Dómina. Por: Esther Quintana Salinas.
Cuando participar se vuelve imperativo
Mi amiga Laurita me habla y me dice: “Esther… ¿no se dan cuenta que ya nos tienen hasta la ídem… los cientos de spots con que nos atosigan a mañana, tarde y noche en la radio y en la televisión, todos los partidos políticos para que votemos por sus candidatos? Hay mucha gente que nada más por eso, no va a ir a votar el 7 de junio.
Es el negocio de la vida para los partidos y para los medios, tanta des… propaganda en esta época. Por eso les vale gorro hartar a la ciudadanía…imagínate si la millonada que se gastan y que sale de nuestros impuestos la canalizaran a resolver tanta marginación y pobreza que trae arrastrando el País”. Me dice más, pero hasta aquí lo dejo, hay comentarios que son muy… pues, muy impublicables.
¿Cuánto avanzaríamos en el combate a la pobreza si fuera prioritario abatir las desigualdades que ésta genera?¿Si se apostara decididamente por prestar servicios de salud de primera, por la educación e investigación, por el combate sin tregua a la corrupción y a la impunidad que están comiéndose a nuestro País? Si los mexicanos vieran la acción genuina de sus autoridades en pro de esto, sin duda que se acabaría el negocio de las campañas millonarias y por ende del financiamiento millonario también para solventarlas, y habría una actitud muy distinta del electorado llegada la fecha de la renovación de cargos públicos.
Históricamente en las elecciones legislativas la abstención es muy alta, no solo en México, incluso en países del primer mundo. La gente se siente identificada cuando van a elegir a un gobernador o a un presidente, pero no a un diputado. Para hacerle frente a esta situación, la única solución es que los candidatos se mantengan en la calle haciendo un trabajo “dinámico y permanente”.
Pese a la desmotivación que invade al electorado, los aspirantes al Congreso tienen que estimular la participación. La otra opción es quedarse en su casa para que todo siga igual.
El premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, apunta que “al principio la política falló porque no supo anticiparse a la crisis, ni la vio llegar; y después porque no tomó medidas para impedir el crecimiento de la desigualdad, ni actuó contra los abusos de las corporaciones”.
Esto conlleva otro riesgo, porque cuando las personas se sienten atrapadas, buscan mesías, y en ese gremio se dan por toneladas los embaucadores y, a menudo, los canallas.
Por su parte, el sociólogo Juan Carlos Zubieta Irún, profesor de la Universidad de Cantabria, expresa que: “el comportamiento indigno y zafio de algunos políticos provoca que los ciudadanos se alejen de ellos”.
Y tiene razón, el incumplimiento de las promesas hechas en campaña explican, verbi gratia, el repudio de amplios sectores de la población ¡No nos representan!, dicen los electores.
El sociólogo francés Alain Touraine, cree que “los políticos llevan demasiado tiempo actuando a espaldas de la sociedad, han roto con ella y al hacerlo han lastrado las democracias”, sometidos a la salvaguarda de sus particulares intereses o al de grupos, renuncian a su papel de “mediadores institucionales entre el Estado y la sociedad a la que representan, con lo cual nos dejan a casi todos fuera del sistema”. Y ¿sabe quiénes pueblan ese espacio dejado al margen?
Zygmunt Bauman, el filósofo y ensayista polaco, ganador del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010, dice que la circunstancia de que el poder se encuentre en manos de “grupos casi abstractos y que parecen fuera del alcance de las instituciones, produce una sensación de impotencia y ha echado abajo los dos pilares sobre los que se debe de articular un país: la solidaridad y la confianza”.
Eso está sucediendo en nuestro País, de ahí el hartazgo que se refleja en esta indiferencia con la que responden a los procesos electorales. Es un “váyanse al diablo”.
Estimado conciudadano, quedarnos sumidos en una rebeldía de no participar, de no me importa quién llegue, de no me interesa qué le suceda al País… ¿a quién le conviene?…
La elección de 7 de junio, no es una más, es la renovación de la Cámara de Diputados, el poder que el Constituyente creó para equilibrar al Poder Ejecutivo –Presidencia de la República– y que nunca los mexicanos hemos habilitado. Usted decide.
Cuando participar se vuelve imperativo