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mayo 12, 2015

La bella Jacaranda

El juego de las esferas. Por: María C. Recio.


La bella Jacaranda


“Sueño lila que tira la llovizna de abril y arde sobre el rostro gris de la calle como tierna flama”


Enriqueta Ochoa


En “Los mexicanos vistos de cerca”, Fanny Chambers Gooch, norteamericana que visitó México a finales del siglo diecinueve, hace de Saltillo un vívido retrato de cada rincón, de cada escenario y de sus habitantes: su forma de ser, de hablar, de conducirse.


Una deliciosa crónica de aquellos días bajo la mirada penetrante, observadora y juiciosa dama que pasó larga temporada en la ciudad.


Emociona haberla sabido en nuestra tierra y que tanto le hayan llamado a ella la atención nuestros paisajes y nuestras costumbres. De sensibilidad exquisita, no era una visitante común. Era una artista viajera que gustaba de convivir con los saltillenses y trataba de entenderlos.


A su llegada encontró a “esta antigua y pintoresca ciudad llena de interés; muchos típicos puentes viejos de adobe cruzaban los arroyos, y las calzadas que atravesaban las huertas en los vecinos pueblos indígenas estaban provistas de vida y colores exuberantes.


La panorámica más hermosa se goza desde la cima de San Lorenzo en donde se encuentran los mejores manantiales y baños de los que disfrutan tanto los vecinos como los turistas”.


Una descripción con la que nos hace imaginar esa parte densamente arbolada, una zona privilegiada de verdor hacia el lado que fue tlaxcalteca. La de los saltillenses no gozaba de ella por su falta de laboriosidad en el campo. La llamada villa española estaba, como dice Camilo José Cela, “peleada con el verde”.


A casi siglo y medio de las descripciones de Fanny, la población presenta otra perspectiva. Ubicados desde el Mirador, podemos encontrar una ciudad donde los manchones de verdor son gordas pinceladas en uno y otro lado de Saltillo.


Uno de los puntos más significativos es uno de los que ya para entonces llamaba la atención de la viajera: la Alameda. A él se suman ahora el Bosque Urbano, el Parque Las Maravillas y algunas otras concentraciones de árboles, como es el caso de la colonia República, y uno más que atrae significativamente: el que nace en las faldas de los cerros de La Galera y el del Pueblo. A lo largo de ambos cerros sobresale un tapiz verde extendido que favorece a la vista desde lo alto.


Si en otoño a Saltillo la hermosean los “chainís”, esos árboles que van transformando la coloración de  sus hojas del verde tierno al rojo, pasando por el ocre y el dorado, en el inicio de la Primavera la embellecen las jacarandas.


Árboles cuyas flores de tonalidades violáceas  ponen una refrescante nota de color en una ciudad dominada por el gris del asfalto, en la que a veces solo árboles solitarios dan la batalla a favor de la Naturaleza.


Estas jacarandas saltan a la vista cuando menos uno se lo espera. Ya sobre Matamoros, Purcell, bulevar Coss, Allende, Obregón, ofrecen el espectáculo de tonalidades moradas, que al caer forman efímeras alfombras sobre la monotonía de las aceras, lustre distintivo de su presencia.


En el Recinto de Juárez se encuentra una de las jacarandas más bellas que hay en la ciudad. Su extraordinaria belleza está determinada por la enorme profusión de sus pequeñas hojas, la fortaleza de su tronco y la delicadeza de las flores que hoy por hoy relucen fantásticas.


Al conversar con un amigo de esta maravilla que se gesta en la ciudad cada inicio de primavera, hacía él una comparación con las jacarandas de la Ciudad de México. Expresaba que se les encontraba a todas por grupos, lo cual favorecía muchísimo lo agradable de su vista.


¿Por qué, se preguntaba, no pudiera hacerse algo semejante en Saltillo, donde se dedicara un jardín a las jacarandas? Sería un paseo ornamental magnífico para la ciudad. Un parque natural que nos identificara.


Quizá en los mismos ya establecidos: el Bosque Urbano Ejército Mexicano o el Parque Las Maravillas.


Me pareció una muy buena idea. Agregar a Saltillo un atractivo, ahora proveniente de su naturaleza, le dotaría de un signo distintivo especial.


Las jacarandas bien podrían constituirse en ello. La belleza como un valor.



La bella Jacaranda