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abril 22, 2017

La enfermedad de la oligarquía

La enfermedad de la oligarquía

Con texto. Por: Javier Cárdenas.

“–¿Te fijaste en la sonrisa de cinismo que exhibía Javier Duarte en el periódico cuando fue aprendido? –Me comentó un buen amigo culto en leyes y conocedor de la vida política.

“–Yo también pensé inicialmente que era una sonrisa de un cinismo desvergonzado –le respondí– como la que presumen innumerables ‘políticos’ impunes y blindados por un sistema de complicidad.

“–Pero –continué– mirando más despacio esa foto, me pareció una sonrisa de ‘oligofrénico’.

“–De acuerdo– me comentó mi amigo–. Ése es el término clínico que buscaba. Lo que hizo ese Gobernador con los niños con cáncer, con los miles de cadáveres encontrados en cementerios clandestinos, con los miles de millones de pesos defraudados al pueblo de Veracruz son indicadores de una enfermedad mental no solamente de impunidad”.

Los ecos de la conversación siguieron repercutiendo en mi cabeza. Mi fantasía revivía las acciones criminales junto con los rostros de los niños y de las miles de víctimas. Exigían algo más que justicia y extradición, exigían detener la locura de otro Gobernador oligofrénico.
Me vino a la memoria una palabra con la misma raíz: “oligarquía”. Una palabra usada en el ámbito de sociología política sin énfasis de enfermedad mental, pero con mayores consecuencias que las de un enfermo solitario.

Se usa para describir a “un grupo minoritario que maneja el poder político” y que puede ser representativo o simplemente impuesto por la fuerza o el terror.

Me invadió una muy grave preocupación: ¿la oligarquía política puede estar compuesta por un grupo de oligofrénicos, o sea, enfermos mentales que carecen de cualidades éticas para dirigir la administración del bien común, de la ley y de la justicia?

¿En qué mundo político estamos viviendo? Porque ese grupo de oligarcas ciertamente van a impedir que surjan, gobiernen, legislen y/o promuevan el bien común los que tienen cualidades éticas, visión para construir un futuro de bienestar –no de terror hambre y miseria– y habilidades de liderazgo democrático –no oligárquico–.

¿Cómo le vamos a hacer los ciudadanos para no tener un oligofrénico como Javier Duarte –o cualquier otro de su cultura política enferma e impune– que nos gobierne y nos imponga una oligarquía de diputados, burócratas y judiciales que se llamen “nuestros representantes”, pero que en realidad trabajen para su proyecto oligárquico como ha sucedido en tantas ocasiones?

Hay dos soluciones:

Elegir a los que realmente nos representen y que no estén subordinados al oligarca ni a sus intereses partidistas.

Identificar a los que han sido oligarcas en su historial político o los que tengan esos síntomas de enfermedad mental de mesianismo, distorsión de la realidad, promesas utópicas que entusiasman con fantasías sin recursos reales, propuestas incendiarias de persecución sin recuperación de lo esquilmado…

Y sobre todo desprecio a la ética social que se manifiesta en sus actitudes de solidaridad con la mentira y el delito, y con su lenguaje que repite las frases “democráticas” de la oligarquía.

xavics@hotmail.com

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