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mayo 23, 2015

El peor delito

Ecos de la ciudad. Por: Jesús H. González de León.


El peor delito


En varias escuelas de Saltillo los niños se expresan así: “Te voy a matar”, “Voy a acabar contigo” y “Hasta aquí llegaste”.


Una psicóloga declaró que al mes atiende de tres a cuatro casos de niños que piensan en matar o en matarse. Dijo también que: “El menor de edad no tiene su cerebro terminado en cuestión de cómo comprender el mundo, la información que les va llegando podríamos asemejarla a una esponja, él antes de los seis años recibe todos los estímulos pero no es capaz de diferenciar lo qué es bueno y qué es malo”.


A los 15 años siguen sin poder percibir las señales de peligro, nótese la fuerte dependencia que tienen los hijos de los padres. Los niños se expresan con algunas maldiciones que no puedo publicar aquí, porque se asusta el editor, sueñan con ser policías o soldados, piensan en que así tendrán la oportunidad de matar, los hechos son aún peores que sus palabras.


Dos niños en edad preescolar sostienen a un compañero mientras un tercero lo golpea; un adolescente atacó sexualmente a un menor durante un año. Algo debe estar muy mal en nuestra sociedad para que estén ocurriendo hechos que involucran violencia entre menores.


Los niños, en teoría representan lo más inocente, los infantes son un reflejo de sus familias, de sus padres. La realidad es que pocos estamos preparados para la paternidad.


La escuela nos enseña buenos conocimientos, información, pero también una serie de cosas inútiles, nos hace memorizar datos sin importancia, meras curiosidades, sin embargo, la escuela no nos prepara para uno de los privilegios más importantes y al mismo tiempo de las responsabilidades más graves: educar a nuestros hijos. Tampoco para el matrimonio.


Existen escuelas para padres, los pocos que se inscriben son quienes ya son papás y se dan cuenta de que lo necesitan, y que de haberlo sabido antes hubieran cometido menos errores.


Aprendemos experimentando con los hijos como si fueran conejillos de indias, siendo que son dignos de respeto y reverencia.


Si pretendemos ayudar a nuestros hijos nos veremos gozosamente “forzados” a mejorar nosotros, en ese empeño mejorarán las familias, que es como decir que mejora nuestro entorno, la sociedad y el conjunto de la humanidad.


En palabras de Gabriela Mistral: “Es posible que en el conflicto social que vivimos, y que es inútil negar, sea la cuestión de la infancia la única que pueda unir a los adversarios en la aceptación de reformas en grande. Muchas veces pienso que por este asunto podría empezar, y no por otro alguno, “la organización nueva del mundo”.


Porque hasta los peores levantan la cabeza, oyen, se vuelven por algunos momentos nobles y acogedores cuando se nombra al niño. El pudor más tardío acude a la cara cuando a cualquier individuo, sin conciencia social, se le habla de la miseria de los niños. Ofensa a Dios por excelencia, que hace día por día nuestra vergonzante sociedad cristiana…


Estamos enfermos de muchos errores y de otras tantas culpas, pero nuestro peor delito se llama abandono de la infancia, descuido de la fuente. Ocurre en algunos oficios que la pieza estropeada al comienzo ya no se puede rehacer, y en el caso del niño hay lo mismo: la enmienda tardía no salva. De este modo, nosotros estropeamos el diseño divino que él traía.


Muchas de las cosas que hemos menester tienen espera: el niño, no. Él está haciendo ahora mismo sus huesos, criando su sangre y ensayando sus sentidos.


A él no se le puede responder: mañana. Él se llama “ahora”. Pasados los siete años, lo que se haga será un enmendar a tercias y corregir sin curar.” También, respecto a la educación de los hijos, la premio Nobel, Gabriela Mistral dijo: “Todo puede decirse; pero hay que dar con la forma. La reprimenda más acre puede hacerse sin deprimir ni envenenar un alma”.


Cualquier empeño de progreso que no deje su impronta en los niños está llamado a desaparecer; desafortunadamente, tenemos la escala de prioridades bien torcida.


jesus50@hotmail.com



El peor delito