Choque generacional
Portal. Por: Carlos Arredondo Sibaja.
“No veo esperanza para el futuro de nuestra gente si dependen de la frívola juventud de hoy en día; pues ciertamente todos los jóvenes son salvajes más allá de las palabras… Cuando yo era joven; nos enseñaban a ser discretos y respetar a los mayores; pero los jóvenes actuales son excesivamente ofensivos e impacientes a las restricciones…”.
La frase anterior bien podría ser atribuida a cualquier padre de familia de nuestros días… o cualquier profesor –de cualquier nivel educativo– a quien le toque pararse ante un grupo de miembros de la generación conocida con el críptico nombre de millennials.
Palabras más, palabras menos, seguramente usted –si pertenece a la generación “X”; o cualquiera de más pa’ trás– ha expresado una idea similar cuando su racionalidad entra en conflicto con la de quienes pertenecen a las juventudes de nuestros días.
Pero no: la expresión del inicio no es autoría de ningún personaje contemporáneo; sino más bien una idea vieja. Como de hace 27 siglos más o menos, pues se le adjudica al poeta griego Hesíodo. Frases similares; asegura la historia; formularon gigantes del pensamiento humano como Sócrates; Platón y Aristóteles.
¿A dónde voy con este cuento? A un lugar muy cercano: la confrontación generacional, entendida ésta como el señalamiento de “inmadurez”; “irracionalidad” y “ausencia de valores”; espetado por los integrantes de la momiza; en dirección de los chavales; constituye uno de los episodios más repetidos de esta película.
Se trata de un problema cíclico: durante la etapa juvenil, los seres humanos adoptamos un comportamiento irresponsable, despreocupado; contestatario; irreverente… ¡y nos sentimos sumamente orgullosos de ello! Ya luego; cuando nos caen encima los años –y las responsabilidades– transmutamos en individuos serios; responsables; moderados… ¡y nos parece terrible ver cómo los jóvenes se comportan de forma irracional!
Algunas cosas deben puntualizarse a partir de esta realidad: La primera es una deducción más o menos lógica de la descripción realizada: en ambas etapas de la vida se está en lo correcto, sin contradicción de por medio.
Porque la juventud es –ha sido siempre– justamente una época para la irreverencia, la osadía; la audacia y hasta los excesos; en contraparte; la madurez constituye la oportunidad para la sensatez; el sosiego; la racionalidad y la cordura. En ambas etapas de la vida, lo recomendable es vivir con intensidad cada momento; si bien vale la pena hacer un esfuerzo permanente por mantener la conducta dentro de ciertos límites.
Lo anterior implica, para quienes se encuentran en la etapa de la juventud; hacer un esfuerzo por no excederse, a fin de no dañar, poner en riesgo o destruir bienes colectivos preciados; para quienes habitamos la etapa de la madurez implica no instalarnos en la intolerancia; no olvidar nuestra propia experiencia juvenil y dispensar a la nueva generación la misma paciencia con la cual fuimos tratados.
Hay, este proceso; me parece; un ingrediente fundamental: el sentido de construcción del futuro.
Y eso podría ser, quizás, la diferencia de la época actual con la de Hesíodo: la pérdida del sentido de futuro, de la idea según la cual, si bien cada quien tiene un propósito individual, existe un horizonte común hacia el cual caminamos juntos desde hace un buen número de siglos.
La pérdida de este sentido es –podría ser– la razón por la cual los miembros de la generación “X” chocamos con los millennials de una forma distinta a la cual chocaron con nosotros los builders y éstos con los baby boomers, para adoptar la nomenclatura sociológica occidental de separación de las generaciones del último siglo.
Se trata, por supuesto, de una afirmación arriesgada y podría ser perfectamente falsa, pero me inclino a creerla, sobre todo, después de haber visto (completo y más de una vez) el video de Simon Sinek “The Millennial Question”, fácilmente localizable en YouTube y cuyo contenido me parece iluminador.
Dos puntos del alegato de Sinek (el cual recomiendo a todo mundo ver –más de una vez–) me parecen particularmente relevantes:
El primero es el relativo al impacto de la tecnología en la forma en la cual “maduran” los millennials: debido a la existencia de una “app” para todo, asegura el autor británico, los jóvenes de hoy no necesitan –o eso creen ellos– “aprender los mecanismos sociales de supervivencia”, es decir, las habilidades necesarias para sobrevivir en el mundo real a cuyo sufrimiento, más tarde o más temprano, deberán arribar.
El segundo, derivado directamente del primero, es la enorme frustración padecida por los millennials, cuando la vida les obliga a salir violentamente del mundo virtual en el cual son unos triunfadores sin necesidad de esfuerzo alguno, circunstancia cuya traducción es trágica: esta será la época de la humanidad en la cual más padres deberán enterrar a sus hijos.
Nada ha cambiado en esencia desde Hesíodo… aunque un pequeño cambio, como la eclosión de un mundo “conectado”, podría bastar para transformar la historia drásticamente.
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