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mayo 23, 2015

¡Show Time!

Contraesquina. Por: Jesús R. Cedillo.


¡Show Time!


Solía ver la peleas de box sabatino en la televisión (de bulbos, tardaba un buen rato en encender. Primero un punto diminuto, luego se hacía la luz) de mi casa y siempre al lado de mi padre.


Era todo un ritual. Era un ritual para los dos. Mi padre se relajaba de su trabajo de la semana e incluso, las veía apenas sin verlas. Sólo ponía atención a dos o tres pugilatos hoy en el olvido: el “Púas” Olivares, un espigado Zárate, Salvador Sánchez y su favorito, el “Mantequilla” Nápoles. Eran otros tiempos. Eran hombres de acero y roca; se peleaba por el honor, no por dinero.


Eran otros tiempos mejores a estos. Eran tiempos de buenos peleadores los cuales se enfrentaban en rounds interminables y refriegas sin fin. Pocos lo recuerdan. La televisión todo lo ha podrido.


Los eslóganes de tal o cual pelea lo imponen las marcas patrocinadoras y los gurús de la mercadotecnia, no los aficionados. Y ahora, las masas, no los aficionados verdaderos, son las que se tragan cualquier producto merced a su avidez por lo novedoso mediáticamente y en red; no por su verdadero valor, sea este cultural, social o deportivo.


Fue el caso de la pelea entre un par de hábiles empresarios, Manny Pacquiao contra míster “Money”, Floyd Mayweather Jr: un fiasco.


No deporte sino espectáculo. Moda. El día de la “Pelea del siglo” (así se tituló por lo demás, la verdadera “Pelea del siglo”, la primera de tres, entre Joe Frazier y Muhammad Alí) estaba de visita en Querétaro.


Me apoltroné en cualquier bar-restaurante, por cierto, atiborrados todos de turistas y tuve que ver sociológicamente aquello. Sobra decirlo, cuando murió mi padre, dejé de interesarme en el pugilato.


De vez en cuando he visto alguna pelea más por obligación, que por afición. Esta vez no había nada más qué hacer. Lo que vi me dejó perplejo. Hordas de jóvenes gritaban vítores al filipino Pacquiao y renegaban del señor “Dinero”, Floyd Mayweather Jr.


¿Qué tiene qué ver con nosotros el filipino? No lo sé. Los jóvenes gritaban consignas de apoyo y toda suerte de maldiciones e improperios al millonario negro.


La pura envidia. Por solidaridad con el capitalista de color, decidí apoyarlo. Aposté la cena y una opulenta botella de whisky contra mi vecino de mesa, el cual se decía fanático del pugilato desde siempre. La noche y las esperanzas le duraron 12 rounds. Mi tirada de naipes la hice en base a mi análisis de mercadotecnia, no deportivo. Nadie iba a noquear a su oponente en los primeros rounds, no habría “bussines.” Jugué a toda la ruta y claro, ganaba el negrito.


Esquina-Bajan


Para los que llevan las cuentas, estas son algunas que recopilé (para los que piden “periodismo de precisión” da igual un millón de pesos más o un millón menos): La cervecería Cuauhtémoc Moctezuma ganó la subasta para ser parte de los patrocinadores y debido a ello, su marca fue visible en la pelea.


Desembolsaron la friolera de entre 5.2 y 5.6 millones de dólares. Fueron más de 60 millones de hogares los que vieron la pelea en México. El duopolio Televisa y TV Azteca gastaron 2.3 millones de dólares para obtener los derechos de transmisión por los rounds de sombra.


Los especialistas en boxeo dicen que la mejor del siglo y de todos los tiempos, fue la tercera protagonizada entre Frazier y Alí. En aquel entonces (1975) dicha pelea fue la primera que se transmitió en “pago por evento”. Llegó solo a 280 ciudades de EU.


Hoy la pelea de este par, llegó a más de 60 millones de hogares sólo aquí. Lo anterior indica que de la noche a la mañana, casi todo México sabe de boxeo. Todos han seguido la ruta de cuanto peleador activo interesante hay en los encordados y saben al dedillo la jerga de golpes, ganchos y demás parafernalia. Ahora resulta que todo México es adicto al boxeo. Puf.


Hubo un tiempo en que boxeaban hombres, no empresarios. Uno de esos encuentros fue tan épico, glorioso y memorable, que un novelista escribió la mejor crónica de la historia: fue Norman Mailer quien reseñó “El combate”, joya de la narrativa y el periodismo deportivo donde dio cuenta de la pelea entre Muhammad Alí y George Foreman por el título mundial de los pesados en Sudáfrica.


Letras minúsculas


Lacónica, mi sobrina Ana Teresa Sánchez lo resumió perfectamente en un mensaje: “Un fraude mi Chuy”.



¡Show Time!