Armaos los unos a los otros
Claraboya. Por: Luferni.
Se habla de hipotética Pascua nuclear.
hay jaques de portaaviones en proximidad a blancos posibles, en el tablero oceánico. Y ya hubo racha de misiles sobre base aérea de Siria y superbomba sobre túneles en Afganistán. Y se vuelve a notar la tensión hemisférica con desplantes verbales impulsivos y temerarios.
La ausencia de diálogo, de coloquio, de conversación negociadora y diplomática deja un vacío que llena la fuerza ostentosa, amenazadora y agresiva.
Hablar de guerra en estos tiempos ya no es sólo una referencia militar. Ya no hay campos de batalla lejos de ciudades y centros poblacionales. No se trata de agredirse con lanza, flecha o catapulta.
El recuerdo de Hiroshima y Nagasaki nos evidencia que lo químico y lo nuclear no es guerra, sino devastación homicida y suicida en que sólo hay derrota de aniquilación, a pesar de las certeras punterías, nunca libres de dolorosos daños “colaterales”.
Los organismos existentes para promover la justicia, que hace posible la paz, requieren una actividad multiplicada y una puntual presencia de ideas y valores en el panorama mundial.
Un milenio inteligente, lúcido y sensato podría ser éste si se acrecentara una conciencia planetaria oportuna que no dejara las decisiones del poder sin peritajes razonables.
“Armaos los unos a los otros” parece el mandamiento de la desconfianza.
Se da mucha lejanía psicológica junto con ausencia de comunicación. No se propicia el mutuo conocimiento.
Un sida armamentista, de contagio internacional, ha hecho deficientes muchas defensas éticas y legales contra la infección bélica. Se agigantan las satanizaciones recíprocas y se sacraliza la extinción del adversario.
Las lides políticas, en todos los niveles, usan el terrorismo verbal y hay misiles de descalificación donde debiera darse una actitud deportiva y caballeresca. Las resonancias mediáticas buscan acentuar lo irritable y señalar lo pésimo, acentuando las discordias.
En tiempo pascual se requiere que muchos sepulcros de inhumanidad y de mediocridad queden vacíos en la convivencia internacional y en los procesos en que una ciudadanía da electoralmente el mandato a quienes promoverán el bien común en una nación.
La golpeada esperanza levanta su terca bandera de fe en lo mejor de la persona humana y en sus mejores sueños de verdad, amor, justicia libertad y paz para acceder –por el “amaos los unos a los otros”– a una trascendencia de plenitud eterna… Cada uno es responsable de su decisión.