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junio 02, 2015

El factor humano

Nación Petatiux. Por: Enrique Abasolo.


El factor humano


En 15 años como columnista, pocas, muy pocas veces he tenido que retractarme por algo que haya publicado.


Desdecirse es el mayor oprobio que existe en términos periodístico, (o el segundo, después de ser señalado como lacayo del poder).


El reconocimiento de un error (de buena fe, no intencional) guarda al menos un dejo decoroso de honradez en la humilde admisión de que nos equivocamos, que estamos apenados y que queremos, en la medida de lo posible, enmendar el daño que hayamos podido causar.


Creo sinceramente que mis lectores y coterráneos esperan mis públicas disculpas por el socarrón artículo de la semana pasada en el que hice de la Ira Divina objeto de chacota, sorna y pitorreo.


El descontento del Padre Eterno por mi texto “El Dedo de Dios” se hizo patente en forma de sísmico sacudimiento que hasta mis difuntos ancestros abrieron un ojo para preguntar “¿qué pachó?”


Así que para no tentar a la suerte, o mejor dicho, para no poner a prueba la no tan infinita paciencia del Todopoderoso, me abstendré de escritos heréticos por un rato.


Y es que nomás falta que escoja Diosito algún punto de la geografía coahuilense como el sitio de impacto del asteroide de la próxima extinción (lo que sin duda le acarrearía a nuestro Estado notoriedad mundial, aunque admitámoslo, sería sólo por un periodo muy breve, pero la fama va y viene).


Respecto a lo expresado sobre la aun reciente tragedia en Ciudad Acuña, quedaron pendientes algunos comentarios más importantes que el simple llamado a la solidaridad con nuestros hermanos fronterizos (además de que esos gestos tan humanos siempre surgen de manera espontánea).


Aunque el dolor por las pérdidas humanas y patrimoniales aun este lejos de superarse, creo que una vez sobrepuestos de la inicial conmoción, es hora de que nos preguntemos qué tanto ingrediente humano contribuyó para convertir un fenómeno natural en tragedia.


En qué medida era esta catástrofe una fatalidad inevitable (determinada por azarosas circunstancias fuera del control de cualquiera) y en qué porcentaje debimos estar preparados y no lo estuvimos.


Lo primero a considerar es que los tornados no son algo tan anómalo para el territorio mexicano como pudiera pensarse, lo que sí parece ser harto infrecuente es un puntual registro de estos y otros fenómenos, que nos permita, si no predecirlos, sí por lo menos conocer su periodicidad, sus alcances destructivos y, sobre todo, establecer los protocolos para que al presentarse la eventualidad funcionen como una maquinaria bien aceitada.


Por desgracia, en México el único mecanismo que funciona con puntualidad de reloj suizo es el aparato electoral, pero ya hablaremos de eso previo a las elecciones


Me voy a permitir recomendarle un par de videos que usted mismo debe poder encontrar en la red sin mayor problema.


Uno se llama sencillamente: “Tornado en Ciudad Acuna Coahuila-Momento Exacto”, en él, el autor de este registro va describiendo, desde no muy lejos, el comportamiento del meteoro una vez que toca tierra y que, gracias a los esporádicos relámpagos podemos apreciar por breves instantes en toda su sobrecogedora magnitud.


Es en el minuto 1 con 40 segundos que el video-testigo lanza en forma retórica una pregunta que lo responde todo: “¿Y la pinche alarma? ¡Bien, gracias!”.


Refiriéndose por supuesto al sistema de alarmas con que se supone los acuñenses cuentan para ganarle al desastre algunos vitales segundos de reacción, este genuino comentario salido desde el lugar y el momento de los hechos, pone en evidencia que la capacidad de


Es decir, pone de manifiesto que el factor humano pesó en la catástrofe al menos tanto como el factor meteorológico.


El segundo video lo puede buscar y encontrar como “Javier Alatorre llega a Ciudad Acuña – Noticias de Coahuila”.


En dicho reportaje, el periodista titular de Azteca hace un recorrido por la zona del siniestro, describe lo que las imágenes gritan y entrevista a diversos sobrevivientes.


Uno de ellos le reporta que afortunadamente los tres miembros de su familia resultaron ilesos, pues el cuarto en que se resguardaron soportó bien las acometidas del tornado.


Alatorre le pregunta si la vivienda será acaso recuperable tras los severos daños.


“Pues es lo que no sé”, contesta el superviviente. “Este cuarto fue lo que nos libró, pos este cuarto lo hice yo… todo lo que se cayó fue lo que hizo Infonavit”.


Como ve, lo edificado por nuestros gloriosos institutos de carácter social voló por los aires como una maqueta ridícula, en cambio lo construido por el trabajador con esfuerzo propio se mantuvo en pie y les salvó la vida.


Una vez más los comentarios salen sobrando ante la contundencia de estos hechos, lo pertinente es acaso volvernos a preguntar, sobre este desastre, qué tanto es resultante de los fortuitos designios de la naturaleza y qué parte nos corresponde asumir, qué parte obedece a nuestra nacional negligencia, a nuestra pobre capacidad previsora y a la institucionalizada corrupción.


Mientras la Tierra tenga sistemas meteorológicos y geológicos vivos, pondrá su parte en la receta para la catástrofe, pero será inútil culparla si antes no consideramos todas las omisiones y fallas del factor humano.


petatiux@hotmail.com



El factor humano

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