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junio 10, 2015

Eleccioneones

Mirador. Por: Armando Fuentes Aguirre.


Eleccioneones


El domingo de elección. El día amaneció claro y despejado. Día de votar. La elección no era cualquier elección. Se trataba de la primera en que había candidatos independientes, no sujetos de la dominación de los partidos.


Cuando me dirigía a la casilla de mi adscripción las calles se miraban casi solas. A esta hora de la mañana –eran las 8 y media- la ciudad estaba tranquila todavía. Llegué a entregar mi voto, y lo deposité con prontitud, sin hacer fila, pues nadie había antes que yo cuando llegué.


El acto de votar es trascendente, sobre todo si el voto tiene significación. Los cubanos, por ejemplo, votan, pero lo hacen siempre por Castro.


Don Porfirio hacía elecciones, pero el único candidato aparte de él era un pobre señor con pájaros en la cabeza que se llamaba don Nicolás de Zúñiga y Miranda, y que se presentaba siempre como candidato.


Cuando el señor Madero, respetuoso de la investidura de don Porfiro, fue a informarle que iba a ser candidato en la próxima elección presidencial, el viejo león le dio una palmadita en el hombro y lo animó con sonrisa socarrona:


-Presente usted su candidatura, amigo Madero. También la va a presentar don Nicolás de Zúñiga y Miranda.


Las cosas cambiaron -las cosas siempre cambian-, y ahora el voto de los mexicanos cuenta. Razón de más para razonarlo bien. Yo razoné el mío, independientemente de su resultado, y eso me quita cualquier inquietud.


Va de anécdota. Había elección en un condado rural de cierto estado norteamericano. La lucha entre el candidato demócrata y el republicano era cerrada. El alcalde del lugar era republicano. Y dijo en un discurso:


-El que no vote como yo será un s.o.b.


Esas iniciales corresponden a la expresión “son of a bitch”, que significa hijo de perra.


-Y ¿cómo votará usted? -le preguntó, ceñudo, un joven demócrata.


-Votaré de acuerdo con mi conciencia, hijo -respondió el alcalde-. De acuerdo con mi conciencia.


Así voté yo: de acuerdo con mi conciencia. Por eso pienso que voté bien, independientemente del resultado de la jornada electoral.


Conocido el resultado de la elección la tediosa campaña parecerá un mal sueño, y volveremos otra vez a la rutina cotidiana.


Ésta, la rutina de cada día, es bien muy grande que no sabemos apreciar, por rutinario.


Olvidaremos los dimes y diretes; los golpes de todas clases -bajos y más bajos- que los políticos se propinaron; los irritantes anuncios de la televisión y el radio; las efigies de los candidatos en cada esquina o poste.


Esperaremos que la mayoría de los mexicanos haya elegido con tino a sus autoridades y representantes. Y seguiremos trabajando, y gozando en nuestro hogar el calor de la familia, disfrutando el afecto cálido de los amigos… Es decir, seguiremos viviendo


Domingo de elección…


El día amaneció claro y despejado.


Ojalá así sea el porvenir de México.



Eleccioneones