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abril 19, 2017

Ecuador y sus productores aumentan medios de vida

Ecuador aumenta medios de vida después del terremoto

Ecuador. - 40 segundos fueron suficientes en Ecuador para materializar la vulnerabilidad acumulada durante décadas. El terremoto del 16 de abril de 2016 afectó a más de 241.000 personas y ocasionó 671 fallecidos.

El sismo golpeó particularmente a la provincia de Manabí, una de las regiones más habitadas del país, cuyas comunidades dependen en gran medida de la agricultura y la pesca.

"Cada construcción antitécnica, cada incremento de pisos sin supervisión, cada ahorro en materiales, nos pasó factura aquel 16 de abril de 2016. Ocasionando 671 fallecidos y más de 241.000 afectados; fue sin duda una de las emergencias más grandes que ha vivido el país en las últimas décadas", recuerda Nury Bermúdez, Oficial de Respuesta a Emergencias, Gestión de Riesgos y Medios de Vida del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Ecuador.

"Esta emergencia rebasó las capacidades de atención y evidenció que se requiere fortalecer la preparación, prevención y recuperación para hacer frente a eventos adversos de gran magnitud. A pesar de esta realidad, una red de solidaridad nacional e internacional se activó para ayudar y ocuparse de la emergencia.

Las entidades de gobierno se encargaron de múltiples frentes y territorios que requerían atención inmediata. Las organizaciones de la sociedad civil estuvieron también presentes coordinando, gestionando y acompañando a quienes más lo necesitaban. El mandato humanitario de atender a las personas de manera integral, se hizo una realidad", agrega.

En Charapotó, una ciudad de la misma provincia, un grupo decidió formar una asociación agrícola para insertar mejor sus cultivos en nuevos mercados. Y están decididos a no darse por vencido.
Con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Gobierno Autónomo Descentralizado (GAD) de Manabí, Charapotó rehabilitó su infraestructura comunitaria productiva, bajo el enfoque de recuperación temprana, con el fin de asegurar los medios de vida de la población. Así, 300 productores de arroz y sus familias se beneficiaron de la reparación de un canal de riego.

Más del 64% de la producción agrícola de Ecuador la realizan pequeños productores, pero sus ingresos no suelen exceder los $193 mensuales. Esta es la realidad de muchos de los habitantes de Charapotó, quienes se dedican al cultivo de arroz, cacao, cebolla y otros productos.

Muchos de los agricultores venden sus productos a través de intermediarios, quienes tienen enlaces con grandes empresas y acceso a medios de transporte y almacenamiento. Los pequeños productores pueden volverse dependientes de estos intermediarios, quienes tienen control sobre los precios.

"Lo que queremos como asociación es comercializar directamente. Que no haya un intermediario, que es el que se lleva todos los beneficios", dice Francisco, el líder de la comunidad. Para ello necesitan el conocimiento y las herramientas que les permitan hacer sus productos más competitivos.

Conscientes de las grandes brechas en desarrollo que enfrentan los pequeños productores, pero también del enorme potencial que poseen, el PNUD - con el soporte financiero de 807.874 dólares donados por el Club de fútbol local Independiente del Valle - está trabajando con las poblaciones rurales más afectadas por el terremoto para ayudarlas a levantarse del desastre rápidamente y mejorar sus oportunidades de desarrollo a largo plazo, brindándoles las herramientas para que sean protagonistas de sus propias historias de éxito.

Treinta y dos asociaciones productivas están trabajando junto al PNUD para establecer relaciones de proveeduría a largo plazo con empresas de mediana y gran escala. Esta iniciativa genera beneficios directos para 2.000 familias.
En las zonas rurales, se está fortaleciendo la cadena productiva. De esta manera, se ayuda a 32 asociaciones de pescadores artesanales y productores agrícolas en las zonas afectadas para establecer contacto directo con los consumidores.

El PNUD, conjuntamente con el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (MIDUVI), también puso en marcha un proceso de evaluación rápida de estructuras, donde se capacitaron a 594 voluntarios quienes evaluaron 35.801 edificaciones en Esmeraldas y Manabí, con la finalidad de proteger la integridad física de las personas frente a posibles réplicas o nuevos sismos.

A un año del terremoto, se atendieron a 2.678 familias que reactivaron la producción de zonas rurales de Manabí y Esmeraldas, gracias a la asistencia técnica, formación y reparación de infraestructuras, generando incrementos promedio de 50% en sus ventas. Tambien se apoyó la reubicación de 1.700 comerciantes en la ciudad de Manta y 470 familias reactivaron sus comercios en la provincia de Manabí, de las cuales un 64% son mujeres.

La agencia de la ONU apoyó también en mejorar los conocimientos y la aplicación de la Norma Ecuatoriana de la Construcción (NEC-15), generando una serie de guías prácticas de diseño y construcción, materiales de capacitación y listas de verificación de mínimos requeridos. Unas 8 mil personas han sido capacitadas en varios lugares del país.

Don Fulgencio nació en un sembrío de cacao. Al igual que generaciones anteriores, ha trabajado toda su vida en plantaciones en la zona costera de Manabí, vecino a Charapotó, zona afectada por el terremoto.

Pese a que sus productos son reconocidos en toda la región, la falta de acceso a créditos y capacitación ha hecho que muchas veces dependa de intermediarios para llevar su producto a mercados más grandes.

 

 
"Tenemos un cacao de buena calidad, difícil de producir, y también tenemos el cacao que crece en cualquier lado, como yerba mala. Los intermediarios nos pagan lo mismo por los dos tipos, pero nos lo piden separado", dijo.

Hoy Fulgencio no solo sabe que tiene el talento para llevar su empresa familiar al siguiente nivel y recibir un precio justo por sus productos. Por primera vez, también encuentra un camino para lograrlo.

La misma determinación se observa en la Asociación "Esperanza del Mañana", liderada por 22 mujeres que le hacen justicia al nombre de su empresa. Ellas se dieron cuenta que comerciar solo bananos - el cultivo de mayor producción en Ecuador- no generaba competitividad, y con la ayuda del gobierno local, hoy comercializan diferentes productos bajo la marca Poval.

Desde el cantón de Rocafuerte, en Manabí, ellas coordinan todo el proceso de producción - desde los cultivos hasta el empaquetado - para generar productos de valor agregado: chifles, harina de maíz y otros. Hoy, ellas están listas para dar el siguiente paso y comercializar con empresas en ciudades más grandes gracias a un estudio apoyado por el PNUD que permitió identificar la demanda y vincular directamente a productores y comercializadores.

Al igual que en Charopotó Cabuyal y Rocafuerte, cientos de familias en zonas rurales en todo el país cuentan con conocimiento valioso para una producción agrícola de calidad, orgánica y sostenible. Pero la falta de oportunidades desincentiva que las generaciones más jóvenes quieran aprender o permanecer en sus comunidades, lo que ha hecho que esta experticia se pierda rápidamente. El terremoto, para muchos, se sintió como una estocada final.

Las experiencias de estas 32 asociaciones productivas impulsarán la recuperación de una provincia que, aunque afectada por el terremoto, jamás se dio por vencida.

A pesar de estos esfuerzos, a un año del terremoto aún hay temas pendientes, señala Nury Bermúdez.
"Debemos trabajar en reducir la vulnerabilidad físico estructural de las edificaciones, no solo en las zonas afectadas, sino en todo el país. Se requiere cambiar las prácticas de construcción, tener más conciencia sobre los procedimientos constructivos, mejorar el uso de los materiales y las técnicas y reforzar las edificaciones y estructuras que ya existen", explica.

"Además, es necesario generar campañas en Ecuador y una mayor concientización en toda la población. Reducir la pobreza, la inequidad y aumentar el acceso a servicios básicos, educación y salud de calidad, son elementos que también forman parte de la reducción del riesgo de desastres", añade.

Los riesgos son una construcción social y desde esta lógica están vinculados estrechamente a las agendas y modelos de desarrollo y por ende deben empatarse con las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Debido a que Ecuador se encuentra en el cinturón de fuego del Pacífico, un nuevo sismo volverá a ocurrir en alguna parte del territorio nacional, por lo que el país y la población no sólo deben estar preparados para atenderlo, sino trabajar para que no se convierta en un desastre.

"Reducir el riesgo es tarea de todos", asegura Bermúdez.

 

 

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