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Manuel Mondragón reitera daño de mariguana en salud
Ciudad de México, 03 de diciembre de 2015.- Manuel Mondragón reitera daño de mariguana en salud, así como Kalb, y el gobernador Jaime Rodríguez Calderón.
Ambos políticos firmaron un convenio de colaboración para fortalecer los programas preve
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diciembre 03, 2015
Manuel Mondragón reitera daño de mariguana en salud
agosto 05, 2015
La peor crisis de Peña (Y III)
Estrictamente personal. Por: Raymundo Riva Palacio.
La peor crisis de Peña (Y III)
Al hablar ante el consejo directivo de BlackRock —que administra activos en más de 100 países—el miércoles pasado, el presidente Enrique Peña Nieto afirmó que la relación con el gobierno de Estados Unidos transitaba por uno de sus mejores momentos.
Ese mismo día, la PGR distribuyó una fotografía del jefe de la Agencia de Investigación Criminal, Tomás Zerón, tras reunirse en Texas con “altos funcionarios” del FBI, la DEA, el Servicio de Inmigración y Aduanas, y de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos, para hablar sobre las acciones para recapturar a Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Las imágenes son el claroscuro del sexenio: mucha propaganda aquí, mucho desdén allá.
El discurso del presidente no se sostiene, y la fotografía es prueba de ello. En el pasado, los actos para mostrar la cooperación bilateral los encabezaban los secretarios de Estado.
Hoy, en una oficina regional en Texas, un tercer nivel de policías, recibió al segundo nivel de la PGR.
La “ventanilla única” que estableció el gobierno de Peña Nieto en la cooperación con Estados Unidos, se atascó.
El director del CISEN, Eugenio Imaz, encargado de la ventanilla, no aparece por ningún lado. Zerón también es un cero a la izquierda.
Para efectos prácticos, no puede recibir inteligencia sensitiva de Washington por carecer del doble vetting, que es una investigación para ver si pueden confiar en esa persona.
La “ventanilla única” buscó cerrar el derecho de picaporte y los privilegios extraordinarios que gozaron las agencias de inteligencia en el gobierno anterior, pero el diseño del gobierno lo colocó en el extremo.
Nombró al frente del combate contra la delincuencia a funcionarios sobre las que hay sospechas de corrupción en Estados Unidos, que se incrementaron cuando detuvieron en el gobierno los controles de confianza.
En la PGR se enfriaron las relaciones con la Embajada, y del primer comisionado nacional de Seguridad (CNS), Manuel Mondragón, sólo había comentarios peyorativos.
El cambio en el discurso oficial no ayudó. El 6 de diciembre de 2012, de regreso de Monterrey, Peña Nieto definió que más que una política de combate a la delincuencia con armas y policías, se enfocaría a la prevención y reconstrucción del tejido social.
Es decir, no más persecución de cárteles. Los siguientes ocho meses, consistente con la orden, Mondragón replegó a la Policía Federal, y dejó de enfrentar criminales.
¿El resultado? La Familia Michoacana renació en Los Caballeros Templarios; Los Zetas, que prácticamente no tenían droga, se reabastecieron.
La violencia no bajó en términos cuantitativos, pero mediante nuevos parámetros para medirla —todos los muertos en una averiguación previa se contaban como uno y no en forma individual—, se maquillaron las cifras.
Los cárteles se fortalecieron y, en lugar de corregir el rumbo, el gobierno se enredó más.
Optó por aliarse de facto con el Cártel Jalisco Nueva Generación al aceptar, fomentar y armar a los grupos de autodefensa civil en Michoacán, para enfrentar a Los Templarios.
Peña Nieto le pidió al presidente Barack Obama cambiar el énfasis de la Iniciativa Mérida, y que en lugar de equipo, armas y helicópteros, se enfocara al fortalecimiento del estado de Derecho. Las cosas ya habían cambiado.
La ex subsecretaria de Estado para Latinoamérica, Bárbara Jacobson, próxima embajadora en México, molesta la forma como había descarrilado la cooperación, le pidió a Obama que redujera a la mitad el presupuesto de la Iniciativa Mérida.
La DEA estaba escandalizada por el desmantelamiento de Plataforma México. El entonces procurador Jesús Murillo Karam decidió que todos sus subprocuradores fueran exentos de los controles de confianza y el polígrafo.
Mondragón hizo lo mismo en la CNS. Sin esos controles, la información de inteligencia de Washington, bajó aún más en su calidad.
El caso paradigmático de esa crisis en la cooperación, y la molestia estadounidense fue precisamente la captura de “El Chapo” Guzmán.
La investigación bilateral llevaba siete años, y el teléfono de su segunda esposa, por el cual detectaron su posición en Mazatlán, estaba interceptado desde 2011, cuando dio a luz a gemelas en Los Angeles, en espera de un error.
Cuando Guzmán lo cometió, la DEA lo ubicó en Sinaloa e informó a México, pero una filtración a la prensa de fotos de la nuera de Guzmán en Cancún —que sólo tenía la PGR y la CNS—, tomado como un intento de aviso a “El Chapo”, aumentó la molestia y precipitó su captura con la ayuda de la Marina.
La información de la captura la dio a conocer el gobierno de Estados Unidos en Washington; el presidente Peña Nieto fue informado cuando todo ya se había consumado. Desde el principio dejó claro Washington quién tenía información y quién no.
Cuando se volvió a fugar, filtraron a la prensa que habían enviado dos alertas al gobierno de Peña Nieto, que no les hicieron caso.
El tono de la acidez en Washington lo dio Jacobson en su confirmación como embajadora el 16 de julio en el Senado: “Estamos increíblemente frustrados y desilusionados” por la fuga.
La fotografía de Zerón en Texas es la imagen viva de cómo la relación bilateral en materia de seguridad está reducida al ámbito policial.
La arquitectura de Peña Nieto y su equipo de esa política de seguridad y cooperación con Estados Unidos, los tiene ahora en desventaja en la cacería contra “El Chapo” Guzmán, y merced de Washington. Pero eso quería. Estas son las consecuencias.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
La peor crisis de Peña (Y III)
agosto 04, 2015
La peor crisis de Peña (II)
Estrictamente personal. Por: Raymundo Riva Palacio.
La peor crisis de Peña (II)
La fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán del penal de máxima seguridad de El Altiplano no se dio antes porque no lo habían capturado. Esto no es un galimatías.
La evasión se dio porque estaban creadas todas las condiciones para que se diera, y se empezaron a construir desde el periodo de transición, antes aún de que Enrique Peña Nieto asumiera la Presidencia.
Durante este sexenio se dio, por diseño institucional, el desmantelamiento sistémico de la seguridad en los penales, el relajamiento de las barreras legales contra los criminales, y el otorgamiento de privilegios inexplicables.
Fueron tantos los cambios que al final contribuyeron a la fuga, que sólo el hecho que directamente al presidente Enrique Peña Nieto y metió a su gobierno en una crisis política profunda, elimina la posibilidad que fuera una evasión pactada.
La crisis política se entiende a partir del hecho que la fuga exhibió el desastre de diseño institucional que escogieron, y la frivolidad con la que actuaron en su construcción.
En la génesis de esta crisis se encuentra Manuel Mondragón, reclutado como comisionado Nacional de Seguridad mediante una encuesta de popularidad no un análisis de capacidades, y a quien su jefe, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, le permitió durante casi dos años la destrucción del aparato de seguridad.
Mondragón es uno de los responsables políticos de la fuga, pero no se manejaba solo. Todo lo que hizo, necesitó aprobación superior.
Por ejemplo, la contratación de Celina Oseguera para coordinar los Centros Federales de Readaptación Social, que fue destituida tras la fuga de Guzmán.
Oseguera trabajó con Mondragón en el gobierno de Marcelo Ebrard en el Distrito Federal, y fue señalada como responsable de una red de prostitución en los penales de la ciudad de México, corrupción y abusos de autoridad.
Oseguera fue quien permitió que Sandra Ávila, la Reina del Pacífico, recibiera tratamientos estéticos en la cárcel, y durante la administración pasada, pidió formalmente —sin éxito—a la extinta Secretaría de Seguridad Pública Federal, la liberación de varios narcotraficantes.
Oseguera no pasó desapercibida cuando fue reclutada por Mondragón. El comisionado del órgano que manejaba los penales federales —también destituido tras la evasión—, Juan Ignacio Hernández, protestó por la contratación, pero no le hicieron caso en Gobernación.
El CISEN, que debió alertar a Osorio Chong sobre Oseguera, no hizo nada. Una llamada de atención abierta se dio cuando en menos de media hora le dio la salida de la cárcel a Rafael Caro Quintero, el ex jefe del Cártel de Guadalajara, a mediados de 2013, sin darle tiempo a la PGR para que interpusiera un recurso que impidiera su liberación. Tampoco pasó nada.
Durante el gobierno peñista, los sistemas se fueron relajando. Mondragón pidió, por ejemplo, que se redujeran las revisiones físicas a los visitantes en El Altiplano, argumentando que violaba los derechos humanos.
Flexibilizó también las aproximaciones al penal, que dejaron de ser retenes inhibitorios para convertirse en entradas como en un reclusorio normal.
Como desmanteló parte de los sistemas de Plataforma México, la detección en tiempo real de identificaciones falsas en los visitantes al penal no funcionaba, como pasó con una legisladora del PAN que semanas antes de la fuga, lo visitó en la prisión.
Se eliminó el monitoreo espejo desde la ciudad de México y se canceló el audio de las imágenes.
La Policía Federal, que escuchaba todo lo que sucedía dentro de los penales con fines de contrainteligencia, dejó de oír, y el CISEN, que escuchaba dentro y fuera de las cárceles, también dejó de hacerlo.
La privacidad de los reos de máxima peligrosidad, era el argumento, era primero.
Al salir Mondragón, las cosas no cambiaron. Varios de los líderes del narcotráfico siguieron juntos en el mismo pabellón, lo cual violenta toda lógica y procedimiento de seguridad.
“El Chapo” Guzmán fue ganando mediante amparos —que antes se rechazaban en forma automática— el acceso irrestricto de sus abogados al penal, que tuviera una televisión, el pelo largo y hasta un canario en la celda, sin que en Gobernación lo frenaran. Se le dejó en la misma celda pese a que Mondragón, antes de irse, reveló a la prensa en cuál estaba, en violación a un secreto de Estado.
A CONAGUA se le permitió hacer obras a un costado, que también viola protocolos de seguridad, y se desconectaron los sensores subterráneos —que vigilaban en una profundidad de 20 metros—, que al concluir se le olvidó a alguien reconectar.
En política, tantas coincidencias no son coincidencias. Pero hay que insistir que por el golpe al presidente y la crisis en la que lo metió, elimina la posibilidad que sea una fuga pactada.
Culpable el presidente y su equipo, no; responsable sí, por construir el diseño institucional fallido que propició la fuga.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
La peor crisis de Peña (II)