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junio 27, 2015

Odio racista latente

De política y cosas peores. Por: Catón.


Odio racista latente


Pasaban ya las 9 de la noche. El doctor Duerf, psiquiatra de prestigio, se disponía a cerrar su consultorio cuando se presentó de pronto una paciente que no tenía cita.


Clamó, angustiada: “¡Ayúdeme, doctor! ¡Pienso que soy una mariposilla!”. Inquirió el analista: “¿Por eso viene a verme?”. “No -respondió la mujer-. Lo que pasa es que me atrajo la luz de su ventana”…


¿Por qué las mujeres pagan menos que los hombres por concepto de seguro de automóvil? Porque los hombres no se agachan sobre las mujeres cuando ellas van manejando. (No le entendí)…


Un joven marido se quejaba: “Antes de casarnos mi esposa me dijo que yo iba a llenar un gran vacío en su vida. No pensé que se refería al de su clóset”… La señora de Capronio: “Esta máscara de lodo verde hará que me vea más atractiva”. Capronio: “Sólo funcionará si no te la quitas”…


Se acerca el día –el próximo martes- en que aparecerá aquí “El chiste más pelado del primer semestre del año”. Ese cuento constituye un grave atentado contra la moral del continente, lo cual indica que es muy bueno. Esperémoslo… La Historia no es cenizas: es rescoldo.


Quizá esa frase no merezca ser inscrita en bronce eterno o mármol duradero, y ni siquiera en plastilina verde, pero no cabe duda de que expresa una verdad.


Del mismo modo que los vivos vamos cargando a nuestros muertos tanto en los genes como en los recuerdos, así el presente lleva sobre sí la carga del pasado.


A la menor provocación lo que parece ausente hace acto de presencia, en igual forma que el más leve soplo puede avivar el fuego oculto en los rescoldos. Lo demuestra el reciente crimen del estúpido mozalbete que al tiempo que sostenía la bandera de la Confederación suriana mató a balazos a nueve afroamericanos en una iglesia de Charleston.


Esa bandera, emblema de lo que el viento se llevó, cobró sangrienta actualidad, y es vista ahora como símbolo beligerante del odio racista latente en buena parte de la sociedad norteamericana.


A raíz de esa masacre se ha prohibido en Carolina del Sur y en otras partes el uso público de la tal bandera. No se piense, sin embargo, que el racismo es exclusivo de rednecks analfabetos en los estados de mayor atraso del deep south.


El violento e irracional discurso de Donald Trump contra México y los mexicanos evidencia también ese racismo que se niega a desaparecer, a más de mostrar falta de humanidad y de cultura en ese hombre soberbio, exitoso como negociante, fracasado como persona.


Donald Trump es tan pobre que lo único que tiene es dinero. Mal hizo nuestro gobierno al no emitir un voto de protesta por sus declaraciones, y mal harán los representantes en México de uno de los jugosos negocios del magnate, el concurso de Miss Universo, si con cualquier pretexto siguen participando en él.


Es una pena que Nicolás Maduro, de Venezuela, haya salido en defensa de nuestro país y de nuestros paisanos, en tanto que los funcionarios mexicanos guardaron un silencio inexplicable ante las demasías verbales de quien no es un simple ciudadano particular, sino alguien que aspira a ser presidente de los Estados Unidos.


También será una pena que el nombre de México figure en cualquier actividad en la que tenga parte Donald Trump.


Aquí no se trata de patriotería ni de nacionalismo exacerbado. Se trata simple y sencillamente de dignidad… La hermosa recién casada y su flamante esposo bebían una copa en el bar del lujoso navío donde hacían un crucero de luna de miel.


De pronto se escucharon las sirenas de alarma, y por los altoparlantes se oyó la voz del capitán: se había declarado un gran incendio en el barco; todos los pasajeros debían abandonarlo antes de una hora.


La novia le dijo a su galán con admirable calma: “Aún nos queda tiempo. ¿Qué te parece si nos echamos la del estribo?”. Tras el naufragio fueron a dar los dos a una isla desierta. Llevaban ahí seis meses cuando vieron que se acercaba un barco que iba a rescatarlos.


“¡Estamos salvados! –exclamó, jubilosa, la muchacha-. ¡El barco tardará a lo mucho una hora en llegar!”. Y dijo el novio: “Aún nos queda tiempo. ¿Qué te parece si nos echamos el del estribo?”… FIN.



Odio racista latente

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