XD

Mostrando las entradas con la etiqueta Don Valetu di Nario. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Don Valetu di Nario. Mostrar todas las entradas

julio 17, 2015

Perturbación

De política y cosas peores. Por: Catón.


Perturbación


Don Valetu di Nario, senescente caballero, casó con Pomponona, mujer en flor de edad.


Sabedor que de la noche de las bodas lo aguardaba un compromiso grande, el maduro galán bebió la víspera del desposorio un centilitro de las miríficas aguas de Saltillo, taumaturgo líquido capaz de poner viripotencia aun en el varón más exangüe y escuchimizado.


Empezó el trance nupcial, y don Valetu se dio a ver al natural ante su flamante mujercita.


“¡Caramba! –exclamó ella arrobada-. ¡Pensé que tendrías esa parte en vías de extinción, y resulta que la tienes en vías de extensión!”. (No le entendí)…


Babalucas invitó a cenar a Rosibel, y le pidió que escogiera el restaurante donde cenarían. Ella seleccionó el más caro.


Ya en la elegante mesa dijo Babalucas con aires de gran mundo: “Escogiste precisamente el lugar que yo habría sugerido. Este es el sitio exacto para un hombre como yo, gourmet y gourmand, entendido en cosas del buen comer y el buen beber”.


“Excelente -contestó Rosibel al tiempo que revisaba el menú-. ¿Te gustaría que empezáramos con un coctel de abulón?”. “Yo paso -respondió Babalucas-. No bebo”…


En tiempos de Porfirio Díaz nuestro país era uno de los que gozaban de mayor prestigio en lo que entonces se llamaba “el concierto de las naciones civilizadas”.


El peso mexicano tenía solidez, y se aceptaba en todo el mundo junto con el dólar americano, la libra esterlina, el marco alemán y otras monedas igualmente firmes.


Se hablaba con admiración del progreso de México, y su presidente era universalmente respetado. Cien años se acaban de cumplir de la muerte de don Porfirio, y me da miedo comparar el México de su tiempo con el de ahora.


Tendríamos que preguntarnos cuál ha sido el fruto de los gobiernos emanados de la Revolución.


A lo mejor habría que repetir la dolorida frase que –se cuenta en círculo de la familia- le espetó a don Francisco I. Madero la anciana criada de su padre don Evaristo: “¡Ay, Panchito! ¡No supites lo que hicites!”.


Es cierto: sombras tiene, y muchas, don Porfirio, y mucho malo se puede decir de su gobierno.


Pero en su tiempo México tenía una buena imagen en el mundo, a diferencia de ahora en que –me da pena decirlo- nuestro país es uno de los más desprestigiados del planeta.


La clase política debería preguntarse por qué sucede eso, pues de ella han salido muchos de los males -por no decir que todos- que sufre ahora este pobre país.


No sólo reina aquí una pobreza mayor aún que la del porfirismo: reina también la inseguridad derivada de las organizaciones criminales y de su violencia, y priva igualmente la impunidad.


Ninguna de esas lacras se veía en la época porfirista. Lejos estoy de suscribir la frase consabida según la cual todo tiempo pasado fue mejor. Pero la comparación del nuestro con aquél es desoladora, y provoca –al menos a mí- un hondo sentimiento de perturbación.


Miradme: tengo la mirada extraviada, la frente sudorosa, las mejillas encendidas, secos los labios y el gesto demencial. En ese estado no puedo continuar.


Narraré un chascarrillo final y luego me retiraré a mis aposentos… Había un señor llamado Burcelago Batané. Su esposa combinaba las iniciales del nombre y el apellido de su marido, y le decía con cariño “Be-bé”.


Cuando llegó la fecha del cumpleaños del señor su amorosa consorte quiso hacerle un regalo original, algo inusitado, extravagante; un obsequio que él recordara para siempre.


Para tal fin la señora fue a un salón de tatuajes y le pidió al encargado que le tatuara dos letras B, una en cada posadera. ¿Podía haber regalo más íntimo y excepcional para Be-bé? La noche del cumpleaños salieron a cenar, se tomaron algunas copas y luego fueron a bailar.


Ya tarde regresaron a su casa. Ella se puso un vaporoso negligé, y cuando su marido entró en la alcoba dejó caer las prendas que cubrían su doble hemisferio y agachándose en forma conveniente expuso ante la vista del sujeto el magnificente nalgatorio con las dos letras B tatuadas, una en cada pompa.


Le dijo muy orgullosa: “¡Mira, Be-Bé!”. Contempló aquella visión el individuo y preguntó después entre desconcertado y suspicaz: “¿Quién es Bob?”… (Tampoco le entendí)… FIN.



Perturbación

junio 11, 2015

Pautas

De política y cosas peores. Por: Catón.


Pautas


La reina Victoria conoció por primera vez los deliquios del amor en brazos del príncipe Alberto, su guapísimo consorte. Al terminar el trance inaugural exclamó muy preocupada: “¡Oh my God! ¡Espero que esto no sea pecado, y que redunde en bien para el Imperio!”…


Don Eglogio, añoso campesino, fue a visitar a su hijo en la ciudad. Al día siguiente de su llegada le dijo: “Qué buen baño tienes, Bucolino. Cuando lo usé anoche abrí la puerta y automáticamente se encendió la luz. Al terminar de usarlo cerré la puerta y la luz se apagó sola”.


“¡Santo Cielo! –exclamó el muchacho-. ¡Se me hace que te hiciste pipí en el refrigerador!”… Un elefante rosa, un cocodrilo azul y un dragón verde entraron en el bar.


Les dijo el cantinero: “Es muy temprano, chicos. Todavía no llega el del delirium tremens”… Simpliciano casó con Pirulina. En la suite nupcial le preguntó: “¿Soy yo el primer hombre en tu vida?”.


“No –respondió ella-. Pero si lo haces bien te prometo que lo pensaré dos veces antes de tener otro”…


¿Cuál es la peor forma de contaminación ambiental que padecemos los mexicanos? ¿La de las chimeneas de las fábricas? ¡No! ¿La de las emanaciones que despiden los vehículos automotores? ¡No! ¿La del humo de los basureros que se queman? ¡No! La mayor contaminación ambiental que en México sufrimos es la de la propaganda política en radio, televisión y anuncios espectaculares.


Ahora que esa machacona y estólida publicidad se ha suspendido parece que el aire se serena y viste de hermosura y luz no usada.


En la emisora cultural que mi familia y yo operamos en Saltillo, Radio Concierto, hemos vuelto ya a poner los oratorios de Bach, las sonatas de Mozart, los conciertos de Beethoven y Brahms, las óperas de Verdi y de Puccini, nuestros programas con música de Lara y José Alfredo, de Coltrane y Dylan, sin tener que cortarlos a cada rato para trasmitir un necio y engañoso mensaje del Partido Verde o del PT.


Si no difundimos esos pedestres anuncios, si nos apartamos siquiera unos segundos de las llamadas “pautas” que nos impone el Instituto Nacional Electoral, los empleados que dedican las 24 horas del día y de la noche a la tarea de monitorearnos –o sea de vigilarnos- dan inmediato aviso de nuestro desacato, y eso nos expone a ser objeto de una multa, y aun a la cancelación del permiso que nos da el gobierno para difundir cultura sin percibir por ello ingreso alguno, pues a las emisoras culturales se nos prohíbe trasmitir otra publicidad que no sea la de los partidos.


Al parecer nadie está consciente del grave atentado contra la libertad y contra la cultura que eso entraña. ¿Durante cuánto tiempo podremos seguir realizando sin estorbos nuestro trabajo diario? No mucho.


Vendrá la próxima campaña electoral y otra vez la “clase política” –la casta política- se apoderará de nuestra estación y obligará a nuestros oyentes a escuchar basura.


Ninguna objeción pondríamos a trasmitir debates entre los candidatos, o programas de información sobre el proceso electoral, pero tener que estar interrumpiendo continuamente nuestra programación para pasar los cerca de 100 spots diarios que nos asesta la autoridad electoral es burda imposición que irrita a nuestro público y contra la cual nosotros no podemos hacer nada.


Disfrutaremos con nuestros oyentes el breve tiempo en que nos liberamos de esa contaminación, en espera de que las cosas en México cambien en tal forma que sea el interés de los ciudadanos, y no el de los políticos, el que prevalezca en el país…


En la barra de la cantina un apesadumbrado tipo bebía solitario. Le dijo al tabernero: “Mi mujer huyó con mi mejor amigo.


¡Cómo lo voy a extrañar!”… Don Valetu di Nario, senescente caballero, casó con Pomponona Grandyboobs, frondosa dama en flor de edad.


Apenas iba a empezar la noche de bodas cuando el maduro galán, quizá por efecto de la presión del día, sufrió un síncope cardíaco que obligó a los paramédicos a llevarlo a un hospital.


Ahí un doctor le sugirió a la ansiosa novia: “Su marido está muy mal, señora. Debería usted decirle algunas palabras que lo animen”.


Se inclinó ella sobre su cansino cónyuge y le dijo: “Ponte bien ahora mismo, Valetu, pues si no lo haces tendré que buscar a alguien con quien pasar la luna de miel”… FIN.



Pautas