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agosto 04, 2015

El piojo herrera y la autocrítica

El privilegio de opinar. Por: Manuel Ajenjo.


El piojo herrera y la autocrítica


Tal vez a usted, lectora, lector, le ha sucedido con amigos, empleados o parientes a los que descubre en flagrancia durante la ejecución de un error, una falta o, hasta, un delito.


A pesar de que las pruebas hayan sido presenciadas por usted, oídas o comprobables de manera absoluta, a pesar de que el descubierto no tiene ni para dónde hacerse, pocos son los que las reconocen, la mayoría recurren a la mentira, por inverosímil que está sea: “No es lo que estás pensando” si lo encontraste refocilándose con tu novia.


Como no llegó a la cita de las 9 de la mañana, a las 10 vas a buscarlo a su casa, encontrándolo dormido, lo despiertas y, con aliento alcohólico, te dice: “Toda la noche tuve diarrea y apenas hace una hora que me dormí”.


También existe el que no te terminó un trabajo “porque no me surtieron el material”.


O el que no te pagó una deuda por qué: “Me caí, que no me vas a creer, ya te traía tu lana y me asaltaron”.


“La cartera se le cayó y yo estaba viendo de quién era para devolverla”


El mexicano es capaz de inventar lo más increíble con tal de no ser visto como culpable.


Una manera de demostrar que a ningún paisano le gusta ser tachado de culpable es el chiste de la chica que era tan fea que le decían “la culpa”, porque nadie se la quería echar.


Pero lo peor es que aunque descubramos al amigo con la novia, al impuntual dormido y crudo, al trabajador flojeando, y al conocido robando, nosotros, los engañados, les seguimos el juego sin atrevernos a decir: “Nada, están follando par de hijos de puta”.


“lo que pasa es anoche agarraste la jarra, pinche borracho”; “maestro, es que es usted un huevonazo”; “eres un cabrón ratero”; les seguimos el juego y hacemos como que les creemos.


Como en la historia de los dos avestruces hembras que son perseguidas por dos avestruces machos con aviesas intenciones.


Una de los avestruces hembras le dice a la otra. “Están muy cerca de nosotros. Escondámonos”. Ambas avestruces clavan su cabeza en la arena quedando sus cuerpos de fuera.


Llegan los avestruces machos al lugar donde están los cuerpos de ellas, voltean a un lado y a otro y se preguntan: ¿En dónde se habrá metido este par”.


El mexicano, en términos generales -hay excepciones como el comisionado nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido o el ex procurador cansado Jesús Murillo Karam, incapaces de mentir-, es proclive a decir mentiras.


Según el filósofo Samuel Ramos (1908 – 1959): “Es rasgo característico de la psicología mexicana inventar destinos artificiales (…) El mexicano planea su vida como si fuera libre de elegir cualquiera de las posibilidades que a su mente se presentan como más interesantes o valiosas”.


(Y así tenemos que en materia de futbol nos prometen llegar al quinto partido en un mundial y compramos la idea. Ser semifinalistas de la Copa América, nos la creemos y no llegamos ni a cuartos, y ganar la Copa de Oro, cosa que se logró, pero ¿fuimos los mejores?).


A la afición, que los medios de comunicación fanatizan, creando patriotismos efímeros y aprovechándose de su atracción por el futbol, la distraen de lo verdaderamente importante, a través de los mismos medios se percata que de lo prometido fue poco lo logrado.


Entonces sale a dar la cara el entrenador nacional, mismo al que cuando las cosas van bien lo quieren canonizar y cuando salen mal, lo quieren quemar en leña verde.


En este caso, recibe todas las críticas. En 11 partidos sólo ganó dos ante Cuba y Jamaica. De los otros nueve no soportó la crítica de la misma jauría que lo creó.


Visiblemente molesto, asistía a las conferencias de prensa en las que jamás reconoció haber cometido un error. El equipo está jugando bien expresaba la culpa era (fue) de los errores garrafales de los árbitros.


(Las dos veces que el arbitraje lo favoreció a nivel de escándalo mundial las pasó por alto).


Falto de inteligencia emocional, reaccionando más con el hígado que con el cerebro, llamó payaso a un comentarista y categóricamente dijo: “Sólo hay un pendejo que me ataca y ya sabrán ustedes quién es, me lo encontraré y discutiré con él”.


Quise saber quién era el “pendejo” y resultó Christian Martinoli, de Televisión Azteca. Al otro día lo escuché en su programa de radio y al referirse a lo dicho por El Piojo aclaró que nunca lo ha atacado sino criticado como técnico de la Selección, el insulto lo pasó por alto.


Falto total de autocrítica, un mal endémico de todo aquel que tiene un puesto de autoridad en México, El Piojo -apodo que debería de haberse quitado cuando empezó a ser director técnico- acompañado de su hija adolescente, se encontró en el aeropuerto de Filadelfia con el susodicho cronista, no discutió con él como lo prometió, tal vez para quedar bien con su hija, le tiró un golpe.


Ahora la Selección busca entrenador, ojalá y que encuentren uno que además de saber del buen manejo de un equipo de un equipo de futbol tenga inteligencia emocional para practicar la autocrítica.


Final (Entrevista)


¿Cuál es su principal cualidad?


Practico la autocrítica.


¿Y su principal defecto?


Soy muy mentiroso.



El piojo herrera y la autocrítica