Claraboya. Por: Luferni.
Sucede cada 6 de agosto
La gente viene de lejos. Tiene raíz saltillense.
Viene en andanza devota a visitar a la imagen que admiró desde la infancia. Se encuentra con sus parientes que asisten al novenario. Empieza muy tempranito este rosario de misas.
Campanas catedralicias anuncian celebraciones y la catedral se llena con gente madrugadora.
El obispo es el que inicia los mensajes de la aurora. Después, cada hora, se sirve el banquete de palabra y también de comunión. En este año dos mil quince, el tema es misericordia.
La justicia se halla en crisis porque no hay misericordia. Venganzas se multiplican enfrentando a los hermanos de raza lengua y cultura que habitan la misma tierra y viven la misma historia.
La violencia empieza en casa y hay lesión de dignidad. En la escuela se desata la carrilla y la agresión. Si el ojo recibe el golpe quiere el golpeado golpear y tiene como proyecto dejar tuerto al golpeador.
Y si es diente lo golpeado el ofendido no cesa de intentar dejar chimuelo al que su diente golpeó.
Después, en la sociedad, sigue la ley del Talión, se busca falsa justicia, se desconoce el perdón.
En los días del novenario se habla de la compasión. Se exhibe a Dios perdonando y hasta enviando a un Salvador.
El que podría castigar se llena de comprensión y si ve arrepentimiento da nueva oportunidad. No es débil el que perdona si a él Dios lo perdonó.
Su perdón es fortaleza y es triunfo en el corazón porque la sombra del odio se vence con luz de amor.
Todos somos ofensores, se dice en predicación. A Dios se pide indulgencia, que no falte su clemencia, y nos alcance el perdón.
Y cuando se ofende al otro nadie quiere para él mismo el mal que acaba de hacer. No quiere sufrir venganza y en el fondo hay esperanza de la reconciliación.
La fiesta se vuelve feria de bocados y vendimias por las calles aledañas a la hermosa catedral. Dentro siguen oraciones, cánticos y bendiciones, las manos que llevan flores o llameantes veladoras y visitas repetidas a la imagen venerada que recuerda el gran momento de la mayor abyección solo por dar salvación.
Los que vinieron se vuelven con un recuerdo en el alma. Vuelve a su Capilla el Cristo que seguirá siendo un signo de bendición para todos. Mirarlo sacrificado invitará a verlo vivo, presente y resucitado y a descubrirlo en la gente con que Él se ha identificado…
Sucede cada 6 de agosto