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mayo 19, 2017

Lecciones de la elección en Francia

Lecciones de la elección en Francia

Por: Enrique de la Madrid Cordero.

No podemos esperar que un sistema político del siglo pasado dé soluciones a un mundo más diverso, complejo e integrado

El pasado proceso electoral en Francia fue de gran interés, en particular para países con elecciones en puerta, debido a que se enfrentaron dos posiciones que prevalecen alrededor del mundo, las populistas y aislacionistas representadas en este caso por el Frente Nacional de Marine Le-Pen y las progresistas e integracionistas, ¡representados por En Marcha!  de Emmanuel Macron.

Las elecciones en Francia se componen de dos rondas. En la primera participan todos los candidatos a la Presidencia. Si alguno de los candidatos obtiene más de 50% de los votos, automáticamente se convierte en el presidente. De lo contrario se procede a una segunda ronda electoral entre los dos principales candidatos.

En el caso de la pasada elección en Francia, durante la primera vuelta Emmanuel Macron obtuvo 24% de los escrutinios, Le-Pen 21.3%, Fillon de Los Republicanos 20%, Mélenchon de La France insoumise 19.6%, Hamon del Partido Socialista 6.4% y el restante dividido entre otros 7 candidatos.

De esta forma Macron y Le-Pen se enfrentaron nuevamente en una segunda ronda electoral de la que resultó victorioso Macron con 66.1% de los votos.

Si bien, bajo el escenario de la primera vuelta, que es el mismo que se utiliza en México, Macron hubiera resultado ganador, únicamente hubiera representado a menos de una cuarta parte del electorado, con los consecuentes problemas de falta de legitimidad y de gobernabilidad.

Al existir la herramienta de la segunda vuelta electoral, se crean los incentivos para que los participantes formen alianzas, se lleguen a acuerdos y se asuman compromisos para lograr la mayoría en la segunda ronda.
Además, constituye una opción de representación para las minorías que se quedaron fuera en la primera ronda, logrando así la legitimidad requerida.

En una democracia se entiende que debe gobernar el pueblo y el pueblo está representado por la mayoría absoluta, no la relativa.

En un sistema de única vuelta se puede dar el caso de que una pequeña minoría, siempre y cuando sea mayor que el resto de las demás, se lleve todo el poder.

No es muy democrático que con sólo 25% de los votos se obtenga todo el poder, dejando excluida a la gran mayoría que votó por otra opción. Esto último atenta contra la democracia.

Dentro del sistema electoral mexicano un partido puede ganar la Presidencia representando mucho menos del 50% del electorado, e inclusive se corre el riesgo de que una minoría radical llegue al poder sin la necesidad de construir consensos y acuerdos con el resto de las fuerzas políticas.

México tiene que avanzar más rápido en ese sentido. No podemos esperar que un sistema político e instituciones diseñadas en el siglo pasado o antepasado, den soluciones para un mundo más diverso, complejo e integrado.

Francia y México comparten los valores de la democracia liberal, en la que se respetan las garantías individuales, el desarrollo económico está basado en las actividades de los ciudadanos y los intereses de la población se encuentran representados por las instituciones.

Estoy convencido que al igual que en Francia, los mexicanos queremos un país con un gobierno progresista, abierto al mundo y cuyas acciones estén sustentadas en la realidad y los hechos. La política debe ser un instrumento para la construcción de una sociedad más justa y con bienestar para la población.

 

abril 25, 2017

La geografía de López Obrador

La geografía de López Obrador

Estrictamente personal. Por: Raymundo Riva Palacio.

El ser puntero casi permanente en las encuestas presidenciales ha construido la percepción que Andrés Manuel López Obrador llegará a la Presidencia en 2018.

Un sistema político infectado con escándalos por ineficiencia y corrupción, junto con crecimiento económico mediocre y millones de mexicanos que se sienten desconectados del bienestar, forman un cuerpo al que todos los días se alimenta con discursos de que no importa todo lo bueno que se haga, sólo se ve lo malo, o que no hay crisis salvo en la mente de los mexicanos, que revela una claudicación ante el debate público por la incapacidad para entender el fenómeno mexicano que, además, no es sólo mexicano sino universal.

López Obrador, a diferencia de su lucha por alcanzar la Presidencia en 2006 y 2012, fue alcanzado por las circunstancias que llevaron al poder a Donald Trump y alumbraron al desconocido Bernie Sanders, que volvió provincianos a los globalizadores ingleses, o colocó en la final presidencial de fotografía en Francia a Emmanuel Macron y Marine Le Pen.

Mal haría, sin embargo, quien trace analogías mecánicas entre cada una de esas personas que están cambiando el metabolismo en el mundo. Lo que los une no es su pensamiento, programa o ideología, sino un discurso que apeló a electorados agraviados por aquellos a quienes los franceses llaman “los burgueses bohemios”.
Un segmento estudiado por Christophe Guilluy en un relevante libro para estos tiempos escrito en 2014, “La Francia Periférica”, a quienes el autor, geógrafo de profesión, ha dicho que su análisis no sólo se aplica a su país, sino a todo el Occidente, porque fueron quienes dañaron el tejido social y económico al crear dos sociedades, los que tienen y los que no, con un egoísmo que no vio sus consecuencias en el largo plazo.

“El sistema globalizado construyó sus fortalezas, y protegidas por el muro del dinero y el deseo de permanecer sólo entre ellas mismas, las élites pudieron disfrutar las ventajas de la globalización en toda su magnitud”, escribió Guilluy. Esto, precisó en relación a su país, “lejos de la Francia periférica, donde se olvidaron de la existencia de la clase trabajadora”.

El libro explora la división indisoluble de las clases sociales en función de lo que poseen y a lo que tienen acceso, así como la emergencia de una contra sociedad.

López Obrador ya había construido un discurso para los desposeídos muchos años antes de que Guilluy comenzara incluso a pensar su libro, y desarrollado una retórica excluyente para definir los campos de los ricos y los pobres –aunque en los últimos meses la ha matizado–, y la necesidad de tomar el poder para cambiar ese rumbo convertido en proyecto de nación de las minorías.

En una entrevista con la agencia Reuters en octubre 2014, Guilluy decía que su país había perdido la fe en los partidos de centro derecha y centro izquierda convencionales, por lo que en ese momento estaban volteando al extremista partido del Frente Nacional de Le Pen.

Las elecciones presidenciales en Francia demostraron este domingo su hipótesis: los dos partidos que dominaron la política francesa desde la Segunda Guerra Mundial, se colapsaron. Guilluy decía en su libro que el patrón de voto en Francia se volcaba a quienes representaban el antisistema provenientes de las zonas rurales y menos educadas, que superaban al electorado en las grandes ciudades, principales beneficiarias de la globalización.

 
Este mismo fenómeno es lo que le dio a Trump la Presidencia, puso al Reino Unido en la antesala de la salida de la Unión Europea, y está pasando en Austria y Holanda. Esos votos, dijo Guilluy, se han ido a los llamados partidos “populistas”.

 

En el caso mexicano, donde no se dan diferencias tan notorias entre electores de las urbes y las medianas y pequeñas ciudades o comunidades rurales, la ventaja para López Obrador es mayor.

Sin una geografía tan clasistamente dividida como en Francia, Inglaterra y Estados Unidos, en México se juntan los desconectados del progreso con las grandes zonas electorales, en las comunidades rurales, y también regiones enteras como el sur del País, donde el avance de Morena, el partido fundado por López Obrador, ha crecido de manera significativa en sus menos de dos años de existencia.

Las grandes dificultades para llevar el progreso al sur de México, a través del ambicioso programa de Zonas Económicas Especiales, revela a un México de segunda clase donde el mundo globalizado no quiere invertir.

La diferencia geográfica con electorados en otras naciones no disminuye el potencial de López Obrador, sino lo agranda.

El respaldo que ha ido ganando no se da sólo en el campo, sino también en las ciudades, particularmente en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, donde se concentra cerca del 20 por ciento del total del padrón electoral, y se encuentran concentrados los principales generadores de información e ideas del País, que tienen influencia nacional y ayudan a moldear voluntades.

Esto significa que las posibilidades de López Obrador son superiores, en términos comparativos, con las que tuvo Trump o Melenchon que ganó la primera vuelta presidencial en Francia, por ejemplo.

López Obrador está en el mejor lugar y el momento más apropiado para alcanzar la Presidencia el próximo año. A su realidad se le acomodó la realidad del mundo.
Lo impulsa el discurso oficial que admite una derrota ante la sociedad y que, hasta ahora, no se ha dado cuenta que la claudicación al debate de las ideas por la vía de la tozudez del mensaje allana el camino pra quien menos quisieran ver gobernando al País.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa