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julio 25, 2014

Al joven de Cadereyta, que no conocí

Desde los balcones por: Sabino Medina


“…De pronto lo envolvió la oscuridad y se le entumecieron las manos…” A. Chejov


Inevitable no observar la impresionante placa impresa de don Gerardo González, fotógrafo de Plaza de Armas, con el cortejo que acompaña al cuerpo del universitario de la UAQ, asesinado en Cadereyta de Montes.


Me comprometí y conmoví sentimentalmente con su desaparición súbita y la búsqueda que, sus padres, proletarios sencillos, les hiciera llegar y acercarse hasta el Rector de la UAQ, doctor Gilberto Herrera Ruiz, para que junto a ellos se sumara a la exigencia en la búsqueda de Jesús Almaraz Esquivel, muchacho de 22 años, la misma edad que tiene el personaje del intenso relato, cuento del insigne y notable escritor Antón Chejov, Ucraniano por cierto, más precisamente de Crimea.


El pueblo sencillo, hombres y mujeres del Municipio de Cadereyta, acompañan en el último adiós de Jesús Almaraz Esquivel.


Todo se refleja en esa gente, la inmensa realidad social plasmada en ese cuadro y por delante, la intensa y honda solidaridad de un pueblo que saca de la entrada de su propia vida social, el ritmo y el sentido de las cosas que más le duelen y le afectan.


No tuve la oportunidad de conocer a este muchacho joven, Jesús Almaraz, él tampoco pudo saber y experimentar en vida, la enorme y numerosa solidaridad de sus compañeros y hermanos universitarios de Cadereyta y de San Juan del Río, los que, generosamente se dieron a la tarea de conseguir medios para ayudar a su localización que quisieron en vida, por parte de sus padres; esto último desgraciadamente no fue así.


Sólo la Juventud tiene tan inmenso desprendimiento de sí misma, todavía no contaminada, como no lo está, por egoísmo alguno o haciendo a un lado de golpe toda la maraña de prejuicios que la acechan para salir en defensa por la integridad de uno de los suyos.


¡Esa es la juventud que tiene la UAQ! ¡De esa entereza humana, social y política son sus jóvenes! Toda esa grey modesta, pobre, hija de pueblo de limitados recursos materiales, pero con el ánimo encima por acometer cualquier desafío que se le atraviese.


No pude conocer a Jesús Almaraz Esquivel, me hubiera gustado ser su amigo y compañero suyo de estudios; pero como igual que él, tuve otros amigos en los Internados de Primera Enseñanza y de Segunda Enseñanza, de allá de Zacatecas y Durango respectivamente, que abarcaban procedencias de centenares de rancherías y municipalidades rurales, lo mismo que en la UNAM, a lo largo de casi dos décadas; pues casi fui por andanzas literarias y de otras, un estudiante fósil. ¿Y a qué puede agarrarse tan gustosamente un estudiante pobre y provinciano, como no sea el goce de ese torbellino de quimeras filosófico literarias que, a todo estudiante cautivan?


Tristeza sobre tristeza, nos tiene que generar la muerte súbita y tan temprana de este estudiante amigo de Cadereyta, pero reconforta el manantial de vida que se ve surgir impetuoso, en todos esos muchachos que acudieron a rodear a sus padres y a socorrerlos con su intensísima solidaridad colectiva.


¡Hasta Siempre, joven amigo, estudiante de la UAQ! ¡Cómo nos duele tu vida, tu vida estudiantil esforzada de joven pobre, hasta el final de tu corta y trunca juventud VITAL Y ESTUDIANTIL. ¡TODO JUNTO!.


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