Horizonte ciudadano. Por: Rosa Esther Beltrán.
Muy poca madre
El domingo conmemoraremos el Día de la Madre. México se viste de fiesta. Para muchas madres, ese día será sólo una jornada más de lucha porque, a fin de cuentas, la maternidad es una militancia, algo cotidiano y no un festejo.
El lugar de las madres se construye su papel todos los días, estando ahí, con prudencia, amor y aprendizajes diarios.
El discurso que plantea la maternidad como una vocación “natural” de las mujeres o como “esencia” de la femineidad, poco a poco se va desarmando, desmoronando el mito de la madrecita santa.
Llevando a una redefinición de una nueva forma gozosa, compartida y responsable de tener y criar hijos, y empezar a considerar la maternidad como un hecho amoroso que requiere, para poder ejercerlo a plenitud de un paso previo: el amor de la mujer a sí misma, “como inspiración ética que funda un sujeto responsable de sí mismo” (Fernando Savater), es un requerimiento para enfrentar el victimismo, el dominio o la sobreprotección que envenenan el ejercicio tradicional de la maternidad.
Las madres de la generación de la hamburguesa, del taco agringado y del pollo rostizado acuden con sus hijos o con sus propias madres a esos restaurantes, porque “aquí es más barato y más rápido”. Y parecería que la idea de la mamá en la cocina quedó atrás. ¿Será?
Para millones de mujeres la mesa no estará puesta. En México poco más de 6 millones de mujeres son madres y jefas de familia, y para ellas la vida no es fácil.
Combinar la vida laboral con la obligación de llevar el sustento para sus hijos y asegurarse de que ellos tengan un sano desarrollo es un reto enorme;ellas deben dejar a sus hijos donde puedan y con quien sea, ya que las empresas no disponen generalmente de una guardería ni el gobierno local provee de suficientes establecimientos para que las mujeres dejen a sus vástagos en espacios seguros y cercanos a sus centros laborales.
La reciente Reforma Laboral ha orillado a las mujeres de menores ingresos a una indefensión creciente: jornadas de trabajo hasta de 12 horas, recontrataciones continuas de entre 3 o 6 meses, sin derechos sociales o permisos para cuidar a sus hijos cuando enferman; el estrés las enferma también a ellas; recientemente, escuché al padre Pedro Pantoja denunciar que el trabajo en las fábricas está acabando con las mujeres, ellas están, exhaustas, consumidas, además de que tienen que enfrentar señalamientos sociales y sentimientos de culpa cuando debiera ser el Estado quien conciliara entre trabajo y familia, derechos laborales y los de la infancia, pero ésta representa una problemática a la que el gobierno no presta atención más que en el discurso.
Parece como un sabotaje a la maternidad o una estrategia patriarcal para que ellas regresen a sus casas.
La madre estructura y organiza el cerebro de los hijos o lo desorganiza, si no crió ni defendió sus derechos.
Infancia no es destino, pero sí predisposición. Por eso se necesita ir más allá de la influencia materna y voltear hacia la sociedad en busca de redes de apoyo a las mujeres y extinguir la cultura machista que fomenta la misoginia.
El misterio de la maternidad ha sido celebrado y reverenciado en todas las culturas, pero eso no basta, para que el hogar sea la cuna de las y los infantes, son imperativas las facilidades para que una madre pueda vivir dignamente con sus hijos.
Realzar la maternidad y no obligarla, sino facilitarla, sería la forma más factible de combatir la creciente violencia que se padece y promover la paz.
El título de este texto podrá parecerle irreverente, me parece que no lo es si tomamos en cuenta en los hechos la irresponsabilidad del gobierno y la voracidad de muchas empresas, sobre todo las extrajeras.
“Los únicos que sacan raja el Día de la Madre son los comerciantes, y a ellas sólo se le regalan cosas para que trabaje más”.
Rosario Ibarra de Piedra
Rosa Esther Beltrán Enríquez
Muy poca madre