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julio 13, 2016

La Katrinay sus devaneos

La Katrina y sus devaneos: La Razón Pura

[caption id="attachment_64435" align="alignleft" width="150"]*“La Katrina” y sus devaneos José Luis González C.[/caption]

La Katrina tiene al gobernador hasta las coronillas, sus devaneos constantes en la gestión de

la comunicación social-cargo que se le dio como parte de las cuotas entre los grupos de

poder que le ayudaron a Héctor Astudillo Flores, ganar la elección de 2015-, le ha acarreado

pérdida de consenso y distanciamiento con quienes coadyuvan a la “construcción de la realidad”.

Para la Katrina, la relación prensa- poder, es un lastre social, una carga para el aparato

burocrático de gobierno y no una necesidad impuesta por la ley, que obliga al poder a informar y a cumplir con el

derecho a la información que tiene la sociedad.

La Katrina Fue secretaria de Desarrollo Social en el cuestionado gobierno de Manuel Añorve Baños, que terminó en

medio de un escándalo mayúsculo que se tenga memoria, con una administración desfalcada y en quiebra que le entregaron a Luis Walton Aburto.

Se inspira en Margaret Thatcher, de niña fue su admiradora, soñó ser como ella y detesta a Indira Gandhi. Su

feminismo es anacrónico, en el que reproduce la misma actitud machista y discriminatoria de algunos hombres hacia las mujeres.

Siempre ha tenido como estrategia un discurso beligerante y recalcitrante contra la oposición y contra las mismas

féminas, con cierto tono enfermizo, como lo hizo contra la ex candidata del PRD en campaña, Beatriz Mojica Morga.

Un discurso para destruir, no para construir, plagado de anatemas y diatriba.

Su programa en la comunicación se limita a hacerla de dama de compañía del mandatario estatal, descuidando el

análisis de los positivos, los negativos y los acumulativos que va teniendo el gobierno, pero chocando con frecuencia

con el primer círculo de poder, conducta que reproduce su personal, particularmente su director operativo, José Luis

Cañedo, quien ignora las disposiciones del mandatario, aludiendo que sólo obedece las de su “amada”, La Katrina”.

En cada acto público, se sienta en primera fila y espera siempre el turno del mandatario estatal para grabarlo y

tomarles fotos en su alocución, mismas que sube en el acto a las redes sociales. A eso se limita.

Desconoce la “Comunicación Gubernamental 360”, de la que se deriva la tesis de que toda gobernabilidad democrática, pasa necesariamente por los medios de comunicación. Comunicar es gobernar.

En su imaginario le revolotea la idea de “gobiernamos bien”, “lo estoy haciendo bien”, sin reparar que se dice la

mentira, se comunica mal, porque no hay un plan estratégico para ello, sino lo que la coyuntura va dando.

No hay comunicación de valores, no hay un encuadre teórico de la comunicación gubernamental, la que debe hacerse

desde variados enfoques, que va desde el análisis de contenido, el análisis del discurso, la psicología de la persuasión,

hasta la teoría de la argumentación.

No sabe lo que se tiene que priorizar, más que la manipulación informativa, soslayando los efectos de la

Comunicación Política y su efectividad en la opinión pública.

La Katrina no ha tomado en cuenta que la Comunicación Social se gestiona, precisamente para construir los

consensos y prefiere hacerse de la vista gorda cuando le señalan que el gobierno que representa está perdiendo

consenso, que lo que ella prometió como vocera de campaña de un gobierno del “orden y la paz”, languidece en el

desencanto de miles de ciudadanos que se lo creyeron.

La Katrina vive atormentada en los demonios de la “teoría de la conspiración”, que alguna vez escuchó en sus cursos

de formación política. En todos ve conspiradores de su gobierno, porque su premisa que la origina es: “estás conmigo

o contra mí”. No existe en su catálogo la concertación ni la unidad de acción, sobre objetivos comunes como el de mantener la estabilidad social.

Su ceguera política le impide descifrar mensajes, entender que la política se hace con señas, signos y señales. Y que

para mantener la gobernabilidad siempre se tiene que sumar, no restar. Que la petulancia, la arrogancia y el

despotismo, son conductas políticas desfasadas. Que la inclusión y no la exclusión, favorece más a los pilares de un régimen democrático, tan difícil de hacer.

La Intolerancia, es el signo distintivo de La Katrina. No acepta ni un ápice de crítica al desempeño gubernamental, ni

siquiera las propositivas que permiten dilucidar el panorama general de los escenarios que se configuran por el

accionar de los diversos grupos de poder, de presión y fácticos.

No cree en la Libertad de Expresión ni de Prensa como principios universales del hombre, que no sea el

sometimiento absoluto de los medios de comunicación al poder, al grado de la sumisión vergonzosa, con la que propaga la idea de que cualquier trato es un favor.

El área que detenta en el servicio público La Katrina, le ha acarreado más problemas al gobernador que soluciones.

Ha multiplicado el disenso. Su abuso le ha impedido ser un muro de contención al ejecutivo que siempre está bajo muchos fuegos.

En la definición de cómo gobernar, no asimiló que se gobierna para tres sectores: en primer lugar para los enemigos

que están al acecho en espera de un error para maximizarlo; en segundo lugar para los medios de comunicación que

 

“construyen la realidad”, y en tercer lugar para los de a pie, los que cifraron la esperanza en un proyecto de cambio que traería la paz.

Ello ha propiciado en los propios pasillos palaciegos de Casa Guerrero, la frase con la que definía Voltaire a su

asesorado Felipe II, representante del despotismo Ilustrado: “escupe en el plato sólo para que los demás no coman”.

La Katrina encabeza la lista de los primeros que tiene que remover el gobernador Héctor Astudillo Flores, para evitar

el entumecimiento de su gabinete y que su mandato sea exitoso. Hay buenos y nuevos cuadros profesionales de la

comunicación política para su relevo.

En su proceder atribulado, La Katrina olvidó pronto que en esta vida, todos somos de paso, igual en el poder. Y eso

no tiene nada que ver con la misoginia.