Ay, ay, ay, ay, canta y no llores…
José Cárdenas. Eso nos recomienda la cantante Thalía… y tiene razón.
El partido era a matar o morir y Holanda nos mató en 4 minutos 4 con la complicidad del árbitro portugués quien se tragó una soberbia actuación de Arjen Robben.
En un suspiro, el sueño se esfumó. Falló la estrategia “pioja” de echar atrás al equipo. A México le faltó capacidad para dominar la pelota y asegurar la ventaja: “no supimos manejar los tiempos”, reconoció Andrés El Principito Guardado…
¿Usted cree que Miguel Herrera equivocó la estrategia?
A México le faltó el colmillo que a Holanda le sobró.
En 1998, contra Francia, nos pasó lo mismo: ganábamos 1-0 a Alemania… y en un suspiro nos voltearon el marcador.
Ni modo, otra vez no se pudo. Nos quedamos con las ganas. El exceso de precaución, y la inagotable presión holandesa terminaron con la ilusión del quinto partido.
“Jugamos como nunca y perdimos como siempre”. Aunque disguste, la frase pesa una tonelada. Todavía somos “yameritos”.
El gol de Gio al minuto 48 parecía letal; abrió la ilusión. Soñamos con los cuartos… y nos vimos en las “semis”. Si habíamos sometido a la “naranja mecánica”, que nos iban a durar ticos o griegos. Messi y Argentina serían el único gran obstáculo pendiente entre el Tri y Maracaná.
Pero por defender un gol nos hicieron dos. A San Memo se le descargó la pila de los milagros; Chicharito no encontró la magia, El Hermoso, menos… y los rayos fulminantes de “la verde” acabaron en “chispitas”.
Cuarenta minutos después del golazo mexicano, Sneijder fusiló a Paco Memo… y en la prórroga, Robben, embaucó al silbante Pedro Proença… y todos nos caímos de la cama, con el penal cobrado por el verdugo Klaas-Jan Huntelaar. Rápido se olvidó el penal en contra que le habían perdonado antes a Rafa Márquez por derribar precisamente a Robben.
Aaron Paul, protagonista de la serie Breaking Bad, llamó robo a la derrota de México: “Mi buen Dios le dio todos los reconocimientos –a Guillermo Ochoa, considerado el jugador más valioso del partido–. Te amo México. Lo siento, fueron robados de fea manera”. También el actor Edward Norton (El Ilusionista, The Italian Job, Hulk) se frustró como nosotros: “México, robado. Denle a ese chico de naranja un Oscar”, se refiere a Arjen Robben, ¿medalla de oro en clavados?…
La selección mexicana arañó la gloria… pero sucumbió ante los fantasmas de la historia… y de la pasión queda la frustración con sabor amargo.
MIRELES: Peor que el Piojo y “sus muchachos” está José Manuel Mireles. Al líder de los autodefensas se le agotó la suerte cuando al gobierno se le acabo la paciencia. El médico cirujano pecó de soberbio, estiro la liga hasta reventarla… y se quedó solo. Mireles, no quiso seguir las nuevas reglas del juego del poder michoacano. El desplome de la avioneta en que viajaba sobre Tierra Caliente el 4 de enero, fue presagio de su caída. Hasta el viernes, pocos dudaban de su liderazgo. Ni Estanislao Beltrán ni Hipólito Mora opacaban al hombre fuerte de Tepalcatepec. Mireles, jugó con el sistema hasta que pudo, pero decidió rebelarse cuando el esquema impuesto por el Comisi0nado Federal Alfredo Castillo Cervantes puso en duda su presencia como jefe de las guardias civiles comunitarias. En abierta rebeldía, Mireles nado contra corriente… y se convirtió en una espina venenosa para el Gobierno federal. Su actitud beligerante y su afición por cámaras y micrófonos lo volvió indeseable. Para el doctor no ha habido medias tintas. Quienes optaron por la vía legal a través de la conformación de las “fuerzas” rurales pasaron a ser traidores. El mundo estaba equivocado, solo él tenía razón. La autoridad lo dejo vivir, en tanto sus amenazas se mantuviesen en el discurso, pero todo cambio con la decisión de tomar Lázaro Cárdenas y la amenaza de llegar a Morelia. Mireles se convirtió en amenaza para el endeble equilibrio que se intenta construir en el estado. Su captura por portar armas “prohibidas” lo enfrenta a la justicia federal. La apuesta federal es clara: pulverizar a los grupos fieles al doctor, eliminando al hombre que era factor de cohesión. Por ahora, Mireles se quedó con las manos vacías… fue por todo y terminó con nada.