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octubre 10, 2016

Desert Trip, donde la ciudad de Indio duplicó su población por un fin de semana

Desert Trip durante tres días, una multitud disfrutó de la música de Bob Dylan, The Rolling Stones, Neil Young, Paul McCartney, The Who y Roger Waters, en un clima que combinó nostalgia con un presente en plena vigencia.


Y de pronto, uno cae en cuenta de que eso que pasó aquí, a lo largo de tres días, en el escenario del Desert Trip, donde la ciudad de Indio duplicó su población por un fin de semana -lo hará nuevamente el que viene-, fue como repasar, aquí y ahora, parte de la historia esencial de una de las músicas más bellas que haya dado el mundo. Y que duró demasiado poco.

Miles de almas emocionadas caminan en la medianoche californiana en busca de sus autos, o del medio con que emprenderán su regreso a sus hogares. Algunos, muy cerca; otros, muy lejos.

Atrás quedaron los abrazos de las parejas de más de "60, balanceándose con la cadencia de Us and Them, que seguramente escucharon apenas Dark Side of the Moon había salido del horno.

Atrás quedaron los gritos que señores de barba larga y pelos blancos sumaron al de Roger Daltrey en el final anunciado de su show, con Baba O"Riley y Won"t Get Fooled Again, mientras alguna sub 30, margarita en mano, preguntaba por ahí cuántos Who originales quedan en la banda.

Más atrás aún, resuenan las canciones de The Beatles que Paul entregó, una vez más, con entrega absoluta, los brazos en alto para agitar la furia de Neil Young, el respeto absoluto por la austeridad dylaniana y la fiesta Stone.

A decir verdad, en el campeonato de remeras, la banda de jagger, Richards, Watts y Wood se llevó el primer premio, con empate para Pink Floyd, Macca y los Who en el segundo lugar, y el tercero compartido por Young y Dylan.


Los autos impregnan de polvo la noche; más allá, en los motorhome y las carpas empiezan los preparativos para la partida.

Ya no hay bebidas que comprar y los puestos de comida y de venta de remeras quedaron a oscuras, mientras los casi 100 taxis-bicicletas que trasladan gente desde el predio principal hasta los estacionamientos, y que animan el éxodo con canciones de Pink Floyd, Led Zeppelin y los Rolling Stones, van y vienen sin parar.

A propósito, al cabo de tres días, la encuesta visual arroja un 70 para mayores de 50 y un 30 para los de menos.

La "evaluación" artística dice que desde sus dulces -o a veces algo amargos- ’70’s, Bob Dylan, The Rolling Stones, Neil Young, Paul McCartney, The Who y Roger Waters, dejaron constancia de que, como los chicos, eso que llamamos rock no nació de un repollo.

De que buena parte de la responsabilidad por el nacimiento y crecimiento de la criatura les pertenece.

Y de que, lejos de tener que resignarse a un "digno" envejecimiento, un buen pasado bien tratado resiste el paso del tiempo sin maquillajes ni cirugías, y mantienen muy alta la vara para los que vienen detrás, si la medida la establecen Tangled Up in Blue, Brown Sugar, Blackbird, Down By the River, Who Are You y Love Reign O"er Me.

Queda en la columna del "Haber" del Desert Trip el acierto de las combinaciones de los nombres; que propiciaron contrastes que agregaron atractivo a la propuesta, y una organización sin fisuras, con una fantástica puesta de sonido, luces y pantallas, y un confortable ámbito -eso sí, para nada barato- para disfrutar de un acontecimiento único.

Y en la de los artistas, la constancia de que; por más único que fuera a ser el encuentro, ninguno traicionó la esencia que los hizo ser quienes son.

Dylan fue tan parco como siempre, Jagger jugó al eterno seductor y arengador, como lo hace desde 1965; Young fue el mismo ogro tierno que conocemos desde hace mucho; Paul, el tipo que comparte historias con el público como si fuera el amigo de todos; Daltrey y Townshend, con su pecho al descubierto el primero y el molino en el brazo el segundo; y Waters, el hombre embarcado en causas políticamente correctas, pero no por eso poco valiosas. Cada uno a su manera, personajes de verdad.

En la columna deudora quedará asentada la frustración de haber visto apenas un cruce -el de Neil Young con Paul McCartney; que suma en la de los puntos a favor-, contra las infinitas posibilidades que el público pudo haber fantaseado en la previa, y poco más que no se trate del precio de las entradas. O de la cerveza.