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julio 05, 2014

Vejaciones y encarcelados de antaño y recientes

Sabino Medina


Cuando se detuvo al ex gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva, vimos cómo se le gritaba que diera su nombre, luego se le rasuró de manera humillante; fue a todas luces un trato vejatorio revanchista, por no se sabe que conflictos de poder, producto de una malquerencia política de altos vuelos.


Pero cuando se detuvo a don Raúl Salinas de Gortari, no observamos igual trato. Se supo que estuvo aislado, sometido a vigilancia total de día y de noche, pero sin otra cosa que se conozca digna de mencionar de maltrato físico. Otra cosa no sabemos.


Al famoso general Arturo Durazo Moreno, se le mantuvo preso en una cárcel común, dentro de una sección especial aislada del resto de la población, en el reclusorio sur de Iztapalapa, pero no lo raparon ni le rasuraron el bigote; lo mismo aconteció con Jorge Díaz Serrano, ex director de Pemex, se le montó una persecución desde el Senado hasta el reclusorio sur, pero nada más.


A don Joaquín Hernández Galicia, poderoso dirigente sindical de Pemex y a su socio Salvador Barragán Camacho, igualmente se les mantuvo bajo una fuerte persecución y custodia en el lapso previo a su consignación, pero nada más. Se cometieron otros excesos; desde inventarles y fabricarles delitos, pero la cosa no llegó a más, sin recluirlos en una cárcel de alta seguridad ni nada por el estilo. Si cometieron excesos en su aprehensión y humillaciones sin fin y la publicidad linchadora se hartó de ello y hasta la fecha es tema socorrido.


Los más recientes presos con algún tinte político sin que lo sean, puede citarse los casos del ex gobernador de Tabasco Oscar Granear Melo, a quien se le mantiene con toda comodidad en algún lugar, pero sin permitir que lo lleven ni siquiera a algún penal del Estado que gobernara.


Lo propio acontece con la maestra Elba Esther Gordillo, a quien se le mantiene con todas las comodidades y garantías que su pasada personalidad merece; pero nada de penales de alta seguridad y de ensañarse con ella con bajezas carcelarias, mal disfrazadas de medidas de seguridad.


Al señor Amado Yáñez Osuna, propietario accionista principal de Oceanografía, a quien se le permitió permanecer en libertad restringida en su propia residencia de Acapulco y a la fecha, apenas si se sabe en qué situación se encuentra; pero eso de raparlos y otros afeites, a ninguno de ellos, ni de estar recluidos en cárceles de alta seguridad, pese a la falsificación y obtención de lucro fraudulento por más de 500 millones de dólares.


¿En dónde se halla “EL Bayo”, Eduardo Legorreta Chauvet, de “Mexicana de Aviación”, que se sabe había sido detenido en algún lugar de EU, por habérsele acabado su visa de turista? Nada se sabe y algunos de estos poderosos delincuentes causaron quebrantos a la economía nacional por varios miles de millones de dólares; pero así es la cosa de la desgracia social de pertenecer a cierta clase social: unos, con derecho a robar y quebrar al que se deje y lo que les dejen; otros, por quítame estas pajas, se van hasta el fondo de lo peor que tiene la sociedad: Las cárceles de alta seguridad se dice.


¿Cómo se trató a Siqueiros y a Filomeno Mata, a Vallejo, a Campa y a Miguel Aroche Parra, mi amigo, hoy ya viejo y enfermo? Se les llevó al campo militar y algunos de ellos sufrieron vejaciones mil; pero no se estilaba raparlos ni tumbarles el bigote, para borrar su fisonomía social e individual. ¡Ya me imagino a Aroche Parra intentando quitarle el bigote y que este lo permitiera bajo la peor condición! Pero nada de esto se intentó en ese tiempo. Lo mismo sucedió con don José Revueltas y los cientos de presos estudiantiles del 68, a los que en cierta vez se les echó encima a los presos del orden común, logrando salvar la situación mi paisano Jacobo, dirigente campesino, quien se abrazó a la reja para impedirles el acceso, a pesar de recibir varias cuchilladas y golpes no se soltó de los barrotes.


Las cárceles son historia, fuente de historia y testimonio de la naturaleza degradante en que cae a veces la sociedad entera, México no es la excepción y “Lecumberri”, sigue siendo archivo histórico de papeles y documentos, como antes lo fue de mil barbaridades infinitas que se vivieron ahí.


A Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo, lo mismo que a don José María Morelos Y Pavón se les sometió a suplicios; a todos ellos se les fusiló y cargó de cadenas y, a los primeros, se les cortó la cabeza para exhibirlas después de muertos, en la Albóndiga de Granaditas, en la capital de Guanajuato.


¿El mundo sabe si se le rapó a Sarkozy, el ex presidente de Francia, el tiempo en que fue detenido, o que se le hubiera mandado a guardar en alguna cárcel de alta seguridad? El juicio contra la Infanta de España y su consorte, transcurre con normalidad y sin que se sepa que hayan sido detenidos algunos momentos en las rejas de barandilla Española alguna.


En China, a los defraudadores que formaron parte del gobierno se les ahorca, recientemente se publicitó uno de esos casos; pero se ha dado a conocer acciones de mutilación física, así sea el pelo u otra de sus parte. Simplemente se les condena a la ahorca y la sentencia se cumple.


Pero cada país, cada régimen tiene su historia, y las hay negras, siniestras, como las habidas en Chile, bajo el régimen de Pinochet, en que fueron asesinados y torturados cientos, miles de obreros y dirigentes sociales, tal y como actuó la Gestapo, en la Alemania hitleriana; pero en cambio el general Rafael Videla, al contrario de sus víctimas, vivió y terminó preso bigotudo y todo, sentado en una letrina y rumiando su bajo condición humana, si esto último se puede decir de semejante espécimen.


¿Pero para qué hablamos de detenidos de una y otra circunstancia política, si ya vimos como Felipe Calderón, formó una fila de presidentes municipales, mandándolos a una prisión de alta seguridad, para que después salieran libres durante el mismo régimen? ¿Qué sigue sucediendo en Michoacán? A Mireles lo han pelado y rasurado el bigote. Se halla muy enfermo y con una diabetes avanzada y sin medicinas. Se va a morir en prisión allá en Hermosillo, es lo más seguro; pero nada de esto cuenta para un condenado social por la sociedad civil en turno, el poder y la ley.


DON SERGIO ARTURO: le saludo.