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julio 08, 2015

Partido de las tres mentiras

De política y cosas peores. Por: Armando Fuentes Aguirre “Catón”:


Partido de las tres mentiras


Don Valetu di Nario, maduro caballero, clamaba con tono de reproche dirigiéndose al buen Dios: “¡Señor, Señor! Pusiste 206 huesos en el cuerpo del hombre, ¡y se te olvidó poner uno donde lo necesitamos más!”…


A don Augurio Malsinado lo persigue siempre un hado adverso. Cierto día le preguntó a su anciana madre: “Mamá: ¿quién es mi padre?”. La viejecita abrió el ropero y sacó de ella una fotografía de grupo de los Dorados de Villa.


Le dijo a don Augurio: “Escoge el que quieras, hijo mío. En la bola no supe cuál de todos fue”… Frase de Empédocles Etílez, beodo profesional: “No puedes ahogar tus penas en el vino.


Siempre flotan”… En la fiesta del Club Mercantil un tipo le dijo a otro: “¡Mira qué mujer! ¡Con qué gusto me la cogería!”. Replicó el otro, exasperado: “Es mi esposa”.


El tipo se apresuró a aclarar: “Pagando, claro”… El mal llamado Partido Verde Ecologista lleva en su nombre tres mentiras: ni es partido, ni es verde, ni es ecologista.


Negocio de familia cuya supervivencia depende ahora de su mañosa alianza con el PRI, no puede llamarse “verde” porque nada hace por la conservación de los recursos naturales, y mal puede jactarse de ser “ecologista” un grupo que ha pedido, entro otros despropósitos, la instauración de la pena de muerte en el país.


La prohibición de los animales en los circos es una de las acciones más hipócritas y demagógicas de esa organización que desprestigia todo lo que toca.


Supongo que quienes propusieron y apoyaron esa iniciativa son vegetarianos absolutos que no beben leche ni comen carne, huevos ni pescado; que no tienen mascotas en sus casas; que nunca van a un zoológico ni a una corrida de toros; que no suben jamás a una de esas carretelas tiradas por caballos que en Mérida o Guadalajara –o Nueva York– pasean a los turistas por las calles.


Desde su origen mismo la criatura humana, poseedora de esas valiosas herramientas que son la mente y el lenguaje, ha ejercido dominio sobre el mundo natural.


En virtud de esa supremacía ha aprovechado, para bien y para mal, a otras criaturas de la naturaleza, ya para alimentarse, ya para servirse de ellas en su vida y sus labores.


Con algunos de esos seres ha establecido una especie de pacto tácito que beneficia tanto al hombre como a los animales. Éstos aportan trabajo o compañía; el hombre les da cuidado y protección.


¿Prohibirá el Partido Verde la entrañable relación que se establece entre un hombre y su perro? ¿Vetará que en las casas haya gatos que dan misterio y quitan soledades? La legislación que por la necedad de algunos lograron implantar los de ese mentiroso “partido” ha llevado a los animales de los circos a una difícil situación que los prohibicionistas nunca se cuidaron de prever.


Ayer esas criaturas eran artistas que daban asombro y gozo a los niños y a los adultos a quienes esos niños llevaban al circo; hoy son seres cuya forma de vida les fue arrebatada y que están condenados a muerte o a prisión perpetua.


¿Que eran tratados con crueldad en los circos? Posiblemente haya habido algunos casos de esa conducta reprobable, pero a quienes más convenía tratar bien a los animales era a sus dueños.


Esa prohibición tiene bases tan endebles que no habría podido prosperar si hubiesen actuado el buen sentido y la razón. Pero ni ésta ni aquél pueden tener parte ahí donde imperan la demagogia y la politiquería.


Politiquero y demagógico es el Partido Verde, que sobrevive sólo por la protección e impunidad que recibe del acosado PRI y del desprestigiado Instituto Nacional Electoral.


Ojalá algún día desaparezca esa mentirosa empresa mercantil, y desaparezca con ella la necia prohibición que malamente consiguió imponer… Don Cornulio llegó a su casa y encontró a su mujer en la recámara, desnuda –la mujer, no la recámara– y en estado de gran agitación.


Le preguntó: “¿Por qué estás sin ropa a esta hora?”. Respondió ella, nerviosa: “Es que no tengo nada qué ponerme”. Don Cornulio fue al clóset y lo abrió. Dentro estaba su compadre Pitorraudo.


Le dijo don Cornulio: “Qué bueno que lo veo, compadrito, para que me sirva de testigo. Mi mujer dice que no tiene nada qué ponerse y mire usted: el clóset está lleno con su ropa”… FIN.



Partido de las tres mentiras