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julio 02, 2015

Díaz: un exilio eterno

En privado. Por: Joaquín López-Dóriga.


Díaz: un exilio eterno


No hay otra tierra prometida que la que hay. Florestán


El 2 de julio de 1915 moría en el exilio de París el general Porfirio Díaz, sol y sombra de la historia de México. Hoy, a cien años de su muerte, sigue siendo motivo de discusión y enconos que van del patriarca modernizador al dictador y ambas son válidas.


Díaz, que se levantó contra Juárez, de quien fue admirador, amigo, militar excepcional y ministro, invocó la no reelección, disputa que terminó la muerte del Benemérito y el ascenso a la presidencia del héroe de la batalla del 2 de abril y brigadier del general Ignacio Zaragoza en la batalla del 5 de mayo en Puebla.


Por más de 30 años condujo al país con mano de hierro desde su arribo a la Presidencia en 1876, interrumpido al terminar su primer cuatrienio por su compañero de armas, el general Manuel González (1880-1884), durante el que Díaz logró la reforma constitucional para aprobar la reelección que le permitió perpetuarse en el poder, cruzar el siglo desde el Castillo de Chapultepec.


En 1908 concedió una histórica entrevista al periodista estadunidense James Creelman, para la revista Pearson’s Magazine, de Nueva York, y allí habló por primera vez de un retiro digno, no obstante lo cual, se volvió a postular por séptima ocasión y Francisco I. Madero se presentó como candidato de oposición, proceso que volvió a ganar Díaz y llevó a Madero a la rebelión desde el Plan de San Luis, que produjo al estallido revolucionario el 20 de noviembre.


Según versiones, después de días de inquisitivas cavilaciones, el viejo dictador tomó la decisión de renunciar, el 22 de mayo de 1911. Tres días después, la madrugada del 25, dejó su casa en la calle de Cadena y con su familia abordó el tren que lo llevó a Veracruz, tramo en el que fue escoltado por el general Victoriano Huerta, que 15 meses más tarde asesinaría a Madero para hacerse del poder en un sanguinario golpe de Estado.


Cuentan las crónicas, que en la asoleada mañana del 31 de mayo de 1911, sonó la sirena del barco de bandera alemana Ypiranga, que soltó amarras del puerto de Veracruz para llevarse al dictador para siempre, con su deseo expreso de ser enterrado en México.


Hoy, a cien años de su muerte, sus restos permanecen en una tumba del parisino cementerio Montparnasse, donde muerto, vive un exilio, no sé si justo o injusto, pero sí eterno.


RETALES


  1. JACOBO. Jacobo Zabludovsky ingresó a un hospital de la Ciudad de México para un tratamiento. Su Sarita de siempre me dijo que se encuentra bien atendido. ¡Ánimo!;

  2. TOALLA. El que Jorge Luis Preciado haya regresado al Senado es una señal de que ya tiró la toalla en la disputa legal por Colima; y

  3. NONES. Me insiste Emilio Gamboa en que no irá a la presidencia del PRI, que sirve más al Presidente donde está. Siendo innegable su cercanía, es su opinión. La palabra final la tendrá el presidente Peña Nieto.

Nos vemos mañana, pero en privado


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