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octubre 27, 2015

Laboratorio de Electrónica Digital fue inaugurado por Mancera

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Laboratorio de Electrónica Digital fue inaugurado por Mancera
Inaugura Jefe de Gobierno Laboratorio de Electrónica Digital Avanzada del Sistema de Transporte Colectivo
El Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera Espinosa, inauguró el Laboratorio de Electrónica Digital Avanzad
Ver nota completa: http://notimundo.com.mx/laboratorio-electronica-digital-mancera/

julio 23, 2014

El egómono digital

Kafkarna por: Inocencio Reyes Ruiz


Amarse a sí mismo al menos tiene una ventaja: no hay muchos rivales.


Georg Christoph Lichtenberg


Mi vecino acaba de comprarse un egómono digital y, según dice, por fin se siente muy a gusto consigo mismo.


No entiendo qué es el aparato. El vecino me explica:


“Es un chip que se instala en el interior de los ojos como se colocan los lentes de contacto. Pero, a diferencia del lente de contacto, el egónomo digital sirve para mirarse sólo a sí mismo, con exclusión de todo lo que ocurre alrededor: cosas, personas, ruido”.


Yo entiendo que a veces uno no quiere ver a nadie y que nadie lo vea a uno, pero salir a la calle o charlar con la mujer, escuchar a los hijos y a los amigos, sin mirarlos ni escucharlos, me parece, por decir lo menos, extraño. Por decir lo peor, ni hablar.


Más extraño me parece que una persona sólo pueda verse a sí misma. En el mejor de los casos, me parece que ha de ser muy aburrido. En el peor, ni hablar.


Mi vecino, pues, es espía de sí mismo. Se vigila todo el tiempo: ve su cuerpo, los movimientos de sus manos, sus andares dentro y fuera de su casa, su figura entera yendo de un lado a otro, sus ojos abiertos y cerrados. Sólo percibe los aromas de su piel y los colores de sus sentimientos. “Por fin voy a conocerme a mí mismo”, presume muy orondo.


“Ahora, dice con orgullo, sólo me veo a mí mismo y sólo estoy conmigo mismo”.


Cuando me lo cuenta ya no puede verme y mi voz la escucha como si viniera de ultratumba. Con el tiempo, asegura, el ruido se irá apagando gradualmente hasta extinguirse.


¿Tan horrible te parece el mundo?, le pregunto.


Me pide que hable más fuerte, pues apenas escucha la pregunta. La repito y se ríe.


“Para nada”, responde.


¿Acaso has decidido dedicarte a la política?, le pregunto sin malicia.


Me explica con magistral elocuencia: “La vida es una escalera. No puedes llegar al último escalón sin empezar por el primero. Y luego el segundo y el tercero y así”.


Sigo sin entender, le digo alzando la voz.


Es muy sencillo, me responde con una sabiduría completamente nueva para mí. Me cuenta que a sus sesenta y seis años de vida descubrió que él no se amaba a sí mismo y que por eso nunca pudo amar a nadie. “Primero ámate a ti mismo y sólo después puedes amar a tu prójimo”, sentencia.


Me despido de mi vecino con una seña obscena y una mentada de madre.


Como no ve ni escucha nada, se marcha muy contento.


Unos metros más adelante, desaparece como desaparecen los fantasmas. Se difuminó en la nada de sí mismo.


No me extraña: en nuestros días millones de personas desaparecen de este modo.