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mayo 14, 2015

Ciudad Ramos Arizpe

De política y cosas peores. Por: Catón.


Ciudad Ramos Arizpe


Sebilia, mujer lardosa, abundante en carnes, casó con Alfeñico, joven enteco y escuchimizado. Cuando llegaron a la habitación donde pasarían la noche de bodas el amoroso galán le preguntó a su robusta dulcinea: “¿Qué lado de la cama quieres, cielo mío?”.


Respondió ella sin vacilar: “Los dos”. “¿Cómo los dos? –se desconcertó el novio-. No creo que necesites los dos lados de la cama”. “¿Que no? -replicó ella-. ¡Espera a que me quite la faja!”. (En efecto, la mujer se despojó de la citada prenda, y al hacerlo se difundió por todo el lecho.


¡Y la cama era King Size Super Grand Double Magna Mega Big!)… El Valle de Saltillo es muy hermoso. Lo circundan montañas azulinas comidas ahora a dentelladas por los mercaderes de las pedreras en torpe atentado contra la belleza del paisaje.


Una santísima trinidad habita en ese valle. Está Saltillo, desde luego, a donde va a dar la gente que en el Cielo se porta bien. Al oriente vive Arteaga, Pueblo Mágico, tierra de aristocráticos terratenientes en cuyas huertas se dan manzanas comparadas con las cuales la del Paraíso es deleznable poma incolora, inodora e insípida.


Y hacia el norte se encuentra Ciudad Ramos Arizpe, que apenas ayer hacía tamales, chorizo y pan de huevo y hoy fabrica automóviles que van por todos los rumbos del planeta.


Gente de mucho ingenio vive en esa noble población. Dicen que cuando en Ramos nace un niño su padre lo toma en brazos y lo lanza con todas sus fuerzas hacia arriba.


Si el recién nacido se agarra de uno de los morillos o vigas de la techumbre, eso es muestra de que posee la habilidad y fuerza que se necesitan para salir adelante en este mundo.


Su orgulloso papá pone entonces una escalera y lo baja amorosamente para presentarlo a la familia. Por el contrario, si el crío no se procura por sí mismo la salvación, su genitor, indiferente, lo ve caer y hacerse papilla en las baldosas sin que nadie llore la pérdida de aquel que no dio trazas de ser capaz de enfrentar las duras pruebas de la vida.


De Ramos Arizpe era José Dávila, apodado El Mudo, porque lo era. Una vez alguien le preguntó cuántos años tenía. Pasó él la mano por la pared encalada; se señaló en seguida la parte posterior de su cuerpo e hizo luego con los dedos un 2 y un 5.


Eso quería decir: “Cal-culo que 25”. Igualmente nació en Ramos don Fidencio Flores, poeta de gran mérito, autor de un espléndido poema en loor de la tortilla.


Miren qué título le puso: “Hostia santa”. En Ramos Arizpe sucedió a mediados del pasado siglo el comentado caso de aquel muchacho que embarazó a una chica. De los abracijos, ya se sabe, nacen hijos. El seductor, hijo del carnicero del lugar, puso pies en polvorosa.


El tablajero ofreció al padre de la ofendida una indemnización en especie: cotidianamente le daría un kilo de carne a su elección –bisté, molida, cuete, hígado, chuleta o chambarete- hasta la mayoría de edad de la criatura.


Aceptó el trato el hombre, y cada mañana acudía a recoger aquel tributo. Cuando salía con él los muchachillos de la calle se escondían tras de las esquinas y le gritaban: “¡Carne por carne!… ¡Carne por carne!…”. Como se ve, ya desde entonces había redes sociales.


Don Óscar Flores Tapia, quien fue gobernador de Coahuila, tuvo la venturosa idea de convertir en ciudad a esa antañona villa. Era alcalde de Ramos Arizpe otro magnífico señor: don Eufrasio Sandoval.


Ayer se cumplieron 35 años del suceso. Ricardo Aguirre, el actual alcalde, encabezó los festejos de aniversario junto con el gobernador Rubén Moreira. Yo no pude asistir -tenía cosas menos importantes qué hacer-, pero desde aquí saludo a ese lugar querido y a sus laboriosos habitantes.


Ramos Arizpe es orgullo de Coahuila y ejemplo de trabajo para los coahuilenses. Seguirá progresando, y al mismo tiempo conservará su genio y su figura. Enhorabuena…


Dos tenorios de pueblo salieron una noche con sendas artistas del circo que había llegado al villorrio. Al día siguiente uno de ellos se veía feliz; el otro mohíno. Contó el de la sonrisa: “Me tocó la contorsionista. ¡Hubieras visto qué meneos, qué maromas!”. Dijo el otro: “En cambio yo ando todo lastimado de allá abajo. ¡Me tocó la tragaespadas!”… FIN.



Ciudad Ramos Arizpe

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