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julio 21, 2014

Una pieza de museo

El cristalazo por: Rafael Cardona


“Desde hace cuatro años –decía Adolfo López Mateos en 1964, hace exactamente medio siglo- nos reunimos en esta fecha, en esta gran plaza nacional, en un acto de fe en el pueblo y en México, para afirmar el valor constructivo del esfuerzo de los trabajadores, el valor intensamente patriótico de los campesinos, mexicanos y en la tarea que realiza el sector popular, que en su distinta gama de ocupaciones, de profesiones y de servicios, modula gran parte de la actividad nacional.


“Hemos conmemorado la nacionalización de las instalaciones eléctricas que estaban en poder de empresas extranjeras. Ahora todos los energéticos son del pueblo de México; están al servicio de su desarrollo y de su bienestar.”


-¿Cuántas cosas han cambiado en este país desde entonces como para ahora sentir una especie de rubor, una relativa pena ajena frente al ufano provincianismo nacionalista y esa retórica edulcorada y emotiva de los tiempos pretéritos, cuando los perros, dicen se amarraban con longaniza?


Quizá no importe cómo ha cambiado México, sino cómo ha cambiado el mundo. Ni siquiera el más hondo sentimiento de nación, hubiera frenado los avances de la Revolución Industrial en el mundo industrializado. Nosotros, en aquel caso (quizá como en este también) hemos llegado tarde.


Pero ni aquí ni allá podría alguien ahora detener la corriente hiper-capitalista exacerbada ante las promesas de multiplicación de los panes y los pesos. El problema radica en saber para quién se multiplican los dones, quien se queda con los pesos, mientras la masa famélica imagina los panes.


Hoy la industria eléctrica nacional es un campo de libre concurrencia y promesa de baratura sin credulidad alguna (por ahora) de la parte ciudadana, desde donde millones esperan, con la paciencia de Job, cuándo los discursos se convertirán en el maná prometido desde el cielo redentor de las reformas, como esa ahora en curso en el Senado de la República.


Mientras tanto… “México contará con una industria eléctrica moderna, competitiva y productiva”, afirmaron los senadores sonorenses, Claudia Pavlovich y Ernesto Gándara, quienes le otorgan al nuevo modelo del sector eléctrico, capacidad para disminuir los precios y tarifas de la energía en todo el país.


La apertura –dicen de acuerdo con el nuevo dogma del neoliberalismo triunfante- al capital privado traerá opciones y competencia, por lo cual los mexicanos pagarán menos.


MINERAS


Ante la incertidumbre generada en Coahuila ( y otras regiones) por la aparente contradicción de derechos entre concesiones minervas y permisos energéticos, como la extracción de gas de lutitas, la senadora Hilda Flores apoyó la modificación al dictamen de las leyes secundarias de la reforma para no sujetar dichos permisos de explotación minera a la posibilidad de ser declaradas áreas reservadas para la extracción de gas.


“Esta era una inquietud de los productores coahuilenses, quienes en diversas ocasiones manifestaron su preocupación por las consecuencias de haber aprobado en los términos anteriores el dictamen y el perjuicio (hoy conjurado) para su certeza jurídica y sus actividades”.


Quizá no importe cómo ha cambiado México, sino cómo ha cambiado el mundo. Ni siquiera el más hondo sentimiento de nación, hubiera frenado los avances de la Revolución Industrial en el mundo industrializado. Nosotros, en aquel caso (quizá como en este también) hemos llegado tarde. Pero ni aquí ni allá podría alguien ahora detener la corriente hiper-capitalista exacerbada ante las promesas de multiplicación de los panes y los pesos. El problema radica en saber para quién se multiplican los dones, quien se queda con los pesos, mientras la masa famélica imagina los panes. Hoy la industria eléctrica nacional es un campo de libre concurrencia y promesa de baratura sin credulidad alguna (por ahora) de la parte ciudadana, desde donde millones esperan, con la paciencia de Job, cuándo los discursos se convertirán en el maná prometido desde el cielo redentor de las reformas, como esa ahora en curso en el Senado de la República”.


Una pieza de museo