Claraboya. Por: Luferni.
Rollo conyugal sintomático
Va corriendo el Peso hacia su mayoría de edad. Pronto llegará a los 18.
Dejó la adolescencia de la flotación y prefirió el clavado juvenil, digno de La Quebrada, con el hundimiento de la devaluación.
El histórico Peso, que en su prehistoria perdió hasta tres ceros y tuvo, hace sexenios, una defensa canina presidencial que quedó en ladrido sin mordida.
El Peso aquel de plata. El de 0.720 con su águila, esplendoroso, ha quedado en un minipeso de dos centímetros de diámetro, con su aquilino centro dorado y su aro color plata, con su laurel por un lado y sus picos de piedra del sol por el otro.
Los extranjeros con dólares se vienen a gastarlos acá. Los exportadores también sienten que les pagan más que antes. Con peso devaluado y mano de obra barata, esta tierra se convierte en imán para gastadores de fuera.
La gente que iba al otro lado ya empieza a hacer cuentas y prefiere las pulgas de este lado y las tiendas que ya se vinieron acá, como entrega a domicilio.
El trabajo mal pagado se hizo migrante y va y viene en sucesivas deportaciones. El muro de tortilla se juntó con el de hamburguesa y ya no pasan tantos como antes.
Se da la migración interna de familias que se vienen, con todo y niños, a estados del norte a ganar, en los ranchos, un billete sin prestaciones, durmiendo en el suelo y comiendo poco y lo mismo.
Hay “trabajos” entre comillas, reducidos a algunas horas sedentarias. Son pagadas con salarios máximos sin límite y se agrandan con autobonos y autoaumentos periódicos.
Las arcas abiertas, sin cámaras observantes, hacen que los dineros que vienen de la comunidad sirvan para finanzas corruptas de una privacidad aprovechada.
La elefantiasis tumoral es resultado de un crecimiento no orgánico que produce desigualdades monstruosas.
Desocupación, estudios interrumpidos, puertas cerradas, falta de oportunidades, fuga de cerebros hace que se multipliquen los ambulantajes informales, los prestidigitadores pintarrajeados de semáforo y los amantes de lo ajeno.
Se ven cambios de tripulación en los grupos electoreros y el discurso se vuelve prometedor. La confianza parece una nave en vuelo que no encuentra campo de aterrizaje.
Los hechos parecen escasos oasis en arenales de palabrería. Este es nuestro mestizo caminar, nuestra adicción al contraste y a la paradoja, al altibajo y al claroscuro en que van de la mano: lo trágico y lo sublime, la epopeya y la ineptitud, el idilio y la venganza.
Así pasamos inviernos, primaveras y veranos soñando siempre en que el otoño septembrino será mejor y algún día podremos gritar ¡Vive, sí, ya vive México!…
Rollo conyugal sintomático
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